Jacobo Copa, de niño a referente
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17º-23º

Jacobo Copa, de niño a referente

“Pedí la directa porque sabía que la metería”, dice
Jacobo Copa, de niño a referente
Jacobo Copa ! Carlota Blanco

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Los niños coruñeses ya tienen nuevo héroe. Jacobo Copa entra en el patio del Liceo y no tarda mucho en tener a cuatro o cinco minijugadores a su alrededor. “¿Vienes a entrenar con nosotros?”, se ilusionan. “¿Me firmas en la camiseta?”, le piden. Incluso en el patín. “Tu madre se va a enfadar contigo”, dice él, siempre responsable, pero termina por acceder al deseo ante su insistencia.  “¿Qué se siente al ser campeón del mundo? ¿Cómo hiciste para marcar la directa?”. Hacen incluso el trabajo de la periodista. Jacobo intenta calmarles. “Nos vamos a ver mucho por aquí”. Y es cierto porque se muda allí mismo. Va a vivir en la residencia del colegio y la ventana de su habitación da directa a un patio que respira hockey sobre patines. Justo como del que viene. “No creas que me olvido del Dominicos”, aclara, “ahora estoy en esta etapa pero no significa que no vaya a ir por allí también”.


Esto es parte del secreto de por qué la semilla del hockey sigue viva en la ciudad. Esa rueda del éxito que se va retroalimentando generación tras generación. Copa observa cómo calientan para entrenar y se acuerda de cuando era él el que de pequeño acompañaba a su padre a Cerceda y se quedaba con cada gesto y palabra dejugadores consagrados como Martín Payero, con el que después incluso llegar a compartir vestuario con los de la Ciudad Vieja. Solo tiene 18 años pero ya se ha pasado definitivamente al otro bando. De niño a ídolo. Más después del éxito en los World Skate Games. “La guinda” a su etapa de formación con la selección que incluye otros dos oros europeos con la sub-17 y una plata continental sub-19. Y también la recompensa a cuatro años prácticamente sin descansar, incluido el verano de su mayoría de edad.

 

Copita
Jacobo Copa, de niño


“Con la selección empecé el 4 de agosto pero ya estuve todo el verano entrenando, yendo al gimnasio todos los días, poniéndome los patines por mi cuenta... no paré”, dice. Mientras, sus amigos tenían otros planes. “Al final mereció todo la pena porque ganamos pero si no... lo estaba pensando justo estos días porque no me fui de Interrail con ellos y no me quería arrepentir”, explica. Algo que también le sirvió para el discurso con el que, como capitán, intentó inspirar a sus compañeros antes de saltar a la pista a jugarse el oro mundial contra Portugal: “Les dije que no llevábamos un mes trabajando, que llevábamos dos años. Los veteranos, incluso cuatro años juntos. Y que habíamos estado yendo a entrenar los lunes en enero, muriéndonos de frío, en Navidades y en Semana Santa, todo el verano... así que teníamos que salir a dar el máximo para cerrar el bien el ciclo”.


Con 18 años, a veces parece estar hablando un adulto, un jugador curtido en mil batallas y que lleva dos décadas asentado en la élite. No es atrevimiento. Es una ambición que le lleva siempre a asumir la responsabilidad. Incluso en los momentos más críticos. La final del Mundial del pasado sábado es un ejemplo. Fue su mejor partido de toda su estancia en Novara. “Fui de menos a más. A la final llegué físicamente muy bien, me notaba muy bien”, reconoce, “creo que se reflejó que soy un jugador al que le gustan las finales porque dejo la presión fuera y me dedico a disfrutar”. En el segundo tiempo apenas tocó el banquillo. El seleccionador le mantuvo casi el pleno de los 25 minutos en pista. “En el último tiempo muerto Cortijo preguntó: ‘¿Alguien quiere pedir el cambio?’ Y yo estaba temblando, no podía más. Cuando terminó el tiempo muerto me dio un abrazo y le dije que no podía más. Me contestó: ‘Hazlo como si fueran tus dos últimos minutos de vida”, recuerda. 

 

Directiva decisiva


Y resistió como también aguantó España el 2-1 con el que poco antes se había adelantado gracias al gol de falta directa del coruñés. El momento decisivo del encuentro (que llegó justo después de que a Portugal no se le diese por válido un gol en el que la bola entró en la portería y salió por un agujero en la red de la misma). “Hicimos un plan de partido en el que Carles Casas tiraba las directas y yo los penaltis. Carles en la primera metió un golazo. Es como Jordi Adroher. La segunda, la falló. Cuando pitaron la tercera, nos miramos”, relata Copa. El canterano del Dominicos le hizo un gesto a su compañero. Esta es mía. Estaba convencidísimo de que la metería. “Cogí la bola y dije: ‘Va dentro fijo’. Por la mañana había estado estudiando. Hice una videollamada con el entrenador de porteros, Marc Rojas. Me dijo que tenía que tirarla así. Le hice caso y fue gol”, apunta. 


Un ejemplo (para esos niños que ya le eligen como ídolo) por lo que hace en la pista incluso cuando el cronómetro ha llegado a cero. En la celebración del título mundial no se olvidó en ningún momento de consolar a los jugadores de Portugal, en especial a Vítor Oliveira, Viti, con quien mantiene una rivalidad de esas que empuja a ambos a superarse y ser mejores. “Al primero que abracé fue a mi padre”, matiza. “Pero sí que es cierto que hay que saber perder y sobre todo ganar. Con Viti ya llevo cuatro años jugando finales, tenemos una relación de respeto deportivo. Yo lo admiro mucho, para mí es de los jugadores top tres sub-19 del mundo, por no decir el mejor. Ese abrazo con él para mí fue una muestra de respeto”, explica.

 

Siguiente reto: el Barça


Ahora, subraya, ya ha cambiado el chip y está en modo Liceo. Se ha perdido la pretemporada, la primera de la que pretende que sea una larga trayectoria. La cancelación de la gira portuguesa por los incendios extendidos por todo el país retrasa su debut. Pero no cree que vaya a tardar mucho en adaptarse al equipo. “Creo que lo que más me va a costar es el tema físico, el hecho de ir al choque es un cambio grande. Pero vengo aquí a aprender. No tengo prisa”, comenta. 


“Me gustan los sistemas de este entrenador”, bromea. “No me ha puesto deberes todavía”, se ríe, “soy yo el que se ha visto un montón de vídeos, estudiando el papel que tuvo Pol Manrubia, lo que hace Fabri Ciocale y los movimientos de Dava y César... Hay partidos del Liceo que me los sé de memoria”. Habla genéricamente del integrante del banquillo como si este fuese uno cualquiera y no su padre. Como intentando poner distancia. Físicamente ya lo ha hecho al abandonar el seno familiar y mudarse al Liceo, donde por las tardes estudiará un ciclo de Logística y Distribución. “Por un lado es intentar separar lo profesional de lo laboral. Pero yo también quería independizarme”, admite.


“Tengo muchas ganas de empezar, tengo una oportunidad muy grande de jugar en el Liceo y no la quiero desperdiciar”, indica. Eso le hace olvidar el cansancio que arrastra. “Estoy a tope”, le quita importancia. Sobre todo pensando en el siguiente reto, un Barça en las semifinales de la Supercopa: “Debutar en casa contra el Barça es otro sueño. Vengo a aprender y voy a estar apoyando juegue o no”. 

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