Miguel Ángel Pérez (Puerto Real, 1968), gaditano asentado en A Coruña desde hace veinte años, eligió el dorsal 33 en su camiseta de árbitro de la ACB porque era la edad que tenía en ese momento y coincidía con el número de uno de sus jugadores favoritos, Larry Bird. Lo lució a la espalda durante más de dos décadas, y 800 partidos en la máxima categoría, una carrera que llegó a su fin al cumplir los 56 años, el tope permitido. Seguirá en la Euroliga, pero aprovecha para repasar en estas líneas su vida ligada a las canchas.
Ahora que está en el final, vuelva al principio. ¿Cómo empezó, no en el arbitraje, sino en el baloncesto?
Jugué hasta lo que era la segunda división de aquel entonces. Y evidentemente no era tan bueno como jugador como lo he podido llegar a ser como árbitro.
Cuando dijo en casa que iba a ser árbitro, ¿le apoyaron?
En mi casa también estuvieron muy vinculados al baloncesto. Mi padre fue presidente del equipo que había en mi pueblo, mi hermano jugaba también... Y no les pareció nada extraño. Cuando empecé no tenía suficiente experiencia ni mucho conocimiento, me faltaba mucho por aprender, pero sí que es verdad que los que habían sido mis compañeros reconocían el hecho de que yo hubiera jugado.
Es que al final el arbitraje son muchas más cosas que saber la normativa.
Totalmente. Lo más importante es la mente. Evidentemente tienes que conocer las reglas, pero al final es la mente, como casi toda la vida, y el corazón, aparte de toda la experiencia y todo el bagaje que vayas acumulando con el paso de los años, los que te permiten controlar los partidos. Porque la gente se piensa que el mejor árbitro es el que menos se equivoca, y no es verdad, porque nos vamos a seguir equivocando siempre, unas veces más y otras veces menos.
¿Cómo es la convivencia interior con ese error?
No hay nadie que se dé cuenta antes de que ha cometido un error que el propio árbitro. Nadie, ni el público, ni la tele, ni nada. Entonces, cuando es un error claro, yo creo que lo mejor es decir me he equivocado. Lo peor que hay en baloncesto es que te piten la quinta falta porque ya no juegas más. Y tengo ejemplos de jugadores, no voy a decir nombres, pero muy conocidos, y al pitarles la quinta falta, vienen hacia ti y si sabes que te equivocaste y se lo dices. Y en el 99% de los casos ellos lo aceptan. Eso es como un freno de decir, vale, él reconoce que se ha equivocado, ¿qué puedo decirle más? También es cierto que desde que yo empecé hasta ahora hemos evolucionado muchísimo, los árbitros en general son mucho más empáticos de lo que eran antes.
¿También son más considerados como parte del juego?
Y estamos mucho más profesionalizados. Hoy en día en la FEB son 36 árbitros, me parece. Todos se dedican casi única y exclusivamente a esto. La gente se piensa que es ponerte el uniforme dos horas antes, hacer el partido y que te vas. Pero es un trabajo semana a semana, mes a mes y temporada a temporada. Con preparación física, reconocimientos médicos, preparación psicológica y preparación tecnológica, porque trabajamos con muchas herramientas. Y todo eso añadido a que tienes que tomar decisiones a 180 pulsaciones. No es algo tan simple como la gente se piensa.
¿Le gusta que ahora se pongan micrófonos a los árbitros?
Sí, creo que al fin y al cabo nos humaniza. Ya no nos ven como bichos raros sino como gente que habla normal. Es visibilizar lo que pensamos, lo que estamos hablando y que la gente, más allá de que se nos critique o no nos critique, sí que vea que somos personas como otras cualquiera, que estamos tomando una decisión y que todo el mundo lo está viendo. Hay mucha gente que piensa que los árbitros no somos deportistas. Y somos otros deportistas más. Llevamos un silbato en la boca en vez del balón o la jabalina o lo que sea, y salimos a hacer nuestro trabajo. Y además, entre Euroliga y ACB, ¿cuánto tiempo estamos fuera de casa durante la temporada? Ahora por primera vez en 25 años voy a estar los fines de semana en mi casa.
