La crónica del partido en Badalona podría haberse titulado “El Leyma pierde contra ocho. Segunda parte” en vez de “El Leyma roza una gesta olímpica”. Del mismo modo que podrían haber sido Perea, Torres y Lucas el trío al silbato en vez de Calatrava, Manuel y Baena.
El Día de la Marmota. Dos actuaciones seguidas, que no las únicas del curso, con un perjuicio sobresaliente para los hombres de un Diego Epifanio que en las últimas semanas se ha quejado varias veces, a su elegante manera, de un trato desigual que está cogiendo cuerpo de pandemia.
Se puede comprar, aunque no se debe, que los malos arbitrajes son una novatada por la que han de pasar los equipos que debutan en la ACB. Es más difícil de asumir, no obstante, que te roben en tu propia casa, algo que al BC le está pasando con frecuencia.
Es el caso del encuentro de la jornada 19, ante el Gran Canaria. El día que la afición naranja estalló definitivamente: casi medio partido abroncando, con récord de decibelios incluido, a unos colegiados que, de manera casi tan sibilina como suele quejarse Epi, fueron sacando del partido a varios jugadores del conjunto herculino.
En el Olímpic de Badalona, la cosa no fue tan sutil. En un partido que no resultó ni duro ni trabado ni embarrado, Calatrava, Manuel y Baena castigaron a los naranjas con 32 faltas, prácticamente el doble que a los pupilos de Dani Miret (17). Una diferencia, intolerable se mire como se mire, que deparó 47 tiros libres verdinegros por solo 16 naranjas; que, por cierto, los visitantes pasaron todos por el aro. Una aberración. Y más teniendo en cuenta que no hubo la típica e interminable sucesión de visitas al 4,60 de los finales apretados.
La sangría se produjo desde el salto inicial hasta el bocinazo del minuto 45. Cinco minutos extra de tortura arbitral.
Especialmente cantoso resultó el cuarto periodo, en el que los locales se nutrieron, durante los mejores minutos del BC, casi exclusivamente de lanzamientos sin barrera: un total de 20. Por solo cuatro de los naranjas. En la última jugada del tiempo reglamentario, Heurtel falló el tiro ganador, Barrueta cogió el rebote y en el aire le tocó un rival. Un contacto como los que los colegiados se cansaron de castigar al otro lado de la cancha, especialmente sobre Artem Pustovyi. Doce libres lanzó el ucraniano. En 18 minutos en pista. Solo cuatro menos que todo el Básquet Coruña en 45. También se podría hablar de algunas acampadas permitidas en la pintura del pívot de la Penya.
El nefasto espectáculo empezó en el segundo cuarto, con una antideportiva de risa con que castigaron a Jakovics por un contacto muy leve, con el hombro, sobre Dotson, en una transición en la que el base local ni siquiera tenía suficiente ventaja para encarar el aro.
Esta acción está emparentada con una de las más importantes, sino la más, del encuentro. Que además fue doble. En la prórroga, con 98-94, Dekker inició una penetración con el brazo izquierdo muy arriba e impactó con el rostro de Thompkins, quien cayó al suelo seminoqueado, después de cometer falta. Lo que debería haber sido antideportiva del local se convirtió en la eliminación del visitante. El trío del silbato acudió al instant replay y toda España pudo escuchar su esperpéntica charla antes de tomar una decisión incomprensible: un manotazo en la cara que tira al suelo a un tipo de 2,08 metros no es suficiente contacto para pitar falta. El alero verdinegro convirtió los dos libres y elevó la distancia a seis puntos, un lujo en ese momento de partido.
Para más inri, esto se produjo justo después de otro error clamoroso: la concesión del balón a la Penya tras sacar de fondo Huskic. Las cámaras demostraron que el serbio no cometió infracción alguna, ya que puso el esférico en juego con un pie en el aire y el otro como 25-30 centímetros por detrás de la línea. No hubo revisión. Los comentaristas televisivos no daban crédito.
Capítulo aparte merece Atoumane Diagne. El senegalés está recibiendo un trato arbitral que ni un juvenil de primer año. Chupa golpes de todos los colores en ataque, y sin embargo no paran de castigarle en los bloqueos y al mínimo contacto atrás con su par.
De las cinco faltas que le señalaron en Badalona, al menos dos de ellas, tirando por lo bajo, seguramente se las hubiesen ahorrado Calatrava, Manuel y Baena si Diagne fuese vestido de verde y negro. Y por ello se perdió los últimos nueve minutos de su mejor partido con el Leyma, el que fue determinante a los dos lados de la cancha.
Lo dijo Epi tras el polémico arbitraje ante el Gran Canaria. “Thompkins debe entender que ya no está en el Real Madrid”. Una afirmación con fundamento. Pero Thompkins sí está en la ACB, donde todos deberían ser tratados por igual. No se trata de que te den, sino de que no te quiten. Algo vital para un debutante y colista en solitario. Un perro al que, a las pulgas de sus errores y limitaciones, se han unido otras que vienen de tres en tres.
Basta ya.