Las filias y las fobias, muchas de ellas al margen de la pelota pueden llevar las discusiones por otros terrenos, pero que Pep Guardiola es uno de los actores más importantes de la historia del fútbol se fundamenta en muchos detalles. Apuntaré dos. El primero le retrata por su influencia cuando en la barra de bar, la grada o las redes sociales (que también son barra y sin bar) aparece alguien y suelta lo de “¡cuanto daño ha hecho Guardiola!”. No cabe mayor definición que exprese como un estratega puede cambiar un deporte. El segundo se puede apreciar todos los fines de semana en los campos donde juegan niños y niñas a los que enseñan a ganar terrenos a través de combinar la pelota desde la zaga y a estar bien juntos a la hora de defender para después recuperarla y volver a girar la rueda futbolera.
Dani Barcia fue uno de esos chicos a los que explicaron un fútbol muy diferente al que se jugaba por ejemplo cuando nació, en 2003. Lo hizo desde el primer Deportivo de edad benjamín forjado en Abegondo en un contexto en el que estaba rodeado además de una generación de futbolistas sin igual. Barcia ya llamaba la atención entonces por su porte.
El camino no ha sido sencillo y requiere una preparación física y mental que trasciende del buen toque de balón. Su mal estreno en Riazor en un desdichado partido contra el filial del Celta en el que le alinearon fuera de posición, como lateral, hubiera laminado a muchos. Por lo que se ve no a él. Sólo faltaba un último detalle: que le pusiesen a jugar.
Y aquí volvemos a Guardiola, el poseedor del Santo Grial balompédico. “¿Qué hacer para sacar canteranos como hiciste tú en el Barça?”, le preguntaron en una rueda de prensa. “Pues ponerlos”, replicó.
La respuesta es un clásico que también empleaba Fran cuando le preguntaban por el vivero deportivista. “Hay que ponerlos”. Y lo hizo. No hay ponerlos por el ADN sino por su talento y formación, por las horas y los recursos invertidos en ellos, porque durante su estancia en las categorías inferiores demostraron siempre estar al nivel de los mejores futbolistas de su edad a nivel nacional e internacional. ¿Y luego resulta que en Primera RFEF no hay manera de ponerlos cuando dan el salto a senior?
Barcia, de Cambre, estaba preparado. Sólo había que ponerlo. Y tolerar el error cuando llegue. Porque llegará como lo hizo el de centrales de patacón que han pasado por aquí en los últimos años y se fueron por donde vinieron.
En un club como el Deportivo, en el que ahora ya parece difícil poner a los de la casa en el Fabril, resulta clave entender que el camino irrenunciable es el de detectar talento, formarlo y completar caminos como el que ha recorrido Barcia. Es esencial entender que el éxito en el contexto futbolístico actual tiene que ver con la capacidad para juntar un buen número de futbolistas de la casa y reforzarse con foráneos que eleven el nivel allí donde no se llegue. Eso que Roberto Olabe, director de fútbol de la Real Sociedad, ha bautizado como el 60-40. Y es fundamental, siempre, saber cuando y como se debe vender. Pero esa ya es otra historia. Por ahora, y ante las dudas, hay que ponerlos.