Dani y la discapacidad invisible
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Dani y la discapacidad invisible

Dani y la discapacidad invisible
Dani Blanco osa con su medalla en el muelle del puerto

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A Dani Blanco no le falta una pierna o un brazo. Se puede mover a la perfección. No tiene problemas de visión. Ni tampoco límites a nivel intelectual. “El autismo es la discapacidad invisible”, se queja Patricia Gómez, la madre de este niño coruñés. Sobre todo en el deporte, en el que todavía no hay categoría ni está reglada la participación de personas con un desarrollo cognitivo diferente. Pero Dani, con su superación continua, va abriendo camino. Su última brecha ha sido la de terminar, un día después de cumplir los 14 años, un acuatlón sin la necesidad de acompañantes. Ya había cruzado la meta de otro en A Coruña dos meses antes, pero en aquella ocasión con la ayuda de dos compañeros del club Hércules Termaria. Estuvo entrenando todo el verano con el apoyo de sus padres y terapeutas para volver a superarse. Un refuerzo para su autoestima en la búsqueda de una autonomía personal que desde hace cinco años ha ido estrechamente vinculada al deporte. Y una nueva llamada de atención sobre la necesidad de adaptar las competiciones para integrar a las personas con autismo.

 

“Todo el mundo le aplaudía y le felicitaba y la sonrisa no se le iba de la cara”


Dani empezó con 9 años haciendo surf, pero era súper complicado que atendiera a las instrucciones”, recuerda Patricia, “aunque poco a poco fue mejorando”. Hace tres, añadió la escalada a su curriculum y hace dos, el triatlón. “Su primera competición fue en diciembre de 2023, en piscina, y no consiguió nadar ni 25 metros sin el compañero”, continúa. Al principio, siempre tenía que ser así. Hizo un duatlón con guía. Y hace dos meses, un acuatlón con compañeros. Pero superado esto, su familia se fue a por más retos. “Nos tiramos a la piscina y dijimos: ‘ahora solo”, se ríe su madre.

 

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Dani haciendo surf


Entrenaron todo el verano. Ahí es el padre, Iván, el que lleva la voz cantante. Utilizaron el muelle del puerto como centro de operaciones tanto para practicar la natación como las transiciones. En el agua, le indicaban hasta dónde tenía que nadar, para que comprendiera que había que seguir unas órdenes. Para las transiciones llevaron cajas como las de competición y Dani practicaba a quitarse y ponerse las zapatillas. Era lo que les dejaba más dudas. “Yo estaba nerviosa, pero su padre confiaba cien por cien que lo iba a terminar”, reconoce Patricia. Sin embargo, al llegar a Pontevedra se encontraron con algunos cambios porque el recorrido, diseñado por Javi Gómez Noya, era diferentes al que habían entrenado. “Había que ir pasando las boyas por fuera y eso nunca lo había hecho. Me dio miedo pero el padre estaba confiado”, añade. Para la transición contaron con el cable que les echó la organización, que les permitió estar allí como ayuda si era necesaria. “Sabíamos que lo más seguro era que él se despistara porque había muchas cajas y cada una con su dorsal... Eso todavía es complicado para Dani. Simplemente le tuvimos que indicar dónde era y lo otro lo hizo solo, aunque más lento que el resto”, indica la madre. 

 

Hay que visibilizar el caso de Dani para que algún día exista la norma y su categoría


Porque él no compite contra nadie más que contra sí mismo. “Lo único que le importa es llegar, que sea de último le da igual”, confirma. Solo había que verle al terminar la prueba para comprobar los efectos de la satisfacción personal. No solo había alcanzado la meta. Es que lo había hecho solo. “Primero estaba muy cansado”, se ríe Patricia, “pero una vez le pasó, estaba súper contento, además todo el mundo le aplaudía y le felicitaba y la sonrisa no se le iba de la cara”. Un chupito de autoestima. “Por eso nosotros queríamos que lo hiciera solo, porque le hace ganar autoestima, confianza y darse cuenta de que puede”. 
Sentirse independiente es lo que le hace más feliz. Son los beneficios, en general, del deporte. “Cognitivamente le ayuda a avanzar y a ganar más autonomía en su día a día. Trabajas la autonomía, trabajas la parte cognitiva y luego la parte física. Y también estar en equipo, la socialización... sirve para todo”, explica Patricia. Practicando tres, se triplican también los beneficios. “Todos le aportan algo y aparecieron en momentos de su vida diferentes. El surf era más individual y la escalada le ayudó a trabajar en equipo y también a superarse. Antes le daba igual hasta dónde llegaba y ahora entiende que tiene que llegar hasta arriba de todo. Y si no llega y se cae, se cabrea. Además le ayuda a conectarse con todo lo que le rodea”, valora.

