Triste realidad del Liceo femenino
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Triste realidad del Liceo femenino


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Soy cabezota, tozuda y persistente. Cuando quiero algo, lo lucho hasta el final. Será por eso que me agradan las personas que van de frente y dicen verdades aunque duelan. Todo lo contrario a lo que sucede en el Liceo femenino desde su creación.


Su nacimiento ya fue una pura matemática. “Me dan X de subvenciones por un equipo femenino, yo gasto X menos Y, me queda Z para el equipo de chicos que es el que me interesa”. Así de triste pero real.

A partir de ese comienzo, todo fueron restricciones para el cuadro de mujeres, mantenerlas vivas para seguir chupando de la teta. Socialmente tenemos un equipo femenino, que queda fenomenal, pero realmente tenemos un engorro en el que nadie cree. Bueno, nadie no, su entonces técnico Carlos Loureiro sí lo hacía. Su dignidad le obligó a dejar el cargo. Las condiciones eran inviables. Se levantó entonces un poco de revuelo mediático pero poca cosa.


Transcurrieron las jornadas, y algunas jugadoras sacaron a la luz lo que ellas consideraban reiterados actos de discriminación, lo que desde la directiva admitían como desigualdades. Y la vida continuaba. Una especie de “que todo cambie para que todo siga igual” como en El Gatopardo.


Por el camino, viajes en las furgonetas del colegio conducidas en ocasiones por padres, en época Covid inexistencia de vestuario para cambiarse aunque el de chicos estuviera vacío, obligación de lavarse su ropa mientras sus compañeros gozaban de lavandería, deudas con las jugadoras que vienen en coche desde fuera lo que les impedía llegar a entrenarse, incumplimiento de promesas reiteradas, algunas de ellas económicas, horas de espera nocturna en los aeropuertos para evitar gastos de alojamiento…. Y cuando una de las jugadoras se atreve a hablar clarito, se le recrimina en el vestuario y para mayor “inri” se concierta con el club la firma de un comunicado en el que “y fueron felices y comieron perdices”. 


Básicamente no entiendo la actuación de las jugadoras. Del club poco más cabe esperar: entre el 

desdibujado interés por la sección, la falta de recursos que genera (algo totalmente pre-sabido), la incapacidad de la directiva a la hora de encontrar recursos externos y, lo que es más triste y grave, la ausencia de un padre putativo como era el grandérrimo Vicente Torres, el equipo del Liceo femenino está abocado cortamente a sobrevivir.


Pero repito, no entiendo la forma de plegarse de las jugadoras. No acabo de comprender ese comunicado, siendo como son reales todas las circunstancias que llevan días viendo la luz. Jugar en el Liceo es muy bonito. A cualquier jugador o jugadora le seduce. Gran club, enorme historia, inigualable palmarés. Pero, ¿cómo para aliarse de esta manera con el mando en plaza?


En definitiva, lo que me produce toda esta situación es lástima. Lástima que un grupo de chicas (como si fueran chicos) estén pasándolas canutas para practicar su deporte preferido. Lástima de una plantilla ahora mismo dividida y que ha optado por una huida hacia adelante. Y mayor lástima de un club que, pese a todos sus escollos históricos, geográficos y económicos que llevan intrínsecos desde su creación en 1972, y que no han sido pocos, no haya sido capaz de darle normalidad y una trayectoria digna a su equipo femenino. Porque nacer de una cuenta matemática ya no es hacerlo como se merece. Salud y suerte!

Triste realidad del Liceo femenino

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