Un rival que juega a toda velocidad. Que quiere vértigo en ataque y asume riesgos en defensa. El Deportivo se enfrenta mañana (16.15 horas) a un Real Racing Club de Santander que ha convertido al Sardinero en la central eléctrica de la Liga ‘Hypertensiones’. Pocos o nadie juegan con más energía en la categoría que el conjunto dirigido por José Alberto López, un equipo que pese a haber tenido que ir buscando soluciones, no ha modificado su identidad.
El Racing de Santander es un conjunto vertical. No solo por gusto de su técnico, sino también por la personalidad que le imprimen sus jugadores ofensivos. Porque en ataque, el cuadro cántabro cuenta con dos de los futbolistas más desequilibrantes de la división de playa: Iñigo Vicente y Andrés Martín. Pausa y aceleración. Juego al pie y al espacio. Capacidad para revolverse entre piernas rivales, para dañar en carrera, para filtrar hacia el compañero libre o para ejecutar por sí mismos.
El exjugador del Rayo Vallecano influye desde el carril derecho gracias a su pierna izquierda, que le ha llevado a ser el segundo jugador de la liga con más implicación directa en goles: suma 29 goles y asistencias (15 dianas y 14 pases de gol). El máximo asistente de la categoría es también el segundo máximo rematador, síntoma de la poderosísima influencia del andaluz en el fuego de su equipo.
Por su parte, Iñigo Vicente está más enfocado a la construcción. El canterano del Athletic parte desde el perfil izquierdo pero acaba influyendo en todo el frente ofensivo del equipo. De hecho, es muy habitual ver cómo Vicente aparece dentro para generar superioridades. El diestro es, al fin y al cabo, el verdadero cerebro del equipo. El futbolista que juega y hace jugar. Iñigo es el segundo futbolista de toda la categoría que más pases promedia hacia último tercio y primero en pases progresivos, dos clasificaciones dominadas por defensas o centrocampistas. Lógico cuando ellos ven el fútbol de cara. No como Iñigo, que debe recibir muchas veces de espalda, un arte que domina a la perfección.
Los dos extremos del Racing son los protagonistas en una segunda línea de ataque completada por Pablo Rodríguez. El mediapunta cedido por el Lecce es el complemento perfecto a Vicente y Martín. Porque precisamente es todo menos un ‘10’. Rodríguez puede bajar al apoyo, claro. Pero al canario formado en el Real Madrid es más habitual verle amenazando la última línea rival con desmarques de ruptura que complementan los de un ariete que venía teniendo el nombre del escurridizo Arana, pero que últimamente se llama Karrikaburu. El primero es más asociativo y rápido en distancias cortas. El segundo, con más capacidad de cuerpear. Bien juegue de ‘9’ el ex del Villarreal, bien lo haga el futbolista a préstamo de la Real Sociedad, la misión del delantero centro del Racing es parecida: otorgarle soluciones al equipo principalmente estirando.
Con semejante cuarteto de atacantes es fácil comprender por qué el Racing de Santander quiere que la pelota llegue cuanto antes arriba. El equipo blanquiverde no se entretiene en la construcción. Solo así se explica que el 12º equipo de la Liga Hypermotion en promedio de pases por partido sea el tercero en último tercio. El bloque racinguista pretende ser vertical, aunque no siempre directo. Porque no siempre apuesta por el juego en largo. Y si lo hace, es para atacar los espacios generados por sus movilidades más que para buscar la fricción cuerpo a cuerpo. En el juego aéreo sus atacantes no dominan. En el desmarque para atacar a la carrera, sí.
Esa predisposición a acelerar provoca que el centro del campo del Racing de Santander tenga un peso más específico a la hora de juntar al equipo que de construir. En esa faceta Aldasoro es un maestro. El futbolista formado en la Real Sociedad es la pieza indiscutible en la sala de máquinas para José Alberto. Sabe jugar y sabe morder. Sabe ser llegador y sabe mantener la posición.
No es de extrañar que el mediocentro no perdiese el sitio ni siquiera en el tramo de más dudas del Racing, cuando entre noviembre, diciembre y enero acumuló siete encuentros sin ganar que le llevaron a dilapidar la fabulosa renta de diez puntos con respecto al tercer clasificado que construyó en unas primeras quince jornadas históricas, con siete triunfos consecutivos a domicilio.
Por aquel entonces, la escuadra santanderina no era un equipo invencible, aunque por momentos lo pareciese. Así sucedió en Riazor, en el último encuentro de Idiakez. 20 minutos espectaculares a base de ritmo en la construcción y presión alta le otorgaron una renta de dos goles. A partir de ahí, el Deportivo fue capaz de encontrarle de manera reiterada la espalda a su elevadísima defensa y solo el desacierto de cara a gol le privó de sumar algún punto.
Esas concesiones siguen existiendo. Porque el Racing va siempre hacia delante. Es agresivo tras pérdida y si le superan, no temporiza. Mantiene su última línea alta. Por ahí puede encontrarle resquicios el Dépor. Sobre todo cuando los movimientos en profundidad llegan de la segunda línea ofensiva, mucho más difícil de controlar por parte de unos zagueros que buscan de manera constante. Como si el Barça de Flick se tratase. Nadie provoca más situaciones adelantadas a los rivales que la escuadra verdiblanca.
En ese eje central ya no está Javi Montero. Una lesión de menisco ha apartado al exdeportivista del once, aunque las dudas por los resultados ya habían llevado a José Alberto a probar al indiscutible Javi Castro con diferentes parejas al lado. Ahora mismo, quien parece más asentado es Álvaro Mantilla. A la izquierda de Castro, central diestro, tampoco está ya Saúl García. El otro exblanquiazul del rival ha perdido el puesto en beneficio del canterano Mario García, que aporta la profundidad necesaria por un carril desierto ante la movilidad de Vicente. Precisamente ese rol de Iñigo como mediapunta -el Racing junta muchas referencias por dentro- lleva al equipo cántabro a una estructura que acaba siendo asimétrica.
Por la derecha, el ofensivo Clement Michelin suele iniciar junto a los centrales el juego y no coge tanto vuelo. Por la izquierda, Mario adquiere altura para dotar de amenaza desde todos los sectores a un equipo que es puro vértigo y genera mucho con espacios o ante rivales algo más cerrados, pero al que también se le puede hacer daño al contragolpe o superándole su primera y agresiva presión para encontrarle a espaldas de un doble pivote Aldasoro-Gueye que no suele dudar en mirar hacia delante.