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Bouldini mira la pelota en el partido contra el Burgos | PATRICIA G. FRAGA

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Ayer hubo una Junta de Accionistas del Real Club Deportivo y nadie sabe como ha sido. Es algo más que un pareado, pero tampoco tiene por qué ser una mala noticia. No hace mucho tiempo que este tipo de reuniones eran unas verbenas que en poco ayudaban al club. Aliviado el ruido externo al verde, liquidado el capitalismo popular, miremos hacia la pelota, que debería de ser la razón de todo esto.


Elche, y un rival que es una suerte de tiro al aire, llega como una oportunidad para que el equipo que dispone del tercer mayor gasto salarial del campeonato pueda escalar desde el cuarto puesto por la cola. Puede que todos estemos felizmente atemperados, pero la clasificación muestra que hay algunas cosas que se pueden hacer mejor. Por ejemplo el trabajo en la zona de la verdad.


Esta semana tuve la oportunidad de hablar con alguien que sabe de este asunto. De fútbol. Que una cosa es hablar y escribir y otra saber. Y otra, también, aprender de los que saben y después contarlo. El caso es que la conclusión de la conversación fue clara y meridiana: podemos discutir o incluso ponernos de acuerdo en que el equipo precisa un cacique que trabaje el área defensiva, o colegir que a lo mejor hay demasiados futbolistas de un perfil similar para jugar en la zona de creación. Pero lo palmario, y de eso tampoco era preciso convencerme, es que a este Deportivo le falta un nueve.


No es tan sencillo. Apenas cuatro futbolistas superaron el año pasado los quince goles en Segunda. El máximo goleador d ela competición, Martin Brathwaite, tenía sueldo y salario de Primera. Al segundo, el racinguista Peque, se lo llevó el Sevilla. Un año antes, apenas dos futbolistas marcaron más de esas quince dianas. El granadista Uzuni y Raúl, que se fue a Osasuna por seis millones de euros.


El gol se paga y más en Segunda, donde no abundan los fueras de serie. Pero debería de haber un término medio. Y una exigencia. El Deportivo tiene pinta de que no ha hecho bien los deberes en la delantera, donde se alistan futbolistas honrados, pero con un punto romo. 


Barbero tiene apuntes excelentes, trabaja, se desgasta, es magnífico cuando está de cara a sus compañeros para bajar balones y habilitar a la segunda línea. Tiene cierta finura ante el gol, aunque en aquella salida en Huesca no lo demostrase. Es víctima, como muchos delanteros, de las rachas. Necesita marcar ya, pero no lo hace. Bouldini está por ver, pero no parece un virtuoso. Quizás para este viaje tardío en el cierre del mercado no hacían falta alforjas como las que llevó, a su ritmo, Fernando Soriano. La llegada postrera de Cristian Herrera abunda en esa idea. Le sobra oficio y conocimiento del juego, pero no es un nueve. Tampoco lo es Lucas.


Y el caso es que esto va de jugar bien, pero sobre todo de marcar goles. 

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