Barcelos, el Liceo portugués
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17º-23º

Barcelos, el Liceo portugués

Es un club histórico, con fuerte arraigo, una bombonera como pista y lucha contra los grandes imperios del fútbol - Facundo Salinas y Martín Payero, que pasaron por ambos equipos, analizan los paralelismos
Barcelos, el Liceo portugués
Los jugadores del Barcelos celebran uno de sus seis goles del jueves en Riazor | JAVIER ALBORÉS

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Cuenta la leyenda medieval que un peregrino gallego fue acusado de un robo cuando partía desde Barcelos hacia Santiago de Compostela. Sentenciado a la horca, aseguró que como prueba de su inocencia cantaría un gallo muerto. Y así fue. Un milagro que le salvó la vida y que convirtió a este animal no solo en un amuleto de la buena suerte, sino en un símbolo de la ciudad y de todo Portugal. En Barcelos es famoso el gallo. Y después está el hockey sobre patines. Un deporte con fuerte arraigo en la población, en la que se erige una de las consideradas catedrales por los amantes del stick. Al Liceo le toca visitarla el jueves buscando una remontada histórica. Tiene que ganar por tres goles en la vuelta de los cuartos de final de la Champions tras el 4-6 de la ida. Otro gallego que necesita un milagro para salvarse de la ejecución. Cante el gallo o no.


Jugar en Barcelos no es una plaza cualquiera. Tal y como A Coruña es sinónimo de hockey, lo mismo ocurre con la pequeña ciudad, de unos 60.000 habitantes, situada en el norte de Portugal, a solo setenta kilómetros de la frontera con España. De hecho, hay muchos paralelismos entre los dos clubes. Ambos históricos, de su país y de Europa. Ambos obligados a luchar contra los grandes imperios del fútbol, con mucho menos presupuesto, reconstruyéndose año tras año, pero tirando del corazón y del orgullo de toda una ciudad detrás. El Barcelos es el Liceo portugués. O el Liceo el Barcelos español, ya que uno fue fundado 24 años antes que el otro. 

 

Payero y Salinas

 

No es casualidad, por tanto, que dos de los mitos de la historia verdiblanca como los argentinos Facundo Salinas y Martín Payero vistieran también los colores del Barcelos. El primero, para colgar los patines en un año extra que se le negó en casa. El segundo, en el medio entre su primera y su segunda etapa. Uno de Mendoza. Otro de San Juan. Y los dos con los mismos grandes recuerdos de su paso tanto por las filas lusas como por las coruñesas, donde finalmente se asentaron, formaron una familia y siguen residiendo en la actualidad. 

 

Para mí fue inolvidable a todos los niveles, humano, profesional, cultural... Un aprendizaje importante y un apoyo incondicional de la hinchada, de la gente directiva y de los compañeros. Fue un año espectacular”, resume Facundo Salinas, que jugó en el Barcelos la temporada 2004-05, la última de su carrera deportiva. “La experiencia para mí fue de los mejores años de mi carrera deportiva”, confirma Martín Payero, que llegó a Portugal en el curso 2002-03 y estuvo tres años, compartiendo el último precisamente con Salinas. “La verdad que fueron unos años muy provechosos, los aproveché muchísimo deportivamente y los disfruté un montón a nivel también deportivo y personal, en una ciudad pequeña y muy acogedora. Pero el club se quedó sin dinero, me surgió la opción de volver al Liceo y regresé”, continúa Payero, en activo hasta hace dos años.

 

Historia


El Barcelos se fundó en 1948. “Es un histórico del hockey portugués, con una tradición importantísima ya no solo nacional, sino internacional. Han pasado grandísimos jugadores por sus filas y siempre está en las primeras plazas”, analiza Salinas, que reconoce esa vinculación con el Liceo por el hecho de tener que competir contra equipos que se nutren de los grandes presupuestos vinculados al fútbol como el Barça en el caso del Liceo; el Sporting, el Porto y el Benfica en el del Barcelos. Parte en desventaja que suple con la buena intención de la directiva y con el esfuerzo de toda la gente”, confirma. “Lucha contra las potencias”, corrobora Payero. “Año a año el Barcelos se va reinventando, si no le ceden a uno, pillan a otro, y la verdad es que tiene un cierto paralelismo con el Liceo, aunque en el caso del Barcelos lucha contra tres equipos de fútbol y el Oliveirense, con presupuestos que son de otro mundo. Y como el Liceo, siempre está dando guerra. Tienen el mismo mérito”.

