Nadie sabe cómo empezó la tradición. Pero cuando en el Liceo el portero deja la portería a cero, los jugadores tienen una particular forma de celebrarlo, a base de collejas. “Caricias fuertes”, corrige Dava Torres, el capitán, entre risas. Le ha tocado sufrirlo entre comillas a Martí Serra los últimos cinco partidos en los que después de defender las redes durante cincuenta minutos, cuando el árbitro señala el final del partido al que se protege es a sí mismo de las felicitaciones de sus compañeros. “Todos sabemos lo importante que es para un portero hacer un rosco, es como si un jugador llevara cinco partidos consecutivos metiendo un hat-trick, de ahí nuestras muestras de cariño. Los ceros son año extraordinario, por eso hay que celebrarlo”, añade el coruñés.
Torres pone el acento en el trabajo de grupo que suponen estas porterías a cero. “Lo que estamos consiguiendo en defensa y con Martí está siendo súper bonito. Yo creo además que justo después de que él anunciara que el año que viene no seguimos juntos, el hecho de que nos hayamos puesto todos a defender esa portería, creo que es algo muy importante para lo que queda de año”, dice y mira ya a la siguiente: “Llevamos 5, el reto que se nos viene ahora en el Palau es mayúsculo, pero tenemos claro que si defendemos bien y conseguimos que nos metan cero o muy pocos goles, tenemos más chances de ganar. Es un poco la idea y la identidad que estamos cogiendo y que nos está gustando”. E incluso bromea con seguir así hasta final de curso: “Le dijimos a Martí de broma que si no le meten ningún gol más en lo que queda de año, ganamos títulos seguro”.
Es una muestra más del buen ambiente de una plantilla con muchas otras tradiciones. Desde la cena a la que tienen que invitar los que llegan nuevos, como un impuesto revolucionario para formar parte del vestuario, hasta las tortillas que pagan los que han perdido los partidos de entrenamiento de la semana. “En Galicia lo social va ligado a lo gastronómico”, sonríe, “pero siempre tiene que ser dos días antes de los partidos y con este calendario de NBA que tenemos hace mucho que no comemos tortilla”.
Y después están las que Torres llama “rutinas”. Cuando suena esa palabra es inevitable pensar en César Carballeira, el rey de los rituales. “Históricamente nos metemos un poquito con él por eso, pero lo cierto es que a nivel de grupo nos hemos vuelto todos un poco particulares, ya no solo el día del partido, sino a lo largo de la semana”, confiesa y pone como ejemplo los calentamientos previos a los encuentros: “Hacemos como si fuera una coreografía, desde el inicio hasta el final, o sea, todo el rato lo mismo, siempre. Y en el mismo orden incluso, colocados de la misma manera, en el mismo sitio, los mismos ejercicios... Los nuevos al principio flipan y están un poco perdidos. Es un poco particular... Pero nos ayuda a concentrarnos”.
A eso y a crear equipo. “Yo creo que se nota, entiendo que desde fuera se ve cuándo las dinámicas de los equipos son positivas y cuando no. Entonces yo creo que el ambiente que tenemos nosotros es muy bueno, eso se transmite en la pista y creo que la grada también lo nota, por eso también hay tanta ilusión ahora”, valora y agradece el apoyo que están teniendo de la afición: “Estamos viviendo un cambio con las peñas y la grada de animación. Está siendo muy bonito el ambiente que se vive. Estamos viviendo una época muy bonita para ser del Liceo y da gusto lo que damos desde dentro y lo que nos dan desde fuera”.