Voy a ser sincera y contaros que ya tenía escrito el artículo de cada jueves, me he dispuesto a releerlo y finalmente lo he tirado a la papelera. ¿Por qué? Porque de repente me he visto repitiendo por enésima vez los fallos que, a mi entender, están llevando al Deportivo a esta campaña tan decepcionante.
Semana tras semana, y esto ya comenzó la temporada anterior, he ido desgranando los pasos de mi club hacia el desastre. He hablado de los jugadores, argumentando su mediocridad y la razón por la que pertenecen a esta miserable Primera Federación. He denunciado públicamente la inconsistencia de una imberbe Secretaría Técnica, hoy igual de poco sabia que ayer. La poca maestría con la que los dos últimos entrenadores han guiado a su ejército. Borja, desde un ego propio de quien no se lo cree, y Cano, desde la retórica de padre trasnochado.
Del renglón superior, es decir la Plaza de Pontevedra, también he sido meridianamente clara. David Villasuso entró en el Deportivo como un elefante en una cacharrería, sin puñetera idea. Y sigue en la misma línea de ignorancia. Si su valía fuera acorde con su soberbia sería un crack.
Lo del Consejo de Administración es de chiste. Me apena ver al Sr. Couceiro obligado a decir las cosas que dice. A estas alturas de su vida, ¿le compensa?
Y arriba de todo está el jefe supremo. Me consta que el Deportivo está siendo una patata caliente para él. Nunca pensó que esta ‘escarallada’ empresa le fuera a dar tantos quebraderos de cabeza. Buena parte del fracaso es responsabilidad suya. El verano pasado, poquito antes de comenzar la temporada, su gente estuvo a punto de dar un giro de timón absoluto, pero al final no se atrevieron. De aquellos barros, estos lodos.
Dicho esto, la que cambia de rumbo soy yo. Faltan ocho jornadas y estamos jugándonoslo todo.
Y no estamos en la mejor casilla de salida. Por eso a mí sólo se me ocurre plegar velas y adoptar un papel de apoyo.
Me encomiendo a la coherencia, esa que hasta ahora Cano no ha demostrado; me encomiendo al acierto de los jugadores aunque sea de forma puntual; me encomiendo a que los demás rivales tampoco son un dechado de regularidad; me encomiendo al dios fútbol, a nuestro escudo y a nuestro destino. Porque lo merecemos.
Salud y suerte!