Cayó el Deportivo en Valencia y lo hizo sin remisión, pero con disimulo porque un gol postrero de Barbero le dio vidilla en un descuento de ocho minutos en el que logró colgar un par de balones al área que sembraron la inquietud y alumbraron la posibilidad de un milagro, que eso es lo que hubiera sido el empate. La derrota, merecida, debe enviar al equipo y a quienes trabajan en su construcción al rincón de pensar porque así no se va a ninguna parte. O más bien se va a ese destino del que tanto costó salir.
El Deportivo tropezó en la misma piedra que en partidos anteriores y su pertinaz empeño en hacerlo ya empieza a ser más que preocupante. De poco vale que el equipo sea gustoso con la pelota en los pies, que Mella desborde por su costado o que Yeremay bata récords de regates si cada saque de esquina en contra es un drama. O un gol. Así empezó el partido una vez más, con un tanto del Levante que fue el cuarto concedido tras saque de esquina, el quinto en la defensa de la estrategia si se considera la falta lateral que le dio el triunfo al Oviedo en Riazor. Y una vez más hubo que remar con el viento en contra.
El equipo local salió al partido con el cuchillo entre los dientes, cercó la meta de Helton y le exigió con un chut del bullicioso Carlos Álvarez que el meta envió a la esquina. En el saque el largamente aguardado Patiño, que estrenaba titularidad, estaba encargado de marcar a Iván Romero, el delantero centro rival. Le perdió la pista. Pablo Vázquez y Dani Barcia llegaron tarde en la ayuda, así que el ariete cabeceó a la red sin que ningún deportivista saltase con él.
El gol premió la codicia inicial del Levante, pero en desventaja el Deportivo pareció rebelarse. Tomó la pelota y se fue a por el empate, lo acarició también en una falta que botó Lucas Pérez y Villares, alzándose entre tirios y troyanos, cabeceó a la cruceta. Fue un espejismo. El Deportivo fue mucho menos que el Levante, que le castigó con otro gol antes del descanso y pudo hacerle más daño porque tuvo más prestancia en casi todas las facetas del juego. Las diferencias se evidenciaron en la capacidad dispar para activarse sin la pelota. El Levante no estaba mucho tiempo sin ella, el Deportivo perseguía sin frutos.
En esa tesitura piezas como Patiño o, una vez más, Mario Soriano no encontraron el rol que se les supone, así que Helton se tuvo que poner a trabajar. Por ejemplo para negarle el gol a Carlos Álvarez cuando aún no se había cumplido un cuarto de partido. O para ver pasar hacia el palo un intento lejano de Pablo Martínez. En definitiva para acudir tarde a tapar el agujero que había dejado una mala línea zaguera para habilitar a Iván Romero para el dos a cero cuando no se había cumplido la media hora de liza. No era el único, en la izquierda Obrador y Yeremay sufrieron para contener al osado lateral Andrés García, que no dejó de generar superioridades en ese flanco.
El Deportivo llegó magullado al descanso, zarandeado por un rival superior que evidenció los problemas defensivos del equipo, su inconsistencia, una mala compañera para transitar por una categoría tan cainita como esta Segunda División que premia la atención al detalle. El Deportivo da la sensación de ser un equipo desprolijo al que no le llega con tener buen pie para hacerse fuerte en los partidos. Semeja como que juega una competición que le resulta ajena con un libreto que no es el adecuado para el contexto que le exigen. Pareció en todo momento estar muchos cuerpos por detrás del galope del Levante, que dio la impresión durante bastantes minutos de marcar las diferencias entre un equipo que litiga por entrar en los puestos altos de la tabla y otro que se esfuerza por no caer. Así de duro.
El marcador al descanso, dos arriba para los locales, condicionó la reanudación. Durante el receso Imanol Idiakez envió a Charlie Patiño a la ducha y quedó la sensación de que el gran fichaje del verano no está a día de hoy preparado para subirse al tren de esta competición. Y es más: por lo que sea, seguramente porque está en el día a día y ve el nivel futbolístico de sus jugadores, el pensamiento del entrenador parece que va en esa línea y señala con crudeza la apuesta de la dirección deportiva. Patiño se quedó en la caseta y por él entró Bouldini, que continuó con los problemas de tracción que mostró ante el Eldense. En su primera intervención atropelló a un central y se ganó la regañina de sus excompañeros.
Bouldini no tocó bola ni siquiera cuando Idiakez le puso cerca de Herrera. En busca de pegada, también seguramente pensando ya en el partido contra el Racing que se viene encima, el entrenador sacó del partido a Yeremay apenas superada la hora de juego. Para entonces el Levante ya se había acomodado al inocuo dominio blanquiazul. Jugó en campo contrario el Dépor y a los locales dio la impresión de importarles poco, atentos a lanzar alguna contra como la que casi le da el tercer gol a Kochorashvili.
Con veinte minutos por delante también empezó Julián Calero, el entrenador local, a dosificar esfuerzos. Llegaron ese tipo de decisiones en un partido que ya parecía languider porque apenas hubo respuesta del Deportivo hasta que en una acción episódica Barbero marcó tras un venenoso centro de Escudero y llevó la incertidumbre a los minutos finales. Pero sin más. Y con mucho menos.
Ficha Técnica |
Levante: Andrés Fernández; Andrés García, Dela, Elgezabal, Marcos Navarro; Kochorashvili, Sergio Lozano; Carlos Álvarez (Óscar Clemente, m. 73), Pablo Martínez, Morales (Fabricio, m. 73) e Iván Romero (Carlos Espí, m. 79).
Deportivo: Helton Leite; Petxarromán (Ximo Navarro, m. 62), Pablo Vázquez, Dani Barcia, Obrador (Escudero, m. 77); Patiño (Bouldini, m. 45), Obrador, Mario Soriano; Mella, Lucas Pérez (Barbero, m. 82) y Yeremay (Herrea, m. 62)
Árbitro: Sánchez López (Comité Murciano). Amonestó a Óscar Clemente, Obrador y Petxarromán
Goles: 1-0, m. 6, Iván Romero; 2-0, m. 28, Iván Romero; 2-1, m. 88, Barbero |