Entre las noticias deportivas de los últimos días, me llamó la atención el debut en la Serie A italiana de Daniel Maldini, el tercer miembro de la saga familiar en jugar en el AC Milan. Y ahora os cuento.
Corría el año 2004 y el Deportivo vivía sus horas mágicas en el fútbol continental. Esa noche, las mujeres trabajadoras del Grupo Voz (yo entonces era redactora de radio) nos reuníamos en una entretenida cena en el Hotel María Pita, el Tryp de entonces. El Milan jugaba al día siguiente contra los nuestros y tenía su campamento base allí mismo.
Durante el día fui destripando la idea de llevarme un magnetofón conmigo. Sí, un magnetofón de cinta grande, jaja… Y así lo hice. Mediada la cena, me levanté y me dirigí a la recepción. Una chica, a la que conocía de vista, lo típico en A Coruña, me dijo amable que algunos jugadores estaban en la zona del piano-bar. Y allá me fui.
En tres taburetes, de cara a la barra, como si no se conociesen de nada, tres individuos en chándal fácilmente reconocibles. Eran Gatuso, Pirlo y Paolo Maldini. Mi objetivo, traído de casa, era el capitán del equipo campeón de la Champions del momento. Y estaba ahí. A cuatro metros. Y sin seguratas ni vallas de por medio.
Me acerqué, le toqué tímidamente el hombro y se giró. Tragué saliva y le dije: “Soy fulanita, de tal radio, y quería saber si me concedías una corta entrevista”. Me respondió: “No”.
Entonces salió ese afán entre competitivo y orgulloso que tenemos todos los deportistas, y como mi dignidad estaba a salvo porque se acababa en él y en mí, le espeté: “En el tiempo que tardas en negarme la entrevista, yo te hago dos preguntas, tú vuelves a lo tuyo y a mí ¡me haces la persona más feliz del mundo!”. Y me dijo… “Vale, pero en italiano”.
La respuesta me pareció un poco tonta, toda vez que yo sabía que hablaba perfectamente español porque su mujer era y es una modelo venezolana muy reconocida. Pero no estaba yo para exquisiteces. Entonces le entrevisté. Dentro de su prudencia, se le veía con cierta seguridad de pasar la eliminatoria de cuartos. En San Siro habían ganado 4-1 a un Dépor ramplón para lo que era aquel Dépor.
Regresé a la cena del Grupo Voz como si llevara en mi poder una fórmula magistral. No era así, pero para mí tenía su valor. Abrimos el programa del día siguiente con la entrevista. Se utilizó en muchas ocasiones: el resumen fin de temporada, lo mejor del año deportivo...
Ese día era 7 de abril, y esa noche de 7 de abril de 2004, el Deportivo lograría la mayor remontada de la historia de la Champions hasta el momento derrotando al Milan de Carletto Anceloti por 4-0 en Riazor. Los goles de Pandiani, Valerón, Luque y Fran fueron cayendo uno a uno destrozando a aquel equipo de ensueño. Creo que Maldini nunca habrá olvidado aquella afrenta. Yo tampoco le olvidé a él.