De la calle de San Andrés a Madrid, de la ingeniería a crear Dorna, una corporación enfocada a la representación de futbolistas, la contratación de espectáculos y, sobre todo, la promoción y difusion del deporte o la adquisición de derechos televisivos. Carlos García Pardo (A Coruña, 1944) fue el muñidor del Plan ADO, una iniciativa que le dio un barniz único a la participación española en los Juegos Olímpicos de Barcelona, el innovador que compró los primeros derechos de televisión que la Liga de Fútbol Profesional puso a la venta, la persona que puso sobre la mesa una liga femenina de fútbol o diseñó una Superliga europea es un deportivista -“también madridista, antes tenías dos equipos”, aclara- que disfruta de sus vacaciones en Mera y se acerca a la Redacción de dxt campeón con su gran amigo Eduardo Blanco, que advierte: “Carlos siempre ha sido un pedazo de Galicia en Madrid. Su empresa era Dorna, la cuadra que tenía era Alborada y su mejor yegüa se llamaba Bolboreta”.
¿Cómo se llega a hacer un recorrido vital como el suyo?
Hay una parte de casualidad. Estudié en Maristas y me fui a Madrid a estudiar Ingeniería de Caminos. En aquella época era sencillo entrar a trabajar en una empresa del sector incluso antes de acabar la carrera, así que en cuarto y en quinto ya me sentía el rey del mambo. Gané dinero, me independicé pronto y empecé a trabajar en MZOV, que hacía los túneles del Metro. En 1972 ya era empresario.
No tenía ni treinta años...
Sí. Empecé en el mundo inmobiliario. No teníamos un duro, pero estábamos en un tiempo de efervescencia. Localizamos un primer edificio e hicimos un proyecto, buscamos promotores y contruimos un edificio en la calle Blanco Garay con apartamentos y estudios. Se vendieron bien y el éxito nos animó a una segunda experiencia. Y vimos dos edificios que nos gustaban en los números 66 y 68 de la calle Ferraz...
(...)
Allá fuimos. Negociamos con los inquilinos, que vivían todos de alquiler y acabaron comprando unos pisos en una calle cercana. E hicimos un proyecto que consistía en derribar lo que había para construir 48 viviendas, pero en ese momento pasaron por allí dos históricos socialistas a decirnos que en aquella casa había muerto Pablo Iglesias. Nosotros no lo sabíamos... El caso es que aquello se detuvo y nos quedamos algo mas de un par de años con 120 millones de pesetas parados que habían aportados por dos socios. Fue justo cuando Felipe González regresa a España.
Isidoro.
Correcto. Enrique Sarasola fue quien le trajo a Madrid y lo tenía en un apartamento cerca de Callao. Yo trabajaba con él porque era director técnico de una urbanización que estábamos construyendo y así fue como entablé relación con Felipe, que venía cada dos por tres por nuestra oficina. El caso es que por otra parte también estaba en contacto con Javier Solana, Carmen García Bloise y otros históricos del PSOE porque quería desbloquear con ellos la situación del edificio de Ferraz. Al final estaban sobresaturados en la vieja sede que tenían en García Morato, así que encontraron un crédito, nos compraron el edificio y recuperamos la inversión. Fue una época apasionante.
¿Y cómo evolucionó de esos negocios hacia los del deporte o los espectáculos musicales?
Lo de los espectáculos fue también casual porque uno de nuestros inversores era manager de Camilo Sesto y Rocío Jurado. Pero mi sector no ere ese. En realidad lo que a mí me ha gustado siempre ha sido el deporte. Y el Deportivo, claro.
¿Cuál fue su primer Deportivo?
Iba con seis años a Riazor con mi padre. Pedrito, Tomé, Acuña, Otero...
La camiseta blanquiazul actual y la del año pasado homenajea la gira por América de 1954.
Y en ella estuvo Zubieta. ¡Yo le vi jugar! De lo mejor que hubo en su puesto, un precursor de Beckenbauer.
¿Le gustaba más aquel fútbol?
