No debería admitirlo pero la media hora antes del recreo, en clase de lo que tocara, me dedicaba a hacer los equipos para el partido del patio. Estudié en colegio de monjas y las niñas de entonces no soñaban con ser futbolistas, así que me tenía que conformar con organizar la partida de brilé y, en alguna ocasión especial, la de baloncesto. Aun así, todo era genial.
Por el trabajo de mi padre estudié en distintos lugares, Menorca, Barcelona, Vilagarcía de Arousa y finalmente mi ciudad, A Coruña. En ningún sitio encontré atisbos de vida deportiva escolar por lo que ocupé buena parte de mi tiempo en crearlo. Y de tozuda lo conseguí. Recuerdo el patio como el lugar donde rozaba mis sueños. Carreras trepidantes, canastas inverosímiles, celebraciones sinceras… Qué bueno!
En aquel momento no reparé en qué hacían las chicas que no formaban parte de nuestro grupo. ¿Se sentirían discriminadas, les estábamos robando su espacio, había cierto autoritarismo en aquel lugar?
Viene esta reflexión a colación de la propuesta de la Generalitat de retirar las porterías de los patios, que pasarían a ser ‘espacios pedagógicos de aprendizaje’. Se trata, parece ser, de que haya más oportunidades para la práctica de otros deportes y que se extinga la monopolización del fútbol. Entiendo y defiendo las políticas de igualdad. Creo que estaría bien reacondicionar los patios y hacerlos lugares más alternativos donde tuvieran cabida, además de otros deportes, gustos menos físicos y más artísticos, más sociales. En cualquier caso se trataría de sumar, no de prohibir o quitar. Y ahí es donde hay que andarse con tiento.
He dicho que creo en las políticas de igualdad. Las considero básicas. Pero también apoyo la costumbre que se hace ley, siempre que la ley sea justa.
Y el fútbol en el patio del cole es justo, porque pasará a ser uno de los recuerdos más bonitos, fuente de superaciones personales, amistades de por vida, frustraciones necesarias…
Por lo dicho, no estoy de acuerdo con la retirada de las porterías de los colegios. Abogo por que se haga promoción de otros deportes, establezcan días sin fútbol o alternos si es preciso, fomenten otras áreas del entretenimiento y doten de infraestructuras a las mismas. Desde un lugar para jugar a las cartas, para tocar la guitarra, hasta un tentempié y una buena charla con los compañeros. Incluso un no hacer nada es una opción valorable.
Debo ser una romántica enfermiza del balón y de lo que una se puede divertir con él. Será por eso que no me imagino un patio sin porterías. No, por favor.
Salud y suerte!