Tercer partido a domicilio, tercera derrota. El Deportivo Liceo no levanta cabeza lejos de Riazor. Ni en un partido que parecía controlado, el equipo coruñés cayó en Mataró ante otro ascendido, como el Sant Just, pero que hasta ahora no había estrenado su casillero de victorias. La pesadilla continúa.

Y eso que las cosas empezaron bien para el equipo de Juan Copa. La primera noticia positiva fue el regreso de Dava Torres al cinco inicial, síntoma de que se encuentra recuperado de las molestias que le mermaron su rendimiento desde la final de la Supercopa.

La segunda fue el 0-1, obra del propio Dava a los seis minutos, un gol de rebote, el primero de la extraña colección en un partido también raro. El capitán jugó en la frontal del área con César Carballeira, tuya-mía, y remató con violencia. Despejó el portero, pero la bola golpeó en un defensa y acabó en la portería.

El segundo tanto también merece detenerse. Tomás Pereira sacó a relucir una de sus “bombas portuguesas”, como definió Copa a los potentísimos palazos del luso. El trallazo se estrelló contra el poste de Sergi Grané, pero Pereira y Fran Tombita, que lo vio de cerca, enseguida pidieron el gol. Los colegiados, después de una consulta rápida, subieron el 0-2 al marcador.

Con doble ventaja y una sensación de dominio y solidez, justo lo que pidió el míster antes del partido, el Liceo se marchó tranquilo al túnel de vestuarios. Nadie imaginaba la que se le venia encima.

El que perdona...

Pudo matar el partido el equipo coruñés con varias ocasiones, la mejor de Tombita con un remate que desvió Grané con el casco. El que perdona, ya saben, lo acaba pagando.

Corrían seis minutos de la segunda parte cuando Lluc Vilà recortó distancias al desviar un disparo desde media pista, otro gol de rebote y que los liceístas protestaron sin éxito por el uso indebido del patín.

Con el 2-1 se encendió la grada del Jaume Parera i León. La situación pedía calma y firmeza. La tuvo el equipo coruñés, quizá un pelín conservador, pero sin agobios hasta los dos últimos minutos.

Entonces, los fantasmas de Calafell y Sant Just se aparecieron de golpe. Abel Moya y de nuevo Vilà completaron la increíble remontada del Mataró con dos goles prácticamente seguidos y de nuevo evitables. La defensa del Liceo era un flan. 

Con el 3-2, Tombita se tiró a la piscina y el árbitro picó, señalando azul al local Xavi Burguillos. No falló Pablo Cancela, el especialista –cuatro de cuatro en directas– pero el partido guardaba una vuelta de tuerca más. La famosa ley de la compensación, penalti inexistente para el Mataró y gol. Con cinco jugadores de pista, el Liceo la perdió nada más sacar y Moya sentenció. No fue un mal sueño.