A finales de 1995, una sentencia del tribunal de la Unión Europea, la libre circulación de trabajadores europeoes, dibujó un nuevo escenario en el mundo del deporte. La Ley Bosman, nombre con que se bautizó aquel veredicto, hizo que las fronteras se abrieran de par en par para los jugadores comunitarios.
Uno de los clubes que la llevó hasta el límite fue el Dépor. Su presidente, Augusto César Lendoiro, fue más listo que nadie. A la entidad blanquiazul le salía más barato fichar jugadores extranjeros que españoles. Y así nació el apodo peyorativo de ONU a una plantilla, la de la temporada 1996-1997, con 8+2 nacionalidades distintas.
Más de dos décadas después, la historia se repite en A Coruña. Esta vez con el Leyma como protagonista. Aunque sus 11 nacionalidades, en una plantilla de sólo 13 jugadores, no serán juzgadas con la injusta severidad con que se trató a la del Depor 96-97. Básicamente porque desde entonces los tiempos han cambiado muchísimo en el mundo del deporte. Y más, si cabe, en la primera categoría del baloncesto español, con sus numerosas variantes.
Jugadores de Formación Local, con pasaporte europeo, cotonús y múltiples nacionalizaciones –casi todas de estadounidenses–, en muchísimas ocasiones de dudosa legalidad, han convertido la ACB en una interminable Torre de Babel. Todo vale en aras de la –en los últimos tiempos– muy valorada globalización.
Lo certifican varios casos de jugadores estadounidenses que son internacionales con países en los que nunca han jugado y/o difícilmente relacionables con su apellido. Kendrick Perry (Unicaja), con Montenegro; Mike Tobey (Gran Canaria), con Eslovenia; Ethan Happ, con Macedonia del Norte; Jordan Davis (Breogán), con Azerbaiyán; AJ Slaughter (Zaragoza), con Polonia; Dee Bost (Força Lleida), con Bulgaria, y, el más delirante, Matt Costello (Baskonia), con Costa de Marfil. Delirante porque es blanco y de apellido italiano.
Es algo similar a los oriundos del fútbol en las décadas de 1960 y 1970, donde a jugadores extranjeros, generalmente argentinos, paraguayos y uruguayos, se le encontraba un antepasado español, en ocasiones rascando demasiado en el árbol genealógico o, directamente, era el dinero el que hallaba los antepasados oportunos. Era la manera de eludir la prohibición de tener foráneos. Un fraude que tuvo su epitafio en la 73-74, cuando se permitieron dos no españoles por plantilla, pero sólo para la Liga; en la Copa (del Generalísimo) no podían jugar.
En el Leyma Básquet Coruña 24-25 hay tres casos de doble nacionalidad. Yunio Barrueta, a quien en todos lados se le da como nacido en Miami, realmente lo hizo –según ha dicho él mismo– en Cuba. Una de las caras nuevas, LJ Figueroa, nació en Estados Unidos, pero es internacional con República Dominicana. Otra de ellas, Augusto Lima, tiene pasaporte brasileño y español.
Del resto de la plantilla, cada uno es de su casa: los españoles Alex Hernández y Aleix Font, el serbio Goran Huskic, el letón Ingus Jakovics, el georgiano Beqa Burjanadze, el sueco Olle Lundqvist, el senegalés Atoumane Diagne, el canadiense Phil Scrubb y los estadounidenses Trey Thompkins y Brandon Taylor. Once identidades nacionales distintas que colocan al conjunto naranja en la cúspide de la Torre de Babel.
En la planta inmediatamente inferior habita el Bilbao Basket, con una decena. Cuatro equipos, Real Madrid –todavía con la plantilla sin cerrar; han sonado en los últimos días un letón, Davis Bertans, y un turco, Cedi Osman, dos nacionalidades que no tiene en su vestuario–, UCAM, Zaragoza y La Laguna Tenerife, cuentan con nueve nacionalidedes en nómina. Este número es el más repetido, junto con el siete, el que domina en los planteles de Baskonia, Gran Canaria, Joventut y Breogán.
En la planta baja está el otro debutante en la máxima categoría, el Força Lleida, con solamente cuatro: cuatro españoles, cuatro estadounidenses, un finlandés y un croata. Justo por encima se ubican, con una más, el Barça y el Andorra, equipo este que es una especie de nacionalidad en sí.
En total, y, lógicamente, contando a España, hay 41 países natales distintos. La media por equipo es de 7,2. Domina el producto nacional. Por los pelos. A día de hoy, hay 58 jugadores inscritos nacidos en suelo español, sólo dos más que en Estados Unidos.
El vigente campeón, el Real Madrid, es el único de los 18 equipos que no tiene ningún jugador nacido en el país de las barras y estrellas. En su multinacional vestuario hay tres españoles, dos argentinos y un representante de Croacia, Cabo Verde, Bosnia, República Dominicana, Canadá, Congo y Senegal. Estos dos últimos, Serge Ibaka y Eli John Ndiaye, son internacionales con nuestro país.
Tras España y el país inventor del baloncesto aparecen, con ocho jugadores, Senegal, Canadá, Argentina y Francia, mientras que Croacia aporta seis. Con cuatro están Letonia, Brasil, República Dominicana, Bosnia, Montenegro y Uruguay, y con uno menos Suecia y Cuba. A partir de ahí, 11 naciones con dos y 14 con un único representante.
A pesar de la plurinacionalidad, la ACB 24-25 no cuenta con ningún jugador de Oceanía ni de Asia. Europa está representada por 27 países, América por ocho y África por seis.
La libre circulación de los trabajadores europeos dentrode los países de la UE cambió el panorama del deporte |
Augusto César Lendoiro aprovechó como nadie la llamada Ley Bosman. El presidente del Dépor sabía que salía más barato fichar buenos jugadores extranjeros que medianías nacionales, y el fallo del tribunal de la Unión Europea le dio alas.
Por la primera plantilla del equipo blanquiazul tras la entrada en vigor de la libre circulación de los trabajadores europeos dentro de los países de la UE pasaron nada más y nada menos que 30 jugadores. Entre ellos había 8+2 nacionalidades diferentes: española (17 jugadores), brasileña (tres), portuguesa (dos), serbia (dos), francesa (tres), checa (Petr Kouba), camerunesa (Jacques Songo’o) y marroquí (Nouredine Naybet). El +2 corresponde a José Luis Deus, con nacionalidades española y suiza, y a Maikel Naujoks, con española y alemana. Hasta había un +3, el técnico, el galés John Benjamin Toshack.
|