Felicidades, Riazor. El principal recinto deportivo de nuestra ciudad cumple hoy 80 años. El encuentro inaugural del estadio tuvo lugar el 29 de octubre de 1944. Un choque de Primera División entre Deportivo y Valencia abrió la hoy octogenaria historia del estadio coruñés.
La primera actividad deportiva de Riazor tuvo lugar aquel día. La idea, sin embargo, nació mucho antes. La primera mención que se puede encontrar en las hemerotecas a la posibilidad de levantar un gran estadio en A Coruña data de 1925. El presidente deportivista en aquel momento, Maximino Fernández Gago, invita a todas las fuerzas vivas del deporte coruñés y a las instituciones a tratar el tema en una reunión celebrada el 7 de marzo de aquel año en la Asociación Patronal. La idea cae en saco roto con la dimisión, un mes después, el alcalde Victoriano Suanzes, que había mostrado gran interés en el asunto al presentarse en dicha reunión.
El 9 de agosto de 1933, poco antes de la dimisión del alcalde Manuel Iglesias Corral, el Gobierno Municipal aprueba la propuesta de la creación de una comisión de estudio para acometer la construcción de un gran recinto deportivo. Alfredo Suárez Ferrín hereda el bastón de mando y retoma la idea. Los planes iniciales no contemplan Riazor, sino Nelle. La ubicación original para la Ciudad Escolar y el estadio es la comprendida en el centro del cuadrilátero que hoy forman Ronda de Outeiro, Avenida de Arteixo, Ronda de Nelle y Avenida de Finisterre.
Los planes cambian poco después. El 15 de marzo de 1934, el ayuntamiento aprueba un proyecto de reforma del Balneario de Riazor y de la zona del Ensanche contigua. El arquitecto Eduardo Rodríguez-Losada Rebellón discurre, ya en 1926, ubicar el estadio entre la Avenida de La Habana y la calle Manuel Murguía, con la idea de aprovechar el desnivel existente entre ambas vías. Durante aquel año, pese a todo, llega a anunciarse la colocación de la primera piedra del estadio en Nelle, hecho que nunca llega a producirse. Tampoco prospera el anteproyecto de urbanización del entorno de la Torre de Hércules, obra de Antonio Tenreiro, Pedro Mariño y Peregrín Estellés, que pretende levantar el estadio a los pies del faro.
Suárez Ferrín abandona la alcaldía tras la revolución de octubre. Dos años más tarde, la Comisión Especial del Ensanche retoma el tema. Pero la Guerra Civil lo para todo. Suárez Ferrín es fusilado poco más de un mes después del estallido del conflicto. Pese a que la actividad futbolística continúa en Galicia, el país entra en tiempos más de destrucción que de construcción.
Sin embargo, hay tal deseo de construir un estadio en A Coruña que incluso antes de que concluya la guerra, José Pérez-Ardá, en aquel momento concejal de urbanismo, encomienda el proyecto de un estadio a la sección técnicas de obras municipales. Corre el mes de agosto de 1938.
Pérez-Ardá ve posible la construcción del recinto en “un espacio de 41.000 metros cuadrados, más que suficientes para hacer una obra monumental”. Se refiere al solar entre la Avenida de La Habana y Manuel Murguía, que gana el pulso definitivamente a las ubicaciones de Nelle y la Torre de Hércules. Además, el futuro alcalde –en tres épocas distintas: 1939-1940, 1942-1944 y 1969-1974– da algunas pistas sobre el diseño, pues menciona como modelos los estadios de Lyon –Gerland, que todavía está en pie y con su fachada original intacta como patrimonio del siglo XX– y Roma –PNF, actual Flaminio–.
Lo cierto es que Riazor acaba guardando similitudes arquitectónicas con otros muchos recintos deportivos de la Europa de entreguerras. Una de ellas son las cruces de San Andrés de Roland Garros, Wimbledon o el trampolín de saltos de esquí de Garmisch-Partenkirchen. Otra, la Torre de Maratón, que ya existe en el estadio Giovanni Berta de Florencia –actual Artemio Franchi– o en el Parc Lescure de Burdeos. En el estadio florentino, además, coincide en una fachada de la tribuna de similar aspecto al Pórtico de Olimpia que acaba adornando Riazor, al igual que el perímetro exterior del Olympiastadion de Berlín, escenario de los Juegos Olímpicos de 1936.