No se pueden comparar épocas. Podríamos hablar de quienes eran los mejores en un tiempo determinado. La forma de jugar, la preparación, el balón, los campos... Todo es diferente. El caso es que yo iba con mi padre a Riazor y en la grada veía todos los domingos a una profesora que era catedrática de instituto, muy recta y seria. Y allí estaba insultando al árbitro todos los partidos. Entendí que el fútbol era algo muy especial (risas).
Y entró en él. ¿Cómo lo consiguió?
Tenía las oficinas de la inmobiliaria en el edificio Windsor y siempre me gustó leer. Bajaba a El Corte Inglés a comprar libros, o al menos a ojearlos y allí vi uno escrito por Mark McCormack, el fundador de IMG, la gran agencia americana de representación y gestión deportiva. “Lo que no le enseñarán en Harvard Business School” era el libro. Él estaba enfocado a atletismo, golf o tenis, pero pensé que en España había espacio para hacer algo similar con el fútbol. La primera operación la hice con Vicente Calderón, que quería traerse a Alemao y le pedían un dineral. Lo conseguimos por la mitad. Luego ya entré en la operación del fichaje de Zubizarreta por el Barça, que conllevó además a llegada de Biurrun al Athletic. Y lo de Paco Llorente, con el decreto 1006...
Aquello fue lo nunca visto. Fue el primer jugador en acogerse a una rescisión unilateral de contrato gracias a un decreto gubernamental, el 1006. Se fue del Atlético al Real Madrid y en esa peripecia nacieron las cláusulas de rescisión, aún vigentes.
Y que sólo existen en España. En el resto de países hay que negociar siempre los traspasos. Aquí se paga y listo.
¿Qué aprendió en el fútbol?
Que no importa lo bueno que sea un jugador para que funcione en un equipo sino que tienen que darse una serie de condiciones personales para que esté a gusto y rinda. Nosotros entonces ya ofrecíamos una asistencia integral al futbolista. Y pronto vi también la posibilidad de generar más ingresos a través de la publicidad AdTime que existía en Estados Unidos. Trajimos ese sistema porque hasta los noventa lo que había en los campos o en los pabellones eran vallas.
¿Dónde forjó el espíritu emprendedor?
No lo sé. Tengo muchos defectos, pero lo que me gusta es pensar en la fotografía de lo que va a pasar dentro de diez años.
Aunque con la Superliga se adelantó veinte...
Alguno más.
¿Qué va a pasar en diez años?
Creo que el fútbol va a cambiar absolutamente. Es inútil pretender desligar un espectáculo del deporte. A la Eurocopa o al Mundial se clasificarán diez o doce equipos directamente, sin tener que jugar ante con Islas Feroe o San Marino. La Copa del Rey también cambiará. Y los jugadores que valen una millonada a los clubs no disputarán absurdos amistosos de selecciones. Dentro de diez años estará funcionando una Superliga europea, claramente.
Hay mucha gente que se opone y que defiende que el formato actual de competiciones propicia el crecimiento del fútbol en muchos países.
Hace tiempo que se discute sobre eso. En Inglaterra e Italia los clubs son sociedades que cotizan en bolsa, no puedes seguir arriesgando a que se te lesione un futbolista de 100 millones de euros en un partido amistoso o en uno contra San Marino.
¿Vamos entonces hacía competiciones cerradas para gigantes?
En todos los deportes hay una competición estrella. En baloncesto está la NBA, en motociclismo tenemos Moto GP, en automovilismo la Fórmula 1. En el 2000 estuvimos visitando a los equipos cuando queríamos lanzar la European Golden Cup y en Eindhoven los directivos del PSV nos dijeron que Philips podría llegar así a ser una firma conocida a nivel global. Esa oportunidad se dejó pasar. El PSV era en 1988 un club grande, el campeón de Europa. Hoy no está a esa altura porque con los ingresos de su liga no puede competir en el continente.
Aquel embrión de Superliga tenía 16 equipos y cuatro de ellos eran españoles: Real Madrid, Barcelona, Valencia y Deportivo.
Correcto. Era una iniciativa privada en la que teníamos de socios a Telefónica. Recuerdo que fui a Milán y me recibió Galliani, que me enseñó los trofeos del club. Le dije que les faltaba el mejor: el Teresa Herrera. Lo que si que creo es que ahora la Superliga no debería de ser sólo europea.
