ANÁLISIS | La digna derrota de un equipo orgulloso
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17º-23º

ANÁLISIS | La digna derrota de un equipo orgulloso

Aún con el salvavidas puesto, aguardar que el Deportivo podría estar para cotas mayores solo se explica desde la irracionalidad del fútbol
ANÁLISIS | La digna derrota de un equipo orgulloso
Villares se lamenta tras una ocasión deportivista | F. FERNÁNDEZ

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Al final la derrota pareció digna porque el equipo acabó en la búsqueda del empate, pírrico consuelo ante un rival que destiló miedo en un partido con más emoción que fútbol y más batallas que guerreros. Nunca vale perder, pero las buenas sensaciones ayudan a edificar futuras victorias. Tampoco las que ofreció el Deportivo en Santander fueron las mejores. Pero incluso en la derrota queda un cierto dulzor porque el equipo se rebeló contra sus carencias para mirarle a la cara al rival.


Cayó el Dépor, incluso de amarillo, y no lo hacía desde el 16 de febrero así que si nos ponemos obsequiosos podríamos aludir a que en Santander se puso fin a una racha de nueve partidos sin derrota. Y además no mentiríamos. El técnico Óscar Gilsanz, obviamente, quiso ponerlo en valor al final. Tres victorias (Oviedo, Racing de Ferrol y Cádiz) y seis empates (Huesca, Córdoba, Castellón, Cartagena, Mirandés y Tenerife) jalonaron ese tiempo que sin excesivo brillo va a resultar vital en la suma final de la temporada. Gracias a este empujón el Deportivo tiene enfocado un final de Liga sin zozobras, con un colchón de diez puntos cuando quedan quince por disputar. El nuevo tropiezo del Eldense horas antes del partido de Santander inyectó nuevas dosis de sosiego al equipo porque la permanencia se ha abaratado respecto a lo que en algún momento se pensó.


Con todo, aún con el salvavidas puesto, aguardar que el Deportivo podría estar para cotas mayores solo se explica desde la irracionalidad del fútbol, por otra parte tantas veces constatada. El equipo expone una y otra vez sus limitaciones, pero también queda claro que para estar arriba tampoco hacía falta mucho más. Por eso estuvo hasta el final metido en un partido que se le puso cuesta arriba con dos golpes en instantes clave, dos dianas encajadas en momentos delicados, una al poco de empezar, la otra justo antes del descanso. 


En el primer sopapo medió una vez más el inevitable videoarbitraje, que ayudó a que el árbitro cambiase su primera decisión de anular un embarullado gol del Racing en una acción que expuso los problemas que tiene Helton Leite, magnífico en tantos otros pasajes del juego, para imponerse en los balones aéreos, un detalle casi increíble para un bigardo de casi dos metros de estatura. 


El caso es que el portero brasileño se dejó comer las papas sobre la línea de gol, blandito justo donde más fuerte tiene que hacerse en la típica acción en la que un hombre se pone ante el portero para obstaculizar sus movimientos. No se apreció en ninguna toma de vídeo (menos de las justas, cabría reflexionar sobre cómo y cuál es la cobertura que se hace de cada partido) un motivo palmario para que el árbitro revocase su decisión inicial porque el trencilla algo vio, falta a Helton, un golpeo racinguista con el brazo o las dos cosas. No hubo caso. Se le dio la vuelta a la tortilla y el VAR volvió a castigar al Deportivo.


La ventaja local varió el guion que se esperaba para el partido porque el Racing que había empezado con una intensa presión avanzada corrió a taparse, le cedió la pelota al Deportivo y se apostó a la contra para esperar el error de los chicos de Gilsanz en la circulación. En ese alambre, el de sus propios fallos, se movió el Dépor durante buena parte de la primera mitad, con centros inocuos al área, sin remates entre palos. Fue entonces, también, cuando se apreció que los locales tenían más miedo que vergüenza.

 

Después de trece temporadas sin catar la máxima categoría, un tiempo del que casi la mitad lo consumieron en el tercer escalón del fútbol español, el Racing de Santander está cerca de volver entre los grandes. Al menos ahí está en esa pelea, con el estadio lleno y la expectativa disparada en la ciudad y en media Cantabria. Pero al equipo le ha abandonado el descaro que tenía en la primera parte del campeonato, cuando se mostró dominador y atrevido. Y el Deportivo aprovechó tanto temor para crecer en el partido incluso después de permitir un segundo gol en contra nacido tras una imprecisión de Pablo Vázquez. 


Volvió el equipo del descanso dispuesto a enmendarse y al menos tomó la manija del partido con cierta solvencia para encontrar fluidez en ataque. Habría que considerar unas cuantas variables para deducirlo, pero alguna incorporación decretada por Gilsanz mejoró al equipo, por ejemplo la de Cristian Herrera, con más presencia que Diego Gómez, que volvió a pasar de puntillas por un partido. Hugo Rama tuvo un cierto dictado y Denis Genreau volvió a dejar rastro de llegador y marcó el gol que apretaba el marcador con algo más de diez minutos por jugar.


Pudo empatar el Deportivo porque se encontró a un rival trémulo y asustado. No es tan caro como debería serlo hacerle cosquillas a un equipo que compite por estar el curso venidero en Primera. Eddahchouri, Yeremay o Herrera estuvieron cerca de la igualada. Llegó la derrota, pero al menos el final orgulloso del equipo marca el camino a seguir en lo que queda de campeonato y que debe pasar por, bajo ningún concepto, dejarse llevar.  

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