Se hace difícil calibrar la temporada del Leyma Basquet Coruña. El porqué y el cómo. Porque tres partidos malos no deberían pesar más que 34 entre correctos, buenos y muy buenos. ¿O sí? Al fin y al cabo, el objetivo inicial era llegar a esa fase en la que las cosas no salieron como se esperaba. La fase de la desilusión.
Como todo equipo con muchas novedades –entrenador y 8 jugadores– al BC le costó, más que arrancar, coger velocidad de crucero. La cómoda victoria inicial (72-87) en la cancha del Iraurgi, uno de los posteriores descendidos, mostró, no obstante, una de las piezas del puzle que tardaría en encajar: el triple. Y que a la postre acabaría volviendo a salirse del sitio. Esta vez, de manera fatal.
El exceso de tiros de larga distancia hizo dudar de la conveniencia del estilo implantado por Diego Epifanio, duda disipada en cuanto empezaron a entrar y se vio que Jakovics, Barrueta, Filipovic, Javi Vega, Lundqvist y Aleix Font lo justificaban. Este último fue durante meses el mejor triplista de la competición, pero en el tramo final y en los playoffs sus prestaciones cayeron en picado.
Más que encajar, hubo otra pieza que tardó en centrarse: Nwogbo, el único nuevo con pasado naranja (16 partidos en la campaña 20/21). El pívot nigeriano mostró, sobre todo en la primera mitad del curso, una cara opuesta a la de dos años antes. Muy protestón –lo que le costó varias técnicas– y con una propensión exagerada a cometer faltas. De hecho, lideró la fase regular en esta faceta. Y perdió su sitio en el cinco titular.
El calendario de las 10 primeras jornadas colaboró a complicar el arranque. Derrotas ante tres equipos que acabarían jugando playoffs (Lleida en casa y Estudiantes y Valladolid a domicilio), la históricamente negativa visita a Oviedo (derrota 93-83 ante un rival que llegaba a la cita con 0-7), KO peleando hasta el final en Andorra (77-70) y en Riazor contra el Gipuzkoa (68-81), en el que sería el peor partido de la fase regular. Y una profecía. Pero ese traspié dio paso a la mejor fase del Leyma.
Primero, 4 victorias consecutivas, algunas con guarismos anotadores altísimos, como los 109 puntos al Estela Cantabria, tope histórico del equipo en competiciones nacionales. La racha acabó en Palencia (89-82), donde el trío arbitral varió, en el último cuarto, el rumbo de un duelo que los de Epi habían dominado y tuvieron en el bolsillo.
Esa derrota no fue más que una parada en la carrera hacia el top-3. Nueve triunfos encadenados, y el premio extra de superar en el averaje particular a Lleida y Valladolid.
En este tramo llegó el éxito más espectacular. En la jornada 17, contra un Burgos que llegó a ganar en Riazor por 25 puntos. Acabaría perdiendo por 14 (95-81) tras un último cuarto monumental de los naranjas (38-18). La asombrosa racha de 13-1 no bastó, sin embargo, para optar a una de las dos primeras plazas, puesto que el Andorra y el Palencia no bajaron el pistón.
Por ello carecieron de relevancia la derrotas consecutivas, en Alicante y en casa contra el equipo del principat, tras el 9-0, seguidas del triunfo (78-85, tras prórroga) ante el Gipuzkoa. Tampoco importó caer en la pista de un Cáceres que se jugaba la vida y en la jornada final en Burgos. El equipo castellano sí estaba obligado a ganar, puesto que cuatro equipos se jugaban a una carta los puestos del cuarto al octavo. Todos cumplieron, y la clasificación final no registró cambio alguno.
Así, el Leyma quedó emparejado en cuartos de final de los playoffs con el Gipuzkoa. El máximo anotador de la regular (84.4 puntos de media) contra el equipo más incómodo de Oro. La serie mantuvo la tónica de la regular de victorias domicilio. Para desgracia del cuadro coruñés, impotente en el primer capítulo (67-77) contra la tupida telaraña defensiva del equipo vasco.
Mejoraron algo los de Epi en la segunda cita, pero volvieron a doblar la rodilla (62-71) ante la rocosidad donostiarra. Los triples naranjas no entraron y la anotación en estos dos encuentros cayó 20 puntos respecto a la fase regular. El 14 de 60 desde el arco, un pobrísimo 23.3%, contrasta también con el 36.0% de la regular, la segunda mejor marca de la competición. Una barbaridad doble.
