E l pasado ‘Clásico’, como se dice ahora, ha dejado patente algunas cosas: que el Barcelona sigue más pendiente de lo que pasa en casa ajena (como hace treinta o cuarenta años) y que hay que incorporar inmediatamente la denominada ‘tecnología de gol’ a la competición española, para que no vuelvan a ocurrir jugadas que queden sin determinar, como el presunto gol de Lamine Yamal.
Hasta ahora, la Liga de Tebas se había opuesto a instalar ese sistema por el que los árbitros ven reflejado en su reloj si el balón ha traspasado totalmente o no la línea de la portería. La principal razón era que se trata de “un sistema muy caro, en proporción a lo que se emplea”. Pero ahora me temo que no le va a quedar otra opción a Tebas, si quiere seguir comparándose con otras competiciones europeas.
En cuanto a las reacciones barcelonistas, Laporta se ha superado nuevamente con aquello de que va a emprender acciones judiciales por el 3-2 y que va a solicitar la repetición del partido. Habla, naturalmente, de cara a la galería, a los suyos, aunque tampoco ellos se lo terminen de creer.
Es algo que nunca ha ocurrido en la historia del fútbol español y que ahora tampoco va a suceder. De Xavi hay poco que hablar porque sigue desquiciado y con poca lucidez futbolística.
Lo cierto es que el Barcelona tiene una losa encima que se llama Enríquez Negreira. Es muy fuerte haber mantenido a sueldo durante casi veinte años al que era vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y no saben cómo justificarlo. Y se encuentran que cualquier decisión que pueda favorecer a su eterno rival queda empequeñecida por el tamaño del otro escándalo.
Al margen de esto, es cierto que la labor de los árbitros está perdiendo importancia. Lo que pitan no tiene mucha relevancia porque siempre hay una voz en el VAR que les persigue los noventa minutos. Y no sólo les persigue sino que también les orienta en casi todas sus decisiones. Y ellos se dejan arbitrar y se conforman con cobrar al final de cada partido.
También ha quedado relegada la labor de los linieres. Se han convertido en elementos intrascendentes e insulsos porque cuando deciden algo quedan minimizados por las posteriores decisiones en diferido. Y encima no toman ninguna decisión por cerca que esté de ellos una jugada. Se limitan a levantar la bandera cuando el árbitro principal les indica la dirección correspondiente. Coordinación se llama la figura.