Atención, pregunta: ¿tiene menos valor un campeón de boxeo de peso mosca que uno pluma, pesado o welter? ¿Es menormente meritoria una medalla olímpica en judo -66 kilos que en -90? Entiendo que no, porque cada uno de estos premios se consigue en una competición justa y equiparada a condiciones y condicionantes.
Entonces, ¿por qué algunos se empeñan en quitar mérito al deporte femenino en general y al futfem en particular? ¿Por qué determinada gente vive como amargada, esperando cualquier traspiés del fútbol de mujeres para darle con el bastón?
Además de con amargura, estos negacionistas conviven con la mentira. Cuántas veces se escucha “no dan espectáculo”, “no hay nivel”, ”es aburrido” y “encima quieren cobrar lo mismo”… Los primeros puntos se caen por su propio peso. Y es que las emociones de cada uno son las que son. Y el fútbol y el deporte son emoción, dentro y fuera de la cancha. Lo que a mí me motiva y me engancha, a ti no. Y viceversa. Sencillo.
Y sobre que exigen cobrar lo mismo es sencillamente negar la verdad. Las futbolistas lo que piden, y parece mentira que haya que repetirlo a estas alturas del film, es igualdad de oportunidades (que existan equipos y ligas femeninas), condiciones para desarrollar su tarea (campos y horas de entrenamiento aceptables), técnicos acordes con la seriedad y la categoría del proyecto (no el padre de una jugadora o el entrenador que todo el mundo reconoce estancado) y, desde hace apenas dos años, una profesionalidad que les permita subsistir en el desarrollo de su actividad (hablamos de una retribución mileurista), tener unas condiciones laborales básicas que aseguren su futuro (Seguridad Social, vacaciones…), que se reflejen sus derechos a quedarse embarazas sin que ello suponga despido fulminante y fundamentalmente que se les reconozca lo que son, FUTBOLISTAS.
Que el fútbol femenino tiene que evolucionar lo sabe todo el mundo. Y mucho. ¿O es lo mismo el fútbol de Pelé en los años 70, el de Cruyff en los 80, el de Maradona en los 90 o el de Messi y Cristiano en 2000? Tajantemente no. ¿Y así, de repente, les exigimos a las mujeres que equiparen su juego al de la Liga de las estrellas? Así, con una corta historia, sin casi trayectoria, sin la evolución lógica, sin inversión, sin mimo, sin respeto por parte de muchos? No seamos míseros, por favor.
Me despido con una frase de la autora de ‘Frankenstein’, la británica Mary Shelley, quien allá por 1840 ya lo tenía claro: “No deseo que las mujeres tengan más poder sobre los hombres, sino que tengan más poder sobre sí mismas”.