“Esta es una de las pocas veces que he llorado por el fútbol. Por soltar toda la tensión de estos días previos, de preparativos, por soltar cómo fue el partido: al principio a remolque, otra tanda de penaltis, con gente que llegaba lesionada o con dudas... Me derrumbé porque me vacíe. Acabo con mi salud”. Fabio Rodríguez Dacal jamás olvidará el 9 de octubre de 2024, el día en el que fue el entrenador más feliz del mundo, el día en el que su San Tirso consiguió la clasificación para la primera ronda de la Copa del Rey en la que recibirá, probablemente en el estadio de Riazor, a un equipo de Primera División.
“Me da igual el campo, aunque ojalá sea Riazor”, reconoce. En cuanto al posible rival, que se conocerá en un sorteo que se celebrará este jueves (13.00 horas), se moja: “Quiero al Celta para que venga mucha gente y así hacer más taquilla. Que vengan 5000 o 10000 de Vigo, paguen los diez euros y así estamos más contentos”.
"Ojalá sea en Riazor y contra el Celta para que venga mucha gente y hacer taquilla"
El San Tirso consiguió la clasificación en una tanda de penaltis que Fabio siguió con detenimiento. “No soy de los que se da la vuelta. Quiero seguir los penaltis de cerca y en el quinto tenía confianza. Brichu ya nos dio una clasificación en Copa de A Coruña con un penalti en Visantoña. Tiene buen pie, había fallado su último penalti en la fase de ascenso con el Juvenil, pero es de la casa y se merecía tirarlo”. El autor del 5-3 en la tanda saltó al campo en el minuto 120, frío, pero no falló.
Cuando, en el lanzamiento de Brichu, el balón arañó la red, “me abracé al compañero que tenía más cerca. Consolé un poco a los rivales y cuando me junté con el presi ya me derrumbé porque sufrimos mucho”. Fabio salió corriendo con el resto del equipo, se hizo la foto de celebración y abandonó el jaleo para acercarse a la grada. “Fui a donde estaban mi pareja, mi suegra, mi madre y mi padre. Son lo primero para mí, mi apoyo incondicional; sobre todo mi pareja, que es la que me aguanta en casa y estos días un poco más tenso de lo normal. Se lo merecen porque dedico muchas horas al fútbol”, relata un emocionado Fabio.