El deporte se alimenta de las gestas que lo engrandecen, que encumbran a atletas y que mitifican a clubes. Una historia repetida a lo largo de los tiempos es la que pudimos vivir ayer en el Coliseum. Una de esas películas que por estos lares no estamos demasiado acostumbrados a consumir. El pez chico no suele comerse al grande a menudo. Cuando lo hace, el eco de su victoria llega a todas partes.
No ha sido más que una primera jornada de liga española de baloncesto. Sin embargo, el significado para los coruñeses era especial. La primera vez en más de medio siglo que hemos presenciado un partido de nuestro equipo en la élite cestista nacional. Para el Real Madrid, por contra, era un día más en el camino hacia la conquista de otro trofeo que sumar a los cientos que brillan en las vitrinas de la sección más laureda del club blanco.
Solamente es un triunfo en medio de la vorágine de una temporada deportiva, lo que no impide que al mismo tiempo sea un triunfo para la posterioridad. Imposible no acordarse de aquel 3-2 en el estadio, el 3 de octubre de 1992, que nos permitió soñar en grande. ¿Por qué no repetirlo? Quizá no sea el objetivo inicial, pero días como el de ayer –y seguro que para muchos también hoy– invitan a echar a volar la imaginación. Es un primer paso. Para ser grande hay que codearse con ellos. Tutearlos. Y ganarles con cierta frecuencia. El Leyma Básquet Coruña ya lo ha hecho. Dentro de muchos años hablaremos del 29 de septiembre de 2024.