Santiago Rey Pedreira, arquitecto municipal entre 1932 y 1954, diseña un estadio con muchas similitudes con todos los mencionados con anterioridad. De su cerebro y de sus manos nace un anteproyecto, hecho público el 9 de septiembre de 1938, que se asemeja mucho a lo que acaba siendo finalmente Riazor. Durante el otoño de aquel año, el ayuntamiento aprueba la concesión de diferentes partidas destinadas a obras en el Ensanche. El principal destinatario del dinero es el estadio de Riazor.
El ayuntamiento toma posesión de los terreros el 2 de marzo de 1939. Los herederos de Evaristo Babé –hijo del fundador del Banco de La Coruña– son los propietarios del solar en el que se levantará Riazor. El acuerdo definitivo con los dueños se produce el 6 de septiembre de 1939. El precio es de 360.000 pesetas.
Los trabajos previos –saneamiento y vías de acceso– arrancan en los primeros meses de 1939. En octubre se adjudica la contrata para las obras de explanación. Unas semanas después, el 6 de noviembre, el ayuntamiento aprueba, en pleno extraordinario, la construcción del estadio de Riazor, cuyas obras comienzan en el mes de diciembre.
El ayuntamiento da un paso definitivo el 30 de enero de 1940, cuando firma un préstamo de 2.600.000 pesetas con el Banco Español de Crédito que sirve de base para el presupuesto del nuevo recinto. La casa consistorial adjudica la obra de los graderíos el 4 de abril de 1940. Un mes después, la maqueta puede verse en una charla sobre el mismo en la Reunión de Artesanos. La gran novedad es una grada en voladizo inédita en España hasta la fecha. Mejor dicho, dos, ya que la tribuna también prevé un segundo nivel que finalmente no se construye.
Otra novedad es el bautizo de los cinco graderíos. La Tribuna de Honor, con capacidad para 4.034 aficionados, 2.102 bajo la cubierta. Enfrente, la Tribuna de Amberes, en homenaje a los primeros internacionales del fútbol español, para 4.284 personas. Sobre ella, en voladizo, la Grada de Coubertin –después rebautizada como Grada Elevada–, con espacio para 3.758 seguidores. En la curva, la enorme Grada de Maratón, con capacidad para 18.000 espectadores de pie.
Los problemas de la posguerra se hacen notar en la obra. Los atrasos son constantes. El Deportivo asciende por primera vez a la división de honor nacional el 4 de mayo de 1941. Pero el estadio aún no está listo para el inicio de la temporada 1941-42. Tampoco es posible finalizar las obras para la 1942-43, ni siquiera para la 1943-44. Los blanquiazules tampoco pueden estrenar su nueva casa con el arranque del curso 1944-45.
El equipo deportivista disputa sus dos primeros partidos del curso en el vetusto Parque de Riazor. Vencen al Murcia (3-1) y empata con el Real Madrid (2-2). Ante los blancos, el 8 de octubre de 1944, se produce la despedida de la casa blanquiazul durante tres décadas y media (1909-1944).
El 28 de octubre de 1944 el estadio es bendecido. Un día después, el Valencia se impone al Deportivo (2-3), en partido de la séptima jornada de Primera División. Virgilio Rodríguez Rincón, expresidente del club y jugador del primer Deportivo de la historia, realiza el saque de honor. El valencianista Hernández marca el primer gol de Riazor. Paquirri, el ‘9’ sevillano del Deportivo, firma el primer tanto blanquiazul.
La temporada acaba con un descenso tras cuatro años seguidos en Primera. Nace el mito de un estadio frío por culpa de una pista de atletismo que aleja a los aficionados. Y también principia una vida que hoy alcanza las ocho décadas de existencia.