AQUÍ, SUFRIENDO... | Tensión superficial
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La miro y la remiro embelesado, consciente de la belleza de lo efímero. Los japoneses bautizaron la percepción melancólica sobre la finitud como “mono no aware”. Ese sentimiento es el que los impele cada año a juntarse en los parques para admirar la caída de la sakura. Quizás Gaku Shibasaki, tan breve su tiempo en la historia blanquiazul como el de la flor del cerezo en la primavera, nos podría explicar cómo con la nueva estación sus compatriotas extienden mantas a la sombra de los árboles en el día de la eclosión de los pétalos de color rosa pálido. Y armado con esa justificación me presentaría yo en las oficinas del Deportivo para que me dejasen sentarme con mi toalla en el círculo central del campo de Riazor y desde allí admirarme con la clasificación de la Liga Hypermotion, con la que es hoy pero que ya no lo será cuando el equipo juegue su próximo partido. 


Treinta jornadas se han disputado, 30, y el Dépor las ha despachado con un ejercicio de armonía que sería la envidia de cualquiera de esos monjes que rastrillan la grava en un jardín zen: diez victorias, diez empates, diez derrotas. Un puñado de clubs han encontrado también la manera de presentarse en el tramo final de la competición con unos 40 puntos que los abocan a conseguir cuatro victorias más, al menos, para ¿disfrutar? otro curso de la competición que desaconseja la Sociedad Española de Cardiología. Ninguno lo ha hecho de una forma mejor que el coruñés, el más honesto a la hora de declararse equipo de media tabla.


Contadme entre los satisfechos por este empeño quinielístico del Deportivo 1-X-2, incapaz para bien o para mal, de ser consistente en sus resultados. A mí esto ya me va bien porque lo que deseaba en un retorno al fútbol televisado con más de una cámara era “permanencia, canteranos asentados y tranquilidad, in that order”, siguiendo la fórmula de aquel golfista galáctico que vestía de blanco. Y, sin embargo, no me es ajeno el final inminente de esta oda al equilibrio. 


Veo el vaso lleno hasta el borde, con el agua a punto de derramarse, apenas contenida por una tensión superficial próxima a quebrar. Sé que sucederá el lunes 17 en Castalia. Allí se desprenderá el pétalo azul y terminará necesariamente este empate consigo mismo que obró el equipo de Idiákez y Gilsanz. El equipo coruñés sumará un once en sus resultados y solo resta por saber en qué columna de la tabla hay que alojarlo. 


Por eso atesoro la calma que precede a este deshojar. Más aún cuando sospecho que quien sostiene el ramillete de flores de una decena de equipos es José Luis Oltra: en una mano el porvenir de todos ellos, en la otra unas tijeras podadoras. Se acerca el Eldense arrastrando una pierna como los asesinos en serie de las películas de terror, reptando más que corriendo, pero ganándole igualmente terreno a todas esas víctimas propiciatorias empeñadas en tropezarse de las formas más lamentables. No parece ya cuestión de preguntarse si atrapará a alguien. Como dijo una vez Jagoba Arrasate, condenando sin saberlo al Deportivo a un lustro de desgracia, “la pregunta es cuándo”. 


Así que la tensión ya es de todo menos superficial, está a flor de piel. El Deportivo hizo bastante, sí, pero bastante nunca es suficiente en la “liga hipertensiones”. Todo es transitorio: mono no aware.

 

Manuel Álvarez
Podcast ¡Cuánto Sufrimos, Martín!

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