Con un mensaje tatuado en el cuello, María Pilar León (Zaragoza, 1995) se encarga de recordar que “las apariencias engañan”. Sabe que su melena -rubio platino- o su brazo derecho -bañado en tinta- pueden dar pie a equívocos.
“Cada uno pensará una cosa de mí, pero no me importa”. Tras su apariencia, cuenta, se esconde una chica “bastante normal y bastante bromista”, aunque en el campo su rostro luce a menudo “muy serio”. “Soy muy competitiva. Voy a cara de perro porque soy muy picada. No me gusta perder a nada. Me imagino que la gente cuando me ve en el campo pensará que soy una borde, que vaya cara saco. Se preguntarán: ¿Pero a dónde va esa chula?”, expone antes de romper en una carcajada.
“Luego, fuera, la verdad es que soy todo lo contrario. Bueno, todo lo contrario no. Alfonso, el médico que tenía en el Atlético de Madrid, siempre me decía que cambio un montón. Dentro del campo puedo estar seria, enfadada; pero luego soy alegre. Hay un cambio grande”.
Mientras que fuera del campo doma su carácter su vena más creativa -le gusta mucho dibujar-, sobre el césped se deja gobernar “por la adrenalina”.
“Cuando estoy a mil pulsaciones, a veces pierdo las formas. Le puedo gritar a una compañera... Es que me corre la sangre. Sé que puedo tener una imagen de dura, pero no. Cuando se me conoce en persona se me ve que soy buena gente. Eso sí, también tengo mis ratos, en los que no me puedes hablar”, puntualiza.
La aparente dureza de la central aragonesa, titular en el Barça y en la selección española de fútbol, se desintegra en la derrota. Su llanto, de hecho, era inconsolable el 18 de mayo tras verse con un adverso 4-1 en la final de la Liga de Campeones, en Budapest.
Confiesa aún emocionada que ese día sintió haber “pecado de palurda”. “Me fui con esa sensación de decir: ‘Qué pringada he sido’. Tendría que haber sido más lista, tendría que haber sido más perra, más guarra en la manera de jugar”.
“Me fui jodida porque sentí que se lo había puesto fácil a las delanteras del Olympique de Lyon. Luego lo analizas y piensas que es el mejor equipo que hay. ¡Pero yo en ese momento estaba tan dolida! Íbamos con esperanza... ¿Y si ellas tienen un mal día? ¿Y si tú lo tienes bueno? ¿Y si suena la flauta? En media hora nos tragamos el partido. Ellas arrean, tú no lo aguantas. Luego dimos la cara, tuvimos ocasiones, tuvimos más el balón... sí, pero te llevaste cuatro. Imagínate la sensación que tenías dentro cuando llevas 4 y solo llevas 30 minutos... Fue lo que fue, una cagada”, lamenta.
Contempla, de hecho, ese revés como un “aprendizaje. Lo que piensas es en volver a tener una segunda oportunidad para volver a vivir eso, volver a llegar a una final y demostrar que has aprendido y mejorado. Son mejores que tú, pero al mismo tiempo ese es el nivel al que quieres llegar”, advierte.