Bove, Eriksen y una larga lista negra
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Bove, Eriksen y una larga lista negra

Bove, Eriksen y una larga lista negra
Edoardo Bove, jugador de la Fiorentina, en el partido ante el Inter poco antes de sufrir una parada cardiorrespiratoria | CLAUDIO GIOVANNINI

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Edoardo Bove, el futbolista de la Fiorentina, esquivó a la muerte milagrosamente. El centrocampista del conjunto viola nos dejó a todos con el corazón en un puño hace poco más de una semana, cuando se desplomó sobre el césped del Artemio Franchi en pleno partido contra el Inter de Milán. Casualidades de la vida, hace poco más de un mes presencié desde las gradas del bello y vetusto estadio florentino su exhibición ante la Roma (5-1), club al que pertenece y que lo cedió a la ‘Fiore’ sin cláusula del miedo. Casualidades de la vida, durante aquel partido le conté a mi pareja, entre otros mitos y leyendas sobre uno de mis equipos favoritos del Calcio, el accidente sufrido por una de sus grandes leyendas, Giancarlo Antognoni, sobre ese mismo terreno de juego.

 

Una parada cardiorrespiratoria estuvo a punto de acabar con la vida de Bove. La reacción de todo aquel que le podía ayudar, pese a los nervios iniciales, resultó vital, como siempre en estos casos. La noticia más positiva de todas es que el asunto tiene solución. Bove se sometió este lunes a una operación para implantarle un desfibrilador subcutáneo que le permitirá seguir haciendo vida normal e incluso continuar ejerciendo su profesión. Pero no en Italia. La normativa médico-deportiva del país transalpino impide a los futbolistas saltar a un terreno de juego si su cuerpo aloja uno de esos aparatos. No es la primera vez que ocurre. Sucedió hace unos años con Christian Eriksen. El danés sufrió un episodio similar en la Eurocopa de la pandemia, la de 2020 que tuvo que celebrarse en 2021. Tuvo que rescindir su contrato con el Inter de Milán y, desde entonces, ha jugado en la Premier League con el Manchester United y un buen puñado más de encuentros con la ‘dinamita roja’, incluido el Mundial de Catar.

 

El caso de Antognoni fue diferente. Silvano Martina, guardameta del Genoa, impactó con su rodilla en la cabeza del capitán viola. El resultado, una doble fractura craneal que le provocó, como a Bove, una parada cardiorrespiratoria. Pierluigi Gatto y Ennio Raveggi, médico y masajista de la Fiorentina, reactivaron sus funciones respiratorias y un latido que estuvo detenido durante medio minuto. Menos de seis meses después, Il Bello Giancarlo levantaba la Copa del Mundo en el Santiago Bernabéu, junto al presidente Sandro Pertini, como uno más de la Squadra Azzurra.

 

Otros futbolistas y deportistas no corrieron la misma suerte que ellos. Solo de memoria, ya reproduzco una lista con Pedro Berruezo, Renato Curi, Michael Klein, Hédi Berkhissa Marc-Vivien Foé, Miklós Fehér, Serginho, Antonio Puerta, Dani Jarque, el también jugador de la Fiorentina Davide Astori, el más reciente uruguayo Juan Izquierdo o, si retrocedemos de nuevo en el tiempo, el caso que nos tocó más cerca, el del blanquiazul Javier Sagarzazu.

 

Hay quien dice que el deporte está alcanzando niveles de exigencia que provocan cada vez más situaciones dramáticas como la sufrida por Bove. Lo cierto, sin embargo, es que llevan sucediendo toda la vida. Es más, por el camino se quedaron bastantes más atletas de los que sobrevivieron. Todo tiene relación con una mejoría de las condiciones de trabajo y de la prevención. Los cuidados que reciben los futbolistas y la mayoría de deportistas profesionales están muy por encima de aquellos auxiliares de toalla y agua milagrosa –y cigarro en la boca– que atendían a los lesionados sobre el césped no hace demasiados años. Los equipos con los que cuentan alrededor en estos tiempos –médicos, preparadores físicos, nutricionistas, podólogos, analistas, readaptadores físicos...– han ayudado, sin duda, a mitigar las desgracias. Eso sí, lo que está claro es que cuando un organismo nace predispuesto a decir basta, lo hace. Por mucha ayuda externa que reciba.

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