 

La Catedral


Una de las claves la tiene su pista. “Una bombonera”, la describe Salinas. Situada en el medio del parque municipal de Barcelos, se pasa de la idílica estampa de un estanque con cisnes y patos coronado, por supuesto, con una de las múltiples esculturas salpicadas a lo largo de toda de la localidad del mítico gallo, a uno de los infiernos del hockey continental a pesar de que tan solo tiene dos mil asientos. “Es un espectáculo jugar allí, todos coincidimos que jugar allí es especial”, contesta Payero. “Hay muchísimo ambiente. Tienes a la gente cerca, la bola va rápido, el suelo es duro”, continúa Salinas y su compañero y compatriota lo confirma: “Es pequeña, no es un gran estadio, pero es muy bonita”.

 

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Aficionados del Barcelos, en el Palacio de Riazor | JAVIER ALBORÉS

 

Kaos Barcelense


Eso sí, mucho mejor para jugar de local que de visitante. Porque otra de las claves está en su afición, conocida como el Kaos Barcelense, que incluso acude en masa a los entrenamientos de pretemporada. “Es una pista muy difícil para cuando vas de visitante lograr éxito, pero bueno, se puede”, afirma Salinas, que vivió ambientes muy hostiles cuando defendía la camiseta del Liceo, como en la final de la CERS de 1999, que terminó incluso con invasión de la pista. Payero, sin embargo, piensa que esas actitudes son cosa del pasado, de otra época y que ahora lo que se vive es un gran ambiente de hockey. “Su afición es un espectáculo, acompaña al club a todos los sitios, ya se vio el jueves pasado en Coruña (cerca de un centenar de seguidores portugueses se acercaron hasta el Palacio), que hubo un momento que se les escuchaba más a ellos que al pabellón entero. Se hacen notar. Y todo el pueblo se vuelca cuando hay partido en casa”, apunta el ahora entrenador del Oleiros. 

 

Títulos


En lo que de momento supera con creces el Liceo al Barcelos es en títulos. 43 para los verdes, el último en 2022. 20 para los portugueses, el más cercano la CERS de 2017. Y ambos luchando por ampliar su palmarés. Uno de los dos se quedará a solo dos pasos del cetro continental. 

 

Un “partidazo” en la ida y una vuelta difícil pero que “hay que jugar”

Payero reconoce que tiene “el corazón un poco partido” con la eliminatoria entre el Liceo y el Barcelos. La ida, en A Coruña, la vio de hecho con amigos que se desplazaron desde Portugal. “Fue un partidazo de hockey con dos equipos que proponen todo el rato”, analiza y apunta que las individualidades de los portugueses inclinaron la balanza. “Además es que les salió todo, el partido redondo”, dice y pone en valor el cinco inicial del Barcelos: “Igual el que menos técnica tiene es Luis Querido y le da al equipo un gran equilibrio y es increíble la madurez con la que juega. Y luego están Rampulla y Manrubia que van en avión. Lo de Manrubia fue impresionante. El ritmo al que jugaron cuando estuvieron ellos fue increíble”.


La vuelta la ve difícil. “Pero hay que jugar”, señala. “El Liceo tiene que hacer un partido muy serio defensivamente. Y después tratar de ir minuto a minuto a intentar igualar la eliminatoria”, aconseja. "Tienen un potencial ofensivo ellos muy fuerte, pero si el Liceo está bien plantado, yo creo que puede sorprender. Tenemos también jugadores rápidos y que trabajan muy bien las transiciones. Todo es posible", sigue.

 

El argentino tuteló durante unos años en Dominicos tanto a Bruno Saavedra como a Jacobo Copa, a los que con orgullo triunfar en el Liceo. "De Jacobo veo la evolución normal. Porque si bien nunca me imaginé que se iba a asentar tan rápido, sabía que más tarde, más temprano, iba a acabar jugando minutos", dice. Y de Bruno destaca su enorme potencial. "Lo mires por donde lo mires, es increíble todas las virtudes que tiene: físicamente, técnicamente. Siempre le cuesta un poco más entrar en el sistema y aprovechar todas esas virtudes que tiene, pero por calidad tiene un enorme potencial". Sabe de lo que habla porque le llegó la mamadurez deportiva ya pasada la treintena (y le duró hasta bien pasada la cuarentena) y muchas veces lamentó no tener la cabeza de los 40 con el cuerpo de los 20. "Soy una especie de Bruno ¿no?", se ríe. "Por eso cuando estaba conmigo, le insistía tanto en ese sentido. Porque yo lo había sufrido".

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