La puntería lejana no mejoró demasiado (8 de 24) en el tercer episodio, pero sí entraron los triples en el momento adecuado, el último cuarto, donde con un parcial de 15-28 los de Epi encarrilaron la quinta victoria visitante (71-83) en los mismos cara a cara con el cuadro donostiarra en este curso. El Leyma necesitaba mantener esa premisa para igualar la serie y poder romperla en el quinto partido, a disputar en Riazor.
Pero el técnico del Gipuzkoa, Lolo Encinas, hizo varios ajustes que sorprendieron a los naranjas, que aun así estuvieron a punto de resucitar tras llegar a los 4 minutos finales con 13 puntos de desventaja, un abismo contra rival tan defensivo.
Una pérdida de balón –el talón de Aquiles del equipo de principio a fin del curso–, con 81-77 y 30 segundos en el reloj, abortó el milagro y puso fin, de manera abrupta, a una temporada que prometía mucho, a pesar de ser la LEB Oro más complicada y dura de siempre.
Algunos rumores que apuntaban a un posible cambio de rumbo a nivel interno podrían haber quedado enterrados con la renovación, ayer mismo, de Epi. Queda por saber si se podrán conservar los mimbres más sólidos de esta temporada.
Diego Epifanio
La falta de dudas acerca de Diego Epifanio estuvo en barbecho durante los primeros compases de la temporada, donde su equipo lanzó muchos triples y convirtió muy pocos.
El burgalés no se preocupó, insistió en que ese era un buen camino. Y acertó. En cuanto encajaron todas las piezas el Leyma se convirtió en un equipo temible, tanto por la calidad de los jugadores como por la de Epi –y sus ayudantes Román Gómez y Carlos Penedo– a la hora de preparar cada partido. El equipo ganó a (casi todos) los ‘gallitos’, que esta curso eran muchos.
En playoffs se vio superado por su homólogo del Gipuzkoa, Lolo Encinas, pero también por los errores de sus pupilos desde el arco y por el poco aprovechamiento de las segundas oportunidades. Pese a todo, el técnico perfecto para seguir liderando este proyecto. Y así lo ha entendido la directiva, anunciando su renovación.
Pau Isern
El base vinculado del Xiria tuvo poca participación. Estaba para aprender y dar sus primeros pasos en la élite. Dejó detalles de jugador interesante.
Ingus Jakovics
El base letón fue uno de los más destacados. Defensa, ritmo alto y lanzamiento de larga distancia, con un don para anotar triples en momentos oportunos.
Goran Filipovic
El ‘1’ internacional croata fue de más a menos, además de mostrarse algo irregular. Mucha clase y excelente muñeca, sufrió ante pares más fuertes.
Olle Lundqvist
El alero sueco tiene todo para triunfar, pero una lesión en un hombro a principios de curso pareció limitarle. De hecho no abandonó el vendaje en la zona.
Javi Vega
El capitán de la plantilla pecó de cierta falta de regularidad, sobre todo en el tiro, aunque su experiencia fue oro en unos cuantos partidos que salieron torcidos.
Atoumane Diagne
Alternó fases de pívot dominante con otras en los que se mostró torpe en ataque y fallón desde el 4.60, lo que hizo que los rivales no se cortasen a la hora de frenarle con faltas.
Aleix Font
De más a menos. Arrancó como referente ofensivo, junto con Barrueta, y acabó perdiendo protagonismo y la puntería desde larga distancia. Un caso extraño.
Yunio Barrueta
Máximo anotador del equipo en regular y en playoffs. Tirador tremendo, le faltó, sobre todo en la primera mitad del curso, hacer más cosas distintas en la cancha.
Lottana Nwogbo
Empezó la temporada muy protestón y cometiendo muchas faltas. En cuanto se centró volvió a ser uno de los pívots importantes de la competición.
Alex Hernández
Reapareció en febrero tras un año KO por lesión. Naturalmente le costó entrar, pero cuando contó con minutos demostró que es uno de los mejores bases de Oro.
Djordje Simeunovic
El último en adaptarse al equipo. En cuanto lo hizo certificó que hay pocos aleros en Oro con su potencial. Tramo final y playoffs excelentes, el curso se le quedó corto.
Alex Galán
Partía como último de la rotación y acabó siendo el ‘4’ titular por su defensa, su garra y una mejoría notable en el tiro, aunque ‘desapareció’ en todo el playoff.