Como nos enseñó Auster, la vida es pendular. Un día de mayo de 1988 el Depor evitó la desaparición. Un día de mayo de 2024 dejó atrás la peor etapa de su historia. Es lo que va del gol de Vicente al de Lucas. Ojalá se repita la historia (y no sea ‘outra historia’, como rezaba la camiseta que desvirtuó las fotos de la celebración en el municipal de Riazor). Hay indudables paralelismos entre 1988 y 2024, pero el punto de partida no es, ni de lejos, el mismo. Ahora el club parte de una situación mucho mejor desde el punto de vista social, deportivo y económico para abordar el salto a la elite, que desde ya pasa a ser el objetivo a un año vista.
Aquel día de 1988, cuando ya no quedaba tiempo ni para respirar (que diría el ocupante del banquillo local, Arsenio), Vicente Celeiro batió a Pedro Alba, meta del Racing de Santander, y no solo salvó al Depor de bajar a Segunda B, por entonces la tercera categoría del fútbol español, sino que evitó su desaparición. Porque la directiva del club tenía lista el ‘acta de defunción’ que, de no haber entrado aquel gol, iba a entregar en el registro federativo. No es algo de lo que se hable mucho, pero la entidad estaba tan canina por entonces que hubo un mes en que se recurrió a Amancio Ortega para poder pagar las nóminas. El agujero económico era de 431 millones de pesetas (para hacerse una idea de la magnitud de esta cifra, el club recompró a Fran al Madrid cinco años después por 260). Por cierto, la foto del tanto de Vicente nos muestra un estadio con publicidad de Caixa Galicia.
Al mes siguiente del gol del vilalbés, Lendoiro asumió la presidencia y pasó lo que pasó: llegó la edad de oro del club. Cuando se fue, legó, además de seis títulos y años de gloria bendita, el mayor concurso del fútbol español. La famosa mochila que asumió Tino y que ahora gestiona Abanca, que justamente ha anunciado que en breve el club saldrá de concurso. Es decir, aunque la deuda es hoy mucho mayor (en torno a 65 millones de euros), está en mejor disposición de afrontarla que en 1988, puesto que es casi toda con la entidad crediticia dueña de la entidad.
El estadio está hoy tomado por chavalada, esa que antaño se limitaba a Especial de Niños o a la ‘curva mágica’
En lo social no hay comparación posible. Esa mente privilegiada del deportivismo y del coruñesismo que es Rodri Suárez me contó que el 23 de mayo de 1988, al día siguiente del gol de Vicente, sus compañeros lo felicitaron en masa porque era el único deportivista que había en su colegio. Ser “solo del Depor” era entonces poco menos que una extravagancia. Ayer, 13 de mayo de 2024, al día siguiente del gol de Lucas, el arriba firmante acudió a dejar a sus hijas en el colegio y se encontró un patio lleno de niños y niñas que vestían con orgullo la blanquiazul. Esto quiere decir que las bases del futuro están más que sentadas, como lo pudo comprobar cualquiera que se acercarse el domingo por Riazor o sus aledaños, o bien observase atentamente la tele: el estadio está hoy tomado por chavalada, esa que antaño se limitaba mayormente a Especial de Niños y a la ‘curva mágica’ de Marathon. Además, el estadio roza el lleno partido tras partido (31.833 hinchas contemplaron el choque ante el Barca B, mientras que aquel duelo contra el Racing reunió a unos 9.000) e incluso hay lista de espera para hacerse socio.
Para acabar, vayamos con el aspecto deportivo. Si el gol de Vicente salvó al club de su desaparición, el de Lucas (que llegó después de un tifo en el que aparecía Arsenio: nada es casualidad en Riazor) ha supuesto rescatarlo del peor momento de toda su historia. En su primera temporada en el pozo, el equipo fue octavo en la tercera categoría, su peor clasificación histórica. Esta misma campaña llegó a ser de forma provisional el sexto equipo gallego, tras el Celta (Primera), Racing (Segunda) y los tres de Primera Federación que lo antecedían en la clasificación (Celta B, Arenteiro y Lugo). Pero al final no solo ha salido del agujero sino que lo ha hecho de la mejor forma posible: liderado por uno de Monelos que está secundado por un grupo sólido con gran protagonismo de canteranos (Mella, Yeremay, Rubén López, Barcia, Martín Ochoa...) que sienten la camiseta como él. Identidad y cantera, por fin.
En definitiva, ojalá el gol de Lucas sea el nuevo gol de Vicente. Eso significaría que en un año el equipo sería semifinalista copero, en tres estaría en Primera, en siete alzaría la Copa del Rey y en doce sería campeón de Liga. ¿Dónde hay que firmar?