Carlos García Colomo, en recuerdo de una ausencia
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Carlos García Colomo, en recuerdo de una ausencia

La Travesía de San Amaro homenajea al nadador, fallecido en enero y que había participado en todas las ediciones desde 1986: “Su mejor legado fue ser buena persona”, dice su hija Carmela
Carlos García Colomo, en recuerdo de una ausencia
Carmela García | Javier Alborés

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Puede que mañana pase desapercibido un gorro verde con las letras de Pabellón Ourense entre las 375 cabezas que esperarán en la playa de San Amaro para tirarse al mar. Los treinta y seis años anteriores lo había llevado Carlos García Colomo. A partir de ahora lo llevará su hija Carmela. Desde 1986 hasta 2022 su padre no se saltó ni una sola Travesía de San Amaro. Su favorita. La de 2023 se la perdió por enfermedad. Fallecido el pasado mes de enero, su ausencia teñirá mañana de nostalgia la salida de la prueba. El Club del Mar le rendirá un homenaje para eternizar su recuerdo. “Para nosotros era una tradición. Ya que ya no está, tengo que seguir yo, nadar por él”,  dice emocionada su hija Carmela


Los sentimientos están todavía a flor de piel y más en un sitio y una prueba tan importantes para su familia. “Somos de aquí, de Adormideras y del Club del Mar, y la travesía de San Amaro era nuestra travesía”, indica. “A mí me llegó al alma que nos llamasen para hacerle este homenaje. A él le hubiese gustado mucho esto. Para mí, ya no es solo la parte de la natación, a la que él se dedicó toda su vida. Yo creo que esto se hace porque él llegó a los demás como persona. Si no hubiese sido así, por muy bien que nadase, no creo que estos homenajes sucediesen. Su objetivo siempre fue ser buena persona, dejar una marca en los demás por eso. Y ese es su mejor legado”, explica. 

 

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Carlos García Colomo, entrando en meta en la travesía de San Amaro


Carlos García Colomo, de raíces ourensanas, formaba parte de una familia con fuertes vínculos con el agua. “De ocho hermanos, siete están federados en la categoría máster”, explica Carmela. Una de ellas es Cristina García Colomo, con varios récords de España de su categoría de edad y medallista europea de salvamento y socorrismo. “Ella también va a venir el domingo a la travesía”, apunta su sobrina, que cuenta los inicios de su padre en la natación, curiosamente, ya de mayor, en A Coruña, cuando vino a la ciudad con su tía en un viaje de negocios y esta le enseñó a nadar en el mar. 


Una tradición familiar. De tía a sobrino. De padre a hija. “A mí sí que ya fue lo primero que hizo, enseñarme a nadar, a que perdiera el miedo al agua y me familiarizara con el medio. De hecho, me recuerdo antes en el agua que caminando”, echa la vista atrás Carmela. Era una historia para la que estaba predestinada aunque su progenitor le recomendara que no se metiera en el mundo “porque era muy duro”. “Inevitablemente acabé siguiendo sus pasos”, reconoce. Parte de sus recuerdos de la infancia, de hecho, están ligados a la piscina, pero sobre todo a las travesías a las que seguía a su padre por toda Galicia durante el verano. “Llegamos a hacer una el sábado por la mañana, otra el sábado por la tarde y otra el domingo. Y mi madre con nosotros llevándonos los bártulos”, indica.

 

Carmela y su padre Carlos, en la salida
Carmela (bañador naranja) y su padre Carlos, en la salida


Había incluso piques entre ellos. “Desde que yo tengo uso de razón recuerdo que todos los veranos decía que era el último que hacía travesías. Pero siempre estaba la broma de que no podía dejarlo hasta que yo le ganara. Que me diera esa oportunidad”. Solo pasó una vez: “Le gané en As Pontes. Yo tendría 14 ó 15 años. Me acuerdo que llegó muy cerca, justo detrás de mí, y me dijo: ‘Ostrás Carmela, te fui viendo, fui a por ti y no fui capaz de ganarte. No me dejé ganar, me has ganado’. Fue la primera y la única vez”. Porque su padre se empleaba a fondo. Desde principios de abril hasta finales de octubre, el mar era su hábitat habitual. Y sin neopreno. No necesitaba nada más que “su bañador, su gorro y sus gafas”.


Carmela siguió compitiendo con el Club del Mar hasta casi los 30 años, aunque ahora, con 34, ya lleva tres sin entrenar. “Cuando llegaba la travesía de San Amaro yo me tiraba igual, sin entrenar, y él me decía que estaba loca. Pero yo la hacía porque era la del club y aunque no llegara entre las primeras, quería acabarla. Entonces me estaba esperando en la llegada, diciéndome que llegaba muy tarde porque él ya había acabado hacía diez minutos”, dice con una sonrisa.

 

San Amaro, especial


Porque iban a muchas travesías, pero por encima de todas estaba la de casa, ligada a un plano sentimental. “Él no era coruñés de nacimiento, pero el barrio y el club eran nuestra casa. Aunque sea de adopción, fue donde echó raíces y formó una familia”, reivindica. La de San Amaro era una cita deportiva y festiva. “El ambiente es especial. Puede ser porque viene gente de Asturias y de muchos sitios, por las australianas de después, porque nos juntábamos con amigos... es como una celebración de final de verano y de la temporada de travesías”, comenta sobre la prueba. “Es la mejor, quitando que hay otras en las que el agua está más caliente que en esa playa...” reconoce ante la más que ganada fama de este arenal coruñés por su gélidas aguas.


El de mañana no será el primer homenaje. Ya en enero sus compañeros del Club del Mar y de la Solana se juntaron en la playa, guardaron un minuto de silencio, se tiraron al mar, donde formaron una C, y después hicieron una mini travesía. “Yo lo hice sin neopreno, por eso mi chapuzón fue más corto que el del resto”, recuerda Carmela. Mañana ya hará el recorrido completo. “Espero que mi tía no vaya muy rápido”, se ríe,  “a ella tampoco creo que le gane porque está a tope”. Después harán una comida familiar. “Viene mi prima, que acaba de tener un bebé que ya apunta maneras. Le encanta el agua. Las generaciones van pasando y la idea es esa, que yo coja su relevo y que en un futuro, si yo tengo hijos, hacer lo mismo”. 

Carlos García Colomo, en recuerdo de una ausencia

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