El 11 de agosto de 2012, Sofía Toro (A Coruña, 1990), Támara Echegoyen y Ángela Pumariega protagonizaron una de las grandes gestas del deporte español en los Juegos Olímpicos de Londres. El equipo de match race no entraba en ninguna de las quinielas tras haber sufrido la clasificación hasta el último segundo. Y se llevó el oro tras una competición inmaculada con victoria incluso sobre el gran favorito, Australia, en la final. La coruñesa se llevó un nuevo apellido, el de campeona olímpica, que lleva desde entonces con orgullo en su vida, que sigue ligada al mundo del deporte.
¿Cuál es su primer recuerdo de unos Juegos Olímpicos?
Los primeros Juegos que recuerdo son los de Sidney 2000, que tenía 10 años, y casi no me acuerdo de nada, pero sí de la medalla de Nina Zhivanevskaya. La conocí hace poco en un evento del COE y se lo dije. Entonces me di cuenta de lo que eran los Juegos Olímpicos, pero poco más. Luego cuando ya sí que me acuerdo de seguir alguna competición fue en Atenas 2004, que Iker Martínez y Xabi Fernández quedaron campeones. Yo ahí navegaba en optimist, y en el Campeonato de España por equipos, que fue en Sanxenxo, vinieron con el 49er y nos subieron a algunos con ellos.
Vaya premonición. Ocho años después la del oro era usted.
Además ellos también estaban en Londres. Esa campaña olímpica casi no la hicieron porque estuvieron navegando en vela oceánica. Entonces yo casi nunca había coincidido con ellos. En la Villa, durante los Juegos, me acuerdo que un día casi fui a contarles que había navegado con ellos, pero no me atreví a decírselo. Pero sí tengo una foto con ellos.
¿Cuáles son los Juegos que más ha seguido?
A partir de Londres ya. Tanto en Sidney como en Atenas era pequeña y en Pekín supongo que fue por la diferencia horaria no lo seguí mucho. En Londres empecé a conocer a deportistas y sí que me acuerdo de ver algunas competiciones como la de David Cal, que fue una que empezó muy mal y terminó segundo. Y también otra remontada tremenda de Mireia Belmonte.
¿Seguirá los de París?
Yo creo que sí. Porque vamos a estar mucho en casa. La verdad es que yo sigo ahora mucho el atletismo, muchísimo. Acabo de ver los Europeos, me veo todo. La Diamond League la vi entera también. Me gusta mucho. La natación seguro que también la veo.
¿Verá la inuguración, con Támara Echegoyen como abanderada del equipo español?
Me hizo mucha ilusión, la verdad, que vaya a ser Támara la abanderada. Creo que se lo merece muchísimo. Cuando me enteré, me dio una buena alegría. Pero también me acabo de enterar de que irá mi hermano, que es técnico de la federación. En vela, y supongo que en todos los deportes, sólo va uno por deporte. Y normalmente lo sorteaban, pero este año le dijeron a mi hermano, que como es el que lleva más tiempo, que va él. Ya estuvo en Tokio, pero no en el desfile ni nada. Aún no saben bien cómo es el rollo de los barcos, que van por el Sena y eso. Pero bueno, va a ir a París y va a estar allí, porque la competición es en Marsella.
¿Qué fue del Xiquitas Team?
La última vez que nos vimos las tres yo creo que fue en la boda de Ángela [Pumariega], que fue el año pasado. Y a Támara hace tiempo que no la veo. Pero hablamos mucho. Ahora que acabo de ser madre, a ver si me vienen a visitar por aquí. Cuando acaben sus compromisos tanto políticos como deportivos. Tengo muchas ganas de verlas.
¿Cuántos años convivieron?
Cuatro. Con Ángela Pumariega más, porque luego volví a navegar con ella en 470. La verdad es que tenemos muy buena relación. A Támara además también la conocía de antes. Es muy amiga de mi hermano. Tenemos muy buena relación.
¿Fue casi más duro llegar a Londres, con el proceso clasificatorio, que ganar el oro?
La clasificación fue muy dura porque el otro equipo español era muy bueno también. La verdad es que fuimos teniendo una progresión muy rápida. Y justo llegamos a los Juegos en nuestro pico de forma y sin ningún miedo. Íbamos a por todas y fue muy bien.
¿Fue muy complicado gestionar la presión de estar luchando por la plaza contra otro equipo español?