¿Mundial?
Al final acabará habiendo una conferencia por continentes. La idea es terminar en un playoff porque los grandes patrocinadores quieren tener acceso a un mercado global. Florentino es muy listo y sabe que ese es el camino: una liga cerrada con un sistema de franquicias. A mí no me convence ese sistema de divisiones que se promueve ahora, prefiero una liga sin descensos y esa era la idea que tuvimos en el 2000. Ya lo decía Lendoiro que el único drama en el fútbol era caer de Primera a Segunda, imagine en una liga europea con el nivel de ingresos que se va a manejar...
¿No sería injusto desde un punto de vista deportivo?
Pero es que no todos somos iguales. El Real Madrid tiene un campo de 80.000 personas sentadas y un desarrollo de márketing... Los equipos deben de estar en divisiones acordes a su categoría. ¡A mí también me gustaría correr con una Vespa contra Marc Márquez!
En su día, en 1992, fue un bombazo que Dorna se hiciese con los derechos del Mundial de motos y asumiese su organización. Y ahora el fondo de inversión británico Bridgepoint acaba de vender su participación de Dorna Sports a Liberty Media por más de 4.200 millones de euros.
Yo dejé Dorna en el 96...
Y que siente al ver estas cifras.
Pues me alegro de que siga funcionando el nombre de la empresa por ahí fuera (risas). Nosotros fuimos a ver a la Federación Internacional de Motociclismo y nos hicimos con la publicidad y los derechos de televisión. Los circuitos eran de Bernie Ecclestone y le pedimos al Banco Hispano Americano 54 millones de dólares para comprarlos. Para la organización del campeonato fichamos a Carmelo Ezpeleta, que fue una gran decisión. Fuimos la primer empresa no anglosajona que entró en el mundo de las motos.
¿Percibe que haya caído el segui miento de las motos?
No especialmente. Depende cada país y de los pilotos del momento.
Quizás las retransmisiones cerradas hayan alejado al gran público...
Pero es la ley del mercado. Lo que hay ahora respecto a hace treinta años es mucha más oferta de ocio y deporte. Las motos tienen mucho recorrido y una afición fanática detrás.
En 1992 las motos pusieron a Dorna en el mapa mundi, pero antes ya habían pergeñado el Plan ADO con el que se financió la preparación de los atletas olímpicos en Barcelona. Y se lograron trece medallas de oro cuando hasta entonces se habían conseguido cinco entre todos los Juegos Olímpicos anteriores. ¿Cómo se forjó ese Plan?
Cuando se concedieron los Juegos pensé que era una ocasión inmejorable para hacerlo muy bien, pero el nivel polideportivo medio no era muy elevado. Le presenté a Javier Gómez-Navarro, el mejor secretario de Estado para el Deporte que ha habido, una idea. No le conocía, pero teníamos amigos comunes. Y conectamos. Pero aquel plan de patrocinio a deportistas y que se identificasen con una firma no tuvo la continuidad que deseaba tras los Juegos del 92.
¿Es rentable el patrocinio deportivo?
Sí. Sin duda. Y hay ejemplos que lo demuestran de grandes firmas que se vinculan a deportistas y salen ambas partes beneficiadas.
¿Y en el deporte más modesto?
También es rentable. Lo que pasa es que muchas veces las empresas se toman los patrocinios como una especie de peajes personales.
Entonces la cuestión ya no es si es rentable sino si le saben dar valor.
Muchas firmas no entienden realmente lo que es el patrocinio. Iberdrola, por ejemplo, lo está haciendo muy bien vinculándose al fútbol femenino. Hay que hacer mucha pedagogía en el interior de las empresas para que entiendan como le pueden sacar rentabilidad al hecho de promocionar un deporte o un deportista. Enmanuel Reyes, por ejemplo, acaba de lograr una medalla. ¿Con qué patrocinio se asocia? David Cal estuvo mucho tiempo sin uno.
¿Cómo debería de operar una empresa que quiera vincularse a un deportista?
