La trayectoria de María De Valdés Álvarez (19 de octubre de 1998 – Fuengirola, Málaga) es una montaña rusa. Hace dos años se quedó fuera de los Juegos Olímpicos de Tokio por la limitación de plazas por países, en 2022 se colgó la medalla de plata europea y firmó un quinto puesto mundial (los dos resultados en los 5 kilómetros de aguas abiertas) y en 2023, después de una operación en el hombro, no entró en el equipo para el Mundial. “Llegué a odiar la piscina”, reconoce.
Lleva seis años en A Coruña becada por el CN Liceo, pero no ha perdido el acento ni la gracia de su tierra. Atiende la llamada a este diario desde Fuengirola y admite que lleva unos días sin tocar la piscina. “Necesitaba desconectar, estar cerca de mis amigos y mi familia, pero son unas vacaciones activas porque si dejo el deporte de golpe perdería toda la forma cuando vuelva en septiembre a los entrenamientos”.
Seis años en A Coruña, ¿cómo surgió la opción de venir aquí?
Tengo raíces gallegas por mi madre y toda su familia. El Liceo me ofreció una beca y acepté con los ojos cerrados por vivir la experiencia. Estoy contenta por la decisión que tomé en ese momento. Y súper agradecida a mi entrenador y la gente del club por todo lo que me apoyan.
¿Cómo es entrenarse en un club pequeño y al margen de los grupos de entrenamiento en los centros de alto rendimiento?
Desde pequeña siempre me ha sentado bien entrenar en un club y nunca he necesitado hacer un cambio. Los centros son una buena opción, pero para mí, por mi forma de ser y por mi personalidad, creo que no sabría gestionar tanta presión y tanto enfoque en la natación. Aquí, cuando termino de entrenar puedo desconectar a nivel deportivo y personal.
¿Qué tiene de particular el Club Natación Liceo?
Es un club muy familiar y aquí la manera de trabajar está marcada sobre todo por mi entrenador (Jesús De La Fuente). Llevo con él ya seis años, me apoya desde el primer día y nos entendemos perfectamente. Es verdad que no tenemos piscina de 50 metros, pero la de 25m es también importante para muchas cosas, tanto para la piscina como para las aguas abiertas.
¿Cómo se entrena para las aguas abiertas?
Se entrena más en categorías inferiores, júnior o infantil, para coger la experiencia y saber qué ritmos marcar en la prueba. En la selección nos enseñan cómo defendernos de los contactos, cómo hacer los giros de boya, los avituallamientos… pequeños detalles que marcan la diferencia en el deporte. En absoluto ya no hace falta estar tan pendiente de esas cosas, se puede decir que una vez que las aprendes es como andar en bici. No se suele entrenar en aguas abiertas y los entrenamientos más específicos son en piscina. Algún día más esporádico vamos al mar para acostumbrar al cuerpo, pero poco más.
¿Te esperabas una despedida como la de París? (María y el equipo nacional estaban en la capital francesa para nadar una prueba de la Copa del Mundo que se suspendió por los altos niveles de contaminación en las aguas del río Sena, sobre todo por la bacteria E.Coli).
Cuando nos lo comentaron nos quedamos un poco pillados. Primero aplazaron la prueba de chicas, del sábado al domingo, pero nosotras decíamos ‘la bacteria no se va a ir de un día para otro’ (risas). Al final, ni chicos ni chicas por la bacteria esa.
¿Te dio tiempo a hacer algo de turismo?
No pudimos hacer casi nada por el simple hecho de estar a la expectativa de si podíamos nadar o no.
Un final extraño para una temporada rara.
No ha sido mi mejor temporada, al revés, ha sido una de mis peores temporadas deportivamente. No he llegado donde quería.
No contabas con quedarte fuera del Mundial.
Trabajé con mi entrenador, mis fisios y la psicóloga para llegar de la mejor manera posible al Mundial. Es verdad que tenía menos carga de trabajo que mis rivales por los tiempos de la operación, pero trabajamos mucho para llegar y me sentí muy triste por no haberlo conseguido. Verme la temporada pasada tan arriba y ahora tan bajo… Es difícil.
Tan abajo, tan abajo no estás. Hace unas semanas lograste dos medallas de oro y una de bronce en el Campeonato de España Open, ¿te refuerza para el futuro?
A todo deportista le gusta estar en lo más alto, sí, pero en este campeonato lo que buscaba eran los tiempos y me quedo con esa espina de no haber conseguido la mínima para Doha (el próximo Mundial, en febrero de 2024, clasificatorio para París).
¿Te ha afectado la lesión?
Ha pasado casi un año, fue una operación exitosa y el hombro está perfecto.
¿Todavía duele lo de Tokio?
Cuando peor lo pasé fue después del preolímpico, que me quedé a las puertas de ir a los Juegos. Fue uno de los momentos más duros de mi carrera: estuve entrenando muchas horas para quedarme a un paso. Llegué a odiar la piscina. Fue muy duro, pero poco a poco lo fui superando con la ayuda de mi psicóloga y el apoyo de mi gente.
¿Objetivo París 2024?
No quiero darle muchas vueltas ahora. En su día lo pasé tan mal, que vamos a tomarlo con otra filosofía. No me salió en Tokio y tengo que tener la mente fría para hacer de mejor manera la preparación.
Estudias psicología por la UCAM, ¿te interesa la salud mental en el deporte?
Es un tema que me llama mucho la atención y me gusta estudiarlo para poder ayudar a deportistas que pasen por lo mismo que yo.