Estuvimos cuatro años entrenando y conviviendo los dos equipos. En los últimos meses, antes de la selección, nos separamos. Pero incluso después de que se supiera que éramos nosotras las elegidas, dos del equipo rival se quedaron para hacernos de sparrings. Fue un acto de solidaridad muy grande por parte de ellas y que nos ayudó a llegar a Londres más preparadas. Aún me acuerdo del día que se supo que éramos las elegidas. El director técnico, Santi López Vázquez, nos citó en el hotel. Se puso a llorar. Y dijo que había sido una decisión muy difícil, pero que tenía que tomarla y que si no tomaba la decisión que tomó, iba a ser muy injusto con el equipo que había demostrado que tenía que ir a los Juegos. Y dijo que éramos nosotras. Entonces claro, las tres se quedaron allí y nosotras tres nos levantamos y nos dimos un abrazo. Sin poder celebrar mucho. Porque a los diez minutos nos subimos a una furgoneta con ellas para un viaje de doce horas. Fue un momento un poco tenso. A mí no paraban de llamarme para felicitarme.
El deporte tiene esa doble cara.
Todos los que hemos ganado, también hemos perdido muchas veces. Lo aprendes con el tiempo. Yo siempre cuento que cuando navegaba en optimist estuve a punto de clasificarme para el Campeonato de Europa, pero me quedé fuera porque el último campeonato no me salió bien. Y me acuerdo de llorar porque se me había escapado la oportunidad de mi vida. Esto fue en 2005. Mi padre me dijo que no me preocupase, que era muy joven, que la vida daba muchas vueltas y que si me esforzaba podría conseguir más cosas. Tres años después estaba en el equipo olímpico y siete después, ganando los Juegos.
Si pudiera elegir solo un momento de lo vivido en Londres, ¿cuál sería?
La entrega de medallas, cuando estábamos ahí en el podio y ver a todo el equipo, a toda la familia. Bueno, todo el último día en general, en la final. Porque era la última competición de vela. Entonces todo el equipo estaba como volcado con nosotras. Estaban muy contentos por nosotras. Y eso era como... no sé. Te daba muchísimo ánimo y muchísima alegría que la gente se pusiera tan contenta por algo que te estaba pasando a ti.
¿Iban de tapadas, sin ser favoritas, y por eso los compañeros se alegraron tanto?
Éramos un equipo muy joven. Y una modalidad nueva en España. Entonces durante toda la preparación el resto del equipo nos ayudó mucho. Yo me acuerdo de que había veces que no teníamos con quién entrenar. Y que los que navegaban en 470 o en 49ers salían con nosotras. Yo creo que eso facilitó que todo el mundo fuese viendo nuestra progresión y que por eso les hizo mucha ilusión nuestro oro.
Y la locura al llegar a casa.
A veces pienso: ‘¿Yo viví eso?’ Pero me acuerdo de todo. De verdad que fue tremendo. Lo del aeropuerto fue una locura. Después hicimos fiesta en el Náutico, fuimos al Ayuntamiento, visité dxt campeón y me regalaron una portada enmarcada... Ahora me estoy acordando del coche que tenían entonces mis padres, con techo solar. Iba ahí arriba como si fuera la Reina Sofía. Muy gracioso. Nunca imaginé que la gente se iba a volcar tanto conmigo. Fue increíble.
¿Le queda la sensación de que ‘campeona olímpica’ ya forma parte de su apellido?
Estoy muy contenta con el apellido de campeona olímpica, claro. O sea, lo llevo con mucho orgullo. Pero sí que es cierto que ahora en mi vida laboral, que ya no navego, también quiero que se valoren mis otras aptitudes. Pero yo siempre he sentido que se me reconoce bien.
¿Qué ha sido de Sofía Toro después de ganar los Juegos?
Después de Londres, el match race dejó de ser olímpico. Así que empecé a competir en 470. Y estuve compitiendo hasta el año 2018. Esa temporada fue muy dura. Ángela estaba lesionada y perdimos muchas horas de entrenamiento. Realmente vimos que quedaba muy poco tiempo para Tokio y decidimos irnos a hacer otras cosas. Yo en ese momento terminé de hacer un máster y al curso siguiente ya me fui a Murcia a trabajar como profesora de la Facultad del Deporte de la UCAM. Estuve dos años, hasta que llegó la pandemia. Y ahora trabajo en el Clúster Galego da Industria do Deporte e o Benestar. Estoy muy contenta. Me tocó empezar de cero y poner todo en marcha. Al principio todo era muy nuevo para mí. Porque no había tenido un puesto de gestión. Pero gracias a los estudios y a la experiencia de mi deporte, que requiere de una logística complicada, me fue más fácil porque me ayudó a tener la capacidad para resolver problemas y a adaptarme a nuevas situaciones. Empecé con treinta socios y ahora llevamos noventa. Estoy muy satisfecha.