Campeón del mundo sub-19. Jacobo Copa tiene un nuevo título para añadir a su palmarés. El niño de oro del hockey sobre patines coruñés. Capitán moral y de juego de una selección española que pudo con Portugal con el nuevo jugador del Liceo llevando la batuta y asumiendo la responsabilidad cuando solo lo hacen los señalados. Con el 1-1 y a seis minutos para el final, se fue al punto de falta directa y mandó la bola con todas sus fuerzas a la red. El seleccionador casi no le movió de la pista. Con su personalidad ganadora volvió a demostrar que es un jugador de finales. Y llevó a una España que se benefició de la polémica a la cima mundial.
La española y la portuguesa son dos generaciones que llevan desde su etapa sub-17 viéndose las caras en una cita europea tras otra. Era la primera vez que se medían en un escenario mundial. Pero se notaba la igualdad en las fuerzas, el respeto y sobre todo, que se conocían. Cada una intentaba contrarrestar las cualidades del rival más que explotar las propias y prácticamente se anulaban el uno al otro.
Cortijo volvió a optar por el cinco inicial azulgrana, es decir, con los cuatro jugadores de pista del filial del Barça. Es la alternativa más segura, sobre todo para entrar con buen pie a una final en la que cualquier despiste en los minutos iniciales puede pagarse demasiado caro. Eso condenó a Jacobo Copa a esperar su turno desde el banquillo. Ya llegaría (y llegó) su momento.
Siempre se dice que en las finales son los detalles los que marcan la diferencia. En el minuto cinco del primer tiempo ocurrió uno de esos momentos cruciales. El capitán portugués Vítor Oliveira se cayó con Quim Gabarró y cuando este se levantó y se escapaba a la contra, le hizo la zancadilla desde el suelo. Azul clara. Carles Casas es un especialista y lo lleva demostrando desde que comenzó el torneo en Novara. Con una sangre fría a la par de su talento picó la bola para marcar el 1-0.
No tardó mucho en entrar en pista el coruñés (minuto 7). Y se mantuvo prácticamente hasta que terminó el primer tiempo, salvo por un breve descanso para recuperar fuerzas. El canterano del Dominicos aportó solidez a España, siempre como hombre más atrasado, encargado de equilibrar los esfuerzos defensivos y ofensivos y de estar atento al último corte. Fue salvador, de hecho, en una contra, en la que se quedó solo con dos jugadores portugueses y supo leer el pase y desbaratar una de las ocasiones más claras del rival.
Hacia el final del primer tiempo se repitió la situación que le había dado a España la superioridad en el marcador. De nuevo, azul, con Lemos como protagonista negativo. Pero esta vez el portero luso estaba esperando a Carles Casas, que cambió el lado del gancho y no aprovechó la directa. Y tampoco la selección los dos minutos en superioridad para los que entró Copa. Seguramente Cortijo buscaba su disparo, pero no encontró hueco para conectarlo.
El marcador era demasiado corto como para afrontar con tranquilidad el segundo tiempo. Más con la amenaza de las faltas. Iban nueve. Y a los cuatro minutos de la reanudación, la décima. Y ahí Portugal también tiene un especialista con su capitán Vítor Oliveira. Con potencia, recordando al mejor Gonçalo Alves, lanzó directo a la escuadra de Pallejá. El portero español se resarció a los pocos segundos. Se estiró para evitar un gol seguro tras una pérdida en propia área de sus compañeros.
Jacobo Copa seguía en juego. Su competitividad le hace imprescindible. No es casualidad que en el momento más caliente, le elijan a él. Portugal acababa de marcar, sin que el gol subiera al marcador porque la bola se escapó por un hueco de la red. Los árbitros no lo vieron. Y en la acción siguiente encima le cayó la décima. Casas es el que tira las directas. Pero a esta fue el coruñés. Con decisión. Sin nervios. Y con mucha potencia. Chutó directo y para dentro. Quedaban seis minutos. Ya no se marchó de pista. “¿Alguien quiere el cambio?”, preguntó el seleccionador en un tiempo muerto. Todos dijeron que no. La máxima era aguantar. Más cuando Portugal jugó con cinco (quitando al portero). Y así llegó la sentencia, sobre la bocina, de Gabarró y a puerta vacía.