Pocas ciudades pueden presumir de ser sede de un acontecimiento deportivo tan importante como una Copa del Mundo de fútbol. A Coruña puede hacerlo por partida doble, ya que será escenario del torneo por segunda vez. Han pasado 42 años desde la primera. Y serán 48 cuando arranque la gran cita que organizarán conjuntamente España, Portugal y Marruecos.
Todo ha cambiado mucho desde 1982. En el Mundial de Naranjito parecía que solamente se desplazaban en masa ingleses, escoceses y brasileños. La Unión Soviética, Checoslovaquia y Polonia jugaron prácticamente sin apoyo desde las gradas. Más o menos como las minúsculas El Salvador, Honduras, Nueva Zelanda o Kuwait. El reparto de plazas era de todo menos global. Catorce de los veinticuatro participantes fueron europeos y otros cuatro de Sudamérica. Las otras seis plazas se las repartieron entre Concacaf y África –dos cada una– y Asia y Oceanía –una por cabeza–.
¿Y los estadios? Prácticamente no queda ni uno en pie con la estructura de 1982. Cuatro de los 17 recintos de aquel Mundial ya no existen. Sarriá, San Mamés, Carlos Tartiere y Vicente Calderón fueron demolidos, alguno hace bastantes años. Solo Rico Pérez, Martínez Valero, Mestalla, Zorrilla y El Molinón conservan hoy en día todo o un gran porcentaje de los graderíos de 1982.
El Mundial 82 trajo a España la fiebre de la tele en color. Miles de hogares dejaron de vivir en blanco y negro aquel verano. Sin embargo, TVE ni siquiera retransmitió todos los partidos en directo. Solo lo hizo con 25 de los 36 encuentros de la fase de grupos.
Si el 1982 puso A Coruña en el mapamundi, ¿qué es lo que va a hacer el 2030? Tomen nota, unan esfuerzos y defiendan lo que ya se ha conseguido, que es una barbaridad.