De la primera Eurocopa que ganó España en 1964 siempre se recuerda el famoso gol de Marcelino en la final del Bernabéu ante la Unión Soviética. Con un gran cabezazo en el minuto 84, el jugador del Zaragoza subió el 2-1 definitivo al marcador y Ferran Olivella recibió la copa en el césped de manos del belga José Crahay, representante de la UEFA. Aquel fue el primer triunfo de un país en blanco y negro que se apuntó al color bajo la batuta de su mejor futbolista: Luis Suárez.
La historia de aquella Eurocopa es también la de la anterior. La generación de Luis Suárez tuvo que sustituir a la que no pudo ganar en 1960 por culpa de la política. Seguramente, España, con Di Stéfano, Gento, Tejada, Ramallets, Kubala y el mismo Luis Suárez era de las más temibles del mundo. No fue al Mundial de 1958 por un pinchazo inesperado ante Suiza y se quedó sin Eurocopa por culpa de la política.
En 1960 el régimen de Franco decidió que España no podía jugar las semifinales porque tenían que visitar a su archienemigo comunista, la Unión Soviética. Iba lanzada hacia el título y tuvo que esperar cuatro años más para conseguirlo. Sin muchos de aquellos jugadores, Luis Suárez se erigió como el líder de una selección que jugaba al ritmo de un jugador diferencial que ganó el Balón de Oro en 1960 y que fue segundo en 1961 y 1964 y tercero en 1965.
El coruñés Luis Suárez era un jugador elegante, con gran habilidad técnica y una visión excepcional de juego. Generaba ocasiones para sus compañeros y marcaba goles de forma consistente. Triunfó en sus inicios en el Deportivo, luego en Barcelona y después en el Inter, donde marcó una época con las Copas de Europa de 1964 y 1965. Y, a la Eurocopa de 1964 llegó en plena forma, como una de las figuras más importantes del mundo.
En la fase de clasificación, apenas disputó uno de los seis encuentros. En octavos de final, su actuación en Belfast fue clave para eliminar a Irlanda del Norte. En la ida, sin Luis Suárez, España empató 1-1 en Bilbao. En la vuelta, ganó 0-1 con un tanto de Gento, una actuación soberbia del portero debutante Pepín y con un gran partido de Luis Suárez.
Después, en cuartos de final frente a Irlanda, Luis Suárez no pudo jugar y su lugar lo ocupó Villa. Y ya en semifinales, ante Hungría, volvió a tomar el timón con maestría para que España ganara 2-1.
En el partido por el título, disputado en el Santiago Bernabéu, adquirió galones gracias su experiencia en las finales de Copa de Europa y el combinado dirigido por José Villalonga alzó un título promocionado por el Régimen, que pasó del boicot a la propaganda para lucir un trofeo en el que Luis Suárez fue su artífice, su director y su arquitecto.