No hay nadie que se dé cuenta antes de que ha cometido un error que el propio árbitro
Tiene reciente el último partido, el UCAM Murcia-Unicaja, ¿se acuerda del primero?
Sí, fue un Breogán-Estudiantes el 4 de septiembre de 1999. Me acuerdo de mis compañeros y me acuerdo de la sensación porque yo venía de arbitrar todo lo importante de la categoría inferior y llegué a la ACB pensando que no me iba a costar trabajo adaptarme y me costó muchísimo. Me podía el ambiente porque era completamente diferente. Venía de ser cabeza de ratón y me convertí en cola de león. Tuve un proceso de adaptación de 3 ó 4 meses y ya empecé a arbitrar mejor. De hecho al tercer año ya fui a una Copa del Rey y al cuarto año pase a árbitro internacional. Tuve suerte, fueron las cosas bien y la verdad es que mis inicios fueron buenos más allá de los primeros meses en los que verdaderamente sufrí para adaptarme.
¿Qué le imponía tanto?
Yo recuerdo a Bodiroga, ahora el presidente de la Euroliga, que jugó en el Madrid. En el segundo partido que arbitré, me vino a saludar, me dijo que sabía que era de un pueblo pequeño y me dijo el nombre del pueblo. Me quedé impresionado de que un jugador tan grande supiera de mí, que acababa de llegar. Era la sensación de ser espectador de privilegio en el deporte que me gustaba al lado de figuras mundiales.
¿Cuál fue el peor momento?
Es evidente cuál fue, la famosa Copa del Rey [polémica por un instant replay en la final de 2019 entre Madrid y Barcelona]. Son cosas que pasan y nada más, hay que seguir adelante, aprender y recuperarse. A mí no me causó un trauma, me preocupaba el hecho en sí de que hubiera cometido un error, en realidad dos [una falta no pitada y un tapón ilegal] y que fue uno para cada equipo. Fue un periodo de adaptación de levantarse y seguir. Ahí por ejemplo sí que lo pasaron mal en casa. Mediáticamente se magnificó todo mucho, pero al final todos somos profesionales y sabemos que en algún momento determinado todos nos podemos equivocar. Los jugadores también se equivocan. Si Barrueta el domingo falla el triple no hubiera sido lo mismo. Y a la vez que Barrueta estaba metiendo el triple, Musa se estaba llevando las manos a la cabeza porque sabía que había cometido un error. Es que el error en el deporte y en la vida es algo con lo que tenemos que acostumbrarnos a vivir porque si fuera todo un color de rosa sería muy aburrido.
¿Lo pasó mal en el último año?
Yo me he ido tranquilo porque he sido consciente toda la temporada de que era la última y tomé la decisión de disfrutar con mis compañeros, con los equipos, con las aficiones... Y probablemente ha sido de las mejores temporadas que he arbitrado en los últimos años porque estaba liberado de la presión. Irte dando el mejor nivel y sintiéndote bien, yo creo que es lo mejor que te puede pasar. Pero bueno, voy a seguir arbitrando en la Euroliga, entonces es como una retirada escalonada.
¿Hasta cuándo puede seguir en la Euroliga?
En Euroliga no hay límite de edad mientras des el nivel y las personas responsables de decidir los árbitros consideren que estás en condiciones de poder hacerlo. Tengo 56 años y no creo que me quede mucho, no sé, si una, dos, tres temporadas, tampoco me he puesto un límite, pero queda poco.
¿Le ha quedado algo por hacer, alguna espina?
He tenido la suerte de arbitrar en cuatro continentes: Mundial, Eurobasket, Torneo de las Américas, Afrobasket, tres Preolímpicos.... Lo único que me quedó fueron los Juegos, pero no hay vuelta atrás ni hay posibilidad de lamentarse. Me hubiera gustado por vivir el ambiente en sí, por la magnitud del evento.
“Ganar al Real Madrid pasa una vez de cada cien”
¿Cómo acabó en A Coruña?