Un camino es el de detectar talentos jóvenes que no estén becados. El ADO ahora financia a los que consiguen resultados, pero si buscas un horizonte a largo plazo la rentabilidad no está ahí. ADO vive ahora de la inversión pública y ese es un dinero que no exige rentabilidad. En el ámbito privado debería de primar el medio y largo plazo, encontrar talento, identificarlo con una empresa, seguir los progresos que tiene ese talento y promocionarlo.
¿Cabría esa idea en un deporte de equipo? ¿Le aconsejaría a una empresa coruñesa patrocinar a un futbolista del Dépor y vincular su nombre con el de ese chico? Por ejemplo, Lucas.
Sí se puede hacer con personajes tan especiales como él. Lo idóneo es buscar perfiles de deportistas que transmitan valores y Lucas los tiene muy aprovechables. Ya sólo lo que hizo de renunciar a su contrato en Cádiz para venir al Deportivo es un indicador claro.
Su presentación en el Dépor estuvo patrocinada .
Lógico. Las empresas se quejan de que no tienen exenciones fiscales, pero el patrocinio debería de ser rentable per se, por imagen, porque incrementa ventas, porque te vinculas a una imagen de un deportista amable al margen del éxito o del fracaso, porque puedes apoyar una historia humana que hay detrás y con la que la gente se identifica.
En realidad los Juegos Olímpicos son, resultados al margen, una sucesión de historias humanas.
Es así. Por ejemplo el caso de Águeda Marqués. Ves a esa atleta y tiene una imagen absolutamente patrocinable. Y no es una ganadora de Juegos Olímpicos. Pero su perfil es excelente para cualquier marca.
Y Adrián Ben.
Por supuesto. Pero a Ben lo cuidan ahora con beca cuando ya es campeón de Europa. Si se hubiese hecho antes de que lo fuese llegaría aún más lejos
¿Qué le parece el vínculo que ha adquirido Abanca con el Deportivo?
Muy valiente. No conozco a Juan Carlos Escotet, pero se ha implicado de una forma que como seguidor del Dépor es para darle las gracias. Lo que le va a pasar es que llegará un momento en el que se van a meter con él porque la expectativa de los aficionados siempre es ilimitada. Y no la va a poder cumplir. Si coges un equipo en Primera Federación, lo subes a Segunda y luego a Primera es un éxito, pero si luego pierdes tres primeros partidos ya va a haber críticas. Ramón Mendoza me decía siempre que para él el largo plazo era el partido del fin de semana.
Lendoiro sostiene que la presidencia de un equipo de fútbol es una silla eléctrica.
¡Y lo que consiguió en el Dépor va a ser irrepetible! Florentino me dijo antes de ser presidente que su gran ilusión era esa. La fama y la popularidad le gusta a todo el mundo. A Escotet si fuese por la calle como presidente de Abanca no lo va a conocer tanta gente como de presidente del Deportivo. Pero se ha implicado y no tenía por qué hacerlo. Podría dedicarse a su banco y punto. Hay que ser agradecidos.
¿Se atreve a definir que se puede mejorar en el Dépor?
Abanca ha sido esencial para la supervivencia del equipo. Ahora lo fundamental es que haya un director deportivo solvente, y lo digo sin conocer el trabajo del actual, y darle al club un reposo. Es importante la continuidad y por eso yo creía mucho la temporada pasada que en la segunda vuelta el equipo iba a ir a más. Soy partidario de fichar poco, pero que los que vengan sea para aportar como titulares siendo importantes para el equipo. Por lo demás tenemos dos extremos, Yeremay y Mella, que no los tiene ningún otro equipo en Segunda. Y a ver hasta donde llega Lucas. Pero esos dos chicos son especiales porque tienen lo que más vale en el fútbol, el uno contra uno. Y o se sube a Primera pronto o se acabarán marchando.
Saque su bola de cristal en la que mira a diez años vista, ¿dónde ve al Dépor?
No necesito ir tan lejos. En tres años, como máximo, estará en Primera. Con el apoyo de Abanca y una afición que es oro puro.
Hay un sector de la afición que muchas veces expresa su “odio eterno al fútbol moderno”. ¿Qué les diría?
El fútbol es sentimiento. Pero el fútbol de hoy es mucho mejor que el de hace treinta años. Y en ese escenario la Superliga es inevitable.