El escándalo de Pes Pérez en un histórico Dépor-Burgos
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El escándalo de Pes Pérez en un histórico Dépor-Burgos

El escándalo de Pes Pérez en un histórico Dépor-Burgos
Pes Pérez tras un partido | EFE

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Fue uno de esos partidos que marcó a una generación de deportivistas, también uno de esos desastres a los que se acostumbró la clá blanquiazul en la longa noite de 18 años lejos de Primera División. El Deportivo había caído en la primavera de 1973, así que tras años después no era descabellado mirar de nuevo hacia arriba. Ahí estaba el equipo, líder en una Segunda División cainita en la que se metió en puesto de ascenso con la llegada del año nuevo. 1976, un tiempo de tantas convulsiones como cambios. El caso es que el 28 de marzo el Deportivo era el líder de la categoría y recibía en Riazor al Burgos, primero contra segundo e igualdad a puntos. Televisión Española anunció que el partido iba a ser televisado, algo inaudito en la época para un partido de Segunda. Tras la cita faltarían diez jornadas para el final, pero medio ascenso se ponía en juego en el municipal herculino.


El Burgos era un señor equipo, pero con una historia chata: apenas había jugado dos campañas en la máxima categoría, entre 1971 y 1973. Pero de la mano de Antonio Martínez Laredo, un audaz empresario nacido en un pueblo cercano a la capital provincial aunque forjado en Madrid, se acercaba a su esplendor. También a su caída. Futbolistas como el meta Manzanedo, el lateral derecho Palmer o el simpar Juan Gómez “Juanito” florecieron aquel año. Los yugoslavos Kresic y Adzic le daban empaque a un equipo dirigido por el francés Lucien Müller, que en los años siguientes dirigió a Zaragoza y Barcelona. El Burgos era un equipazo, pero el Deportivo le miraba a la cara. Lo hizo en un duelo inolvidable, pero no por los futbolistas que lo disputaron.
 

El foco televisivo apuntó hacia A Coruña aquel domingo de finales de marzo en el que la ciudad había sido invadida por más de 20.000 manifestantes llegados de todos los puntos de Galicia para pedir una reindustrialización en tiempos en los que se hablaba de reconversiones. “Menos maletas y más chimeneas”, demandaba una de las pancartas que transitaron entre la Plaza de Portugal y el Obelisco. Eran tiempos de cambios. Aquel día casi 5.000 personas se reunieron en torno al lider ultra Blas Piñar para gritar “¡Búnker!”. España cambiaba y A Coruña apareció en prime time para mostrarse. Deportivo-Burgos en Riazor y un árbitro que debía de impartir justicia, el joven zaragozano de 32 años José Donato Pes Pérez.
 

El partido fue un dolor de cabeza para el Deportivo, que no estuvo cómodo. A las órdenes de José Antonio Naya, un militar con aires de dandy, el equipo alineó a Seoane bajo palos, Pardo. Piris y Belló en la zaga, Gallego y Canario en la medular, Pancho García y Albino como interiores y Piña, Cocco y Pousada en el ataque. El Burgos controló el juego, pero las ocasiones fueron deportivistas. García, Albino y Pousada, al que le anularon un gol por fuera de juego, pudieron marcar antes de que Victorio Cocco enviase a la red un testarazo. Cocco era un nueve argentino con pasado glorioso en San Lorenzo de Almagro, donde fue campeón en una campaña en la que el equipo no conoció la derrota. Un fajador especializado en el juego aéreo. De San Lorenzo también llegó Piris, que en 1976 era el líder defensivo del equipo de Naya. Un jugadorazo.
 

Cocco marcó el gol que iba a dejar al Deportivo líder en solitario. Había saltado en una pugna con Manzanedo y un zaguero, pero Pes Pérez señaló falta. La televisión demostró que no hubo contacto. Pero el tanto no subió al marcador. Poco después, ya en la segunda parte, el lateral Pardo entró en el área visitante y fue derribado con estrépito. Mientras medio Deportivo y todo Riazor protestaban, el Burgos se avivó y su delantero centro Viteri batió en la contra a Seoane. Se armó una de las broncas más monumentales que se recuerdan en el estadio. Y televisada por la primera cadena de TVE, la única de las dos (la segunda emitía apenas cuatro horas al día) que se emitía en todo el país.
 

Pes Pérez ganó el vestuario entre una lluvia de almohadillas, un objeto cuadrado de cierta dureza que se empleaba para aliviar la frialdad del cemento en el trasero de los aficionados y que se empleaba como arma arrojadiza. Ya en la caseta fue necesario traer refuerzos policiales para que pudiese abandonar el estadio por el Palacio de los Deportes al filo de la medianoche, más de dos horas después de finalizar el partido. Mientras lo hacía la turba que le aguardaba ajustició a un tipo que se parecía a José Donato, pero que en realidad era Ezequiel Pérez Montes, un periodista local.
 

“Salté y yo gané la acción. Fue un gol legal”, reclamó Cocco al final del partido. “Nos anuló dos goles y no nos pitó dos penaltys a favor”, resumió Piño. “Siempre tuvimos al árbitro en contra”, se lamentó Piris. Naya se fue del campo a hombros de los seguidores que se congregaban ante la puerta de Tribuna para esperar la salida de Pes Pérez. “Nos ganó el árbitro”, musitó. “Yo no vi la jugada, pero no podemos hablar de los árbitros”, se disculpó Müller.
 

Naya aseguró que la derrota les iba a espolear. Pero ocurrió todo lo contrario. El equipo entregó el liderato al Burgos, cayó a la cuarta plaza, fuera de las tres de ascenso y se desinfló. El domingo siguiente empató en Vigo, sumó otro punto contra Osasuna y cayó en su visita al filial del Barcelona. Un mes después del duelo contra el Burgos volvió a ganar, al Castellón en Riazor, pero tras aquel partido Naya llegó a un acuerdo con la directiva para dejar el club. Faltó calma. El equipo era quinto, a cinco puntos del líder Burgos, que ya sólo perdió un partido hasta el final y ya nadie le echó el lazo, y a uno del tercero, el Málaga. Al final subieron esos dos equipos y el Celta. Cheché Martín llegó con apenas seis jornadas por jugar y no logró cambiar la dinámica, el equipo perdió tres de los cuatro primeros partidos, empató el otro y ganó los dos últimos cuando ya no tenía opciones de ascenso. El club se apuró entonces a contratar a Hector Rial, un mito del Pontevedra y del Real Madrid, como entrenador. “Vamos a volver a intentar el ascenso y con más garantías”, anunció el presidente Antonio Álvarez. Pero Rial apenas duró trece jornadas en el puesto y la longa noite cada vez se hizo más oscura.
 

Un año después de aquel desastre quien subió a Primera fue Pes Pérez, que con un estilo autoritario y tarjetero encadenó polémicas, recusaciones y partidos de enjundia durante una trayectoria de corto que cerró en 1990. Meses antes había regresado a Riazor para arbitrar un partido de Copa contra la Real Sociedad. Fue severamente abucheado. Hace menos de dos años falleció cuando estaba a punto de cumplir los 80 años de edad. 

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