El cáncer, en su caso un linfoma, se ha llevado a Dani Rodríguez, el entrenador de Montañeros, San Tirso, Betanzos, Sporting Ciudad, cantera del Deportivo o Rayo Sadense, club en el que se inició en el mundo de los banquillos. El betanceiro de 38 años, admirado y respetado por el fútbol coruñés y de As Mariñas, falleció ayer por la mañana.
El jueves 8 de julio de 2021 anunció su despedida de los banquillos y así lo publicaba dxt campeón. “Dani Rodríguez no seguirá siendo el entrenador del Montañeros la próxima temporada. Habitualmente las salidas de los técnicos se producen por culpa de los resultados o por las desavenencias con jugadores o directiva pero este no es el caso. Dani deja los banquillos temporalmente a un lado porque el pasado 10 de junio le diagnosticaron un linfoma y ahora debe afrontar, como él mismo dice, “un tratamiento de unos seis meses a fuego”. Naturalidad para aceptar el golpe y también para comunicarlo”.
Dani Rodríguez estaba inmerso en la lucha por alcanzar el playoff de ascenso en Preferente con el Montañeros, aproximadamente en la segunda quincena de abril, cuando comenzó a sentir dolor en una axila. Ahí empezó todo. “Parecía una infección pero en mayo empezó a ser exagerado y un descontrol.
Comenzaron las pruebas y el 10 de junio me diagnosticaron un linfoma. Además del ’shock’ inicial, desde ese día hasta ayer (por el martes), que fue mi primera sesión de quimio, fue un sufrimiento de la hostia. Aparte del dolor, la enfermedad se estaba volviendo agresiva. Los meses de mayo y junio fueron bastante duros porque además seguí entrenando y yendo a trabajar con dolor y preocupación”.
Optimista como pocos, Dani siempre transmitía energía positiva. “Me siento motivado, fuerte y mentalizado. Soy consciente de que no es ninguna coña y que va a haber momentos jodidos, pero será un sufrimiento buscando la solución. Lo peor ya pasó porque antes había mucha incertidumbre. Ahora estoy ocupado, más que preocupado. Tengo que hacer un tratamiento de seis meses con revisiones para ver cómo va. Un tratamiento de unos seis meses a fuego”, asegura con espontaneidad.
Siete meses y 18 días después de que le diagnosticasen el linfoma, el corazón de Dani, tan humilde como trabajador, tan educado como respetado, tan profesional como buen tipo, dejó de latir.