 

Integración
Pero no todo ha sido ni es fácil. También hay trabas. Hubo momentos en los que creyeron que nada de esto iba a ser nunca posible. “Nos dijeron que iba a ser completamente dependiente, que iba a acabar en un colegio especial y muy mal, que no avanzaría. Cuando el domingo lo veo solo en el medio del mar, no me lo podía creer. He visto los vídeos mil veces”, dice sonriente Patricia. La clave fue encontrar quién creyera en él, tanto en las terapias como en el deporte: “Nos cerraron muchas puertas. Lo echaron de varios clubes sin ni siquiera darle la oportunidad, ni le dejaron acabar la prueba. Está claro que él puede igual que podemos todos, pero necesita el apoyo de la gente que le rodea y ahora los entrenadores que tiene se han preocupado mucho por conocerle. Y si tienen dudas, nos preguntan”.

 

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Dani en el acuatlón


Otro de los problemas es que las competiciones no están adaptadas a sus necesidades. “No se contempla que un niño diagnosticado de autismo vaya con guía pero sí uno con discapacidad visual, por ejemplo. En los Juegos Paralímpicos no hay discapacidad cognitiva tampoco. Hay discapacidad física, intelectual, visual, parálisis cerebral... Si ya no hay desde arriba, menos abajo”, apunta. “La Federación de triatlón está poniendo su granito de arena y van abriendo la mano, pero no está reglado”, continúa y habla del surf: “Para competir no le dan facilidades. No le dejan ir con guía. Un niño con discapacidad física puede llevar ayuda incluso encima de la tabla. Y él que solo necesita que su monitor esté en el agua y le dé las instrucciones, no puede. El autismo es la discapacidad invisible. Como no hay nada físico no entienden que necesita ese apoyo. Por lo menos al principio. Que eso es lo bueno, que a lo mejor no es para siempre”.


Por eso de momento se encuentran con pocos niños como Dani en el mundo del deporte. “Hay que visibilizarlo para que algún día exista también la norma y su categoría. Ir abriendo camino para él y para los que vengan detrás”. De hecho, con su labor divulgativa a través de su cuenta de Instagram (@elvuelodedani) empieza a cambiar el paradigma. “Contactan conmigo todos los días mamás y papás y lo que me da más satisfacción es cuando me dicen que gracias a Dani han apuntado a sus hijos a natación o en el deporte que sea, que se han atrevido a algo que antes no y que gracias a leer lo que yo publico han cambiado de terapias o profesionales porque sus hijos no avanzaban. Lo que intento visibilizar es que si tu hijo no avanza, no focalices el problema en el niño sino en que a lo mejor no se le está dando lo que necesita para avanzar. Entonces hay que empezar a tocar en otras puertas”, reflexiona.

 

Sin rendirse
“A mí un día me dijeron que nos olvidáramos de él y yo dije que aceptaba el diagnóstico de mi hijo, pero no que no había solución”, cuenta. “Rendirse nunca” es prácticamente su eslogan. “Es verdad que hay un momento que estás hundido, sobre todo cuando no ves avances. Por eso siempre tienes que seguir y llamar a más puertas hasta que encuentres lo que funcione. Dani es el ejemplo. Durante años no avanzaba y de repente al dar con los profesionales que sí supieron darle los apoyos que necesitaba, él empezó a avanzar. Por muy mal que estés, siempre hay alguien en algún lugar del mundo esperándote para avanzar”, aconseja Patricia.

 

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Dani haciendo escalara


Alegato esperanzador. Y con nuevos objetivos en el horizonte. Después de un acuatlón y un duatlón, toca subir la apuesta a un triatlón: natación, ciclismo y atletismo. “Él aún no está preparado para ir solo porque la bicicleta es lo que más le cuesta. Ha avanzado mucho, ya sabe frenar y por lo menos ya no hay peligro. Pero no tiene dominadas las marchas”, comenta Patricia. Ahí también se dan la mano el deporte y su terapia: “Eva le hizo vídeos para que aprenda cuándo hay que subir la marcha, cuando hay que bajarla. Lo aprende primero en la teoría para llevarlo después a la práctica”, comenta. Siempre hacia adelante, Dani continúa con sus retos. En el deporte y en la vida. Bien acompañado. Saltando barreras y tendiendo puentes. 

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