Conocí a mi mujer, al principio ella se vino a vivir a Cádiz pero le entró la morriña, nos vinimos para aquí y ya llevo 19 años.
Ya es mala suerte que le toque retirarse justo cuando el Básquet Coruña llega a la ACB.
Sí que me hubiese gustado pitar aquí un partido de ACB, pero las cosas pasan cuando pasan. Fue un día histórico para el deporte coruñés, con casi 10.000 personas en el Coliseum y que además el equipo ganara y que ganara como ganó. No es lo mismo ganar de 10 puntos que con un triple en el último segundo. Espero que esto motive a los aficionados no solo al baloncesto sino al deporte.
Así pudo disfrutar el partido tranquilo.
No lo celebré, que conste, porque todavía me considero árbitro. Yo podría arbitrar en Coruña si todavía estuviera en la ACB porque se presupone que eres un juez y la honestidad debe ir por encima de todo. Pero sí que es verdad que me alegran los éxitos del deporte de la ciudad en donde vivo, de donde es mi familia y de donde yo me considero. De todas formas, a mí me cuesta mucho ver los partidos en directo. Sufro. Al final mi equipo es el de los árbitros, sufro por ellos.
¿Cómo cree que le va a ir al Leyma?
Complicado, lo del domingo pasa una vez de cada cien. Es una liga muy complicada, muy competitiva. Va a haber seis o siete equipos compitiendo por la permanencia. El apoyo del público va a ser determinante. Cuando iban perdiendo de 14 la gente empezó a animar y eso les ayudó. La gente que dirige el club está súper preparada, pero al final todo depende de que la pelota entre y ahí será fundamental el público. Les deseo lo mejor porque me encanta el baloncesto y me encanta que en esta ciudad haya un equipo en la ACB. Además es un escaparate enorme para A Coruña.
Los árbitros pueden pitar a los equipos de su ciudad, pero en el Leyma no querían a Paula Lema.
Paula es muy buena árbitra Y valiente. Hay un cierto pensamiento de que el árbitro de casa tiene que pitar a favor del de casa. Y no. El árbitro tiene que pitar bien y equivocarse lo menos posible. Puede ser que tuviera mala suerte o que la miren con unos ojos diferentes.
¿La ve en la ACB?
Ojalá, pero la ACB en los últimos años opta por un perfil de árbitro un poco más joven. Calidad tiene y preparada está. Pero a veces depende también de que pase el tren.
“Los padres dan problemas en las categorías inferiores”
¿Cuál es la peor cancha para arbitrar?
En Europa sin duda el Pionir en Belgrado, una cancha muy complicada, ahora el Estrella Roja y el Partizan ya juegan en otra mucho más grande. Pero el Pionir es como el Pazo en Lugo, para 4.000 y se metían 8.000, dos horas antes ya estaba lleno, la gente fumando y te tiraban de todo... En España no es así, pero sí que hay canchas que aprietan un poco más como Lugo y Manresa pero sin llegar a ese tono de agresividad o casi de peligro que puedes sentir. Al final a mí particularmente y a los compañeros con los que he hablado de este tema preferimos que haya ruido.
¿Faltan árbitros?
Sí. Y desde que empiezan es complicado que sigan. El año pasado hubo muchos problemas con los padres en las categorías en las que los árbitros empiezan con 14 y 15 años. Son chavales que están aprendiendo y con esa edad no tienen la capacidad de enfrentarse a eso. Hemos introducido medidas, pero no empuja a que haya más árbitros. No quieres ir a un sitio a sufrir. El deporte es un elemento del ocio que tiene que hacernos felices.
¿Hacen captación por los clubes?
No hay demasiado interés. Nosotros nos ofrecemos a ir a los clubes a enseñar, hacemos clínics e invitamos a los clubes, pero vienen muy pocos. Hay mucho más interés por parte del mundo arbitral de conocer la parte del baloncesto; que de los entrenadores y jugadores por nosotros. Cada vez nos vamos acercando más, sobre todo en la élite, pero en el baloncesto de formación deberíamos estar más cerca para que todos nos entendiéramos mejor.