La Copa mola, pregona la Real Federación Española de Fútbol. Con toda la razón. La oportunidad que el torneo del KO concede a algunos clubes modestos de medirse a equipos de Primera División genera muchos beneficios. Tampoco faltan los quebraderos de cabeza, porque nada ni nadie es perfecto. Esta Copa –un invento gestado durante el mandato de Luis Rubiales, todo hay que decirlo– contenta a todos y mantiene viva la rueda del fútbol a todos los niveles. Sin las categorías regionales, nada de la parte superior de la pirámide tendría sentido. A imagen y semejanza de la FA Cup inglesa –salvando las distancias–, la actual Copa del Rey ofrece noches de ensueño a clubes y localidades alejados de los focos y de los medios de comunicación durante 364 días al año, que se convierten en reyes por un día.
Entre esos equipos modestos se encuentra el San Tirso. El equipo de Mabegondo, un histórico del fútbol mariñán y de la comarca coruñesa, dio la talla ante el Espanyol, un recién ascendido a Primera División, que tiene cuatro Copas de España en su museo, situado en un estadio con capacidad para 40.000 espectadores. Los pupilos de Fabio se fueron al descanso con un esperanzador empate sin goles. Aguantaron el tipo hasta el minuto 84, cuando solo perdían por 0-1. Con el 0-2 hincaron la rodilla. La cosa acabó en un 0-4, después de encajar tres goles en los seis minutos finales, algo habitual en este tipo de partidos. Sin duda, el papel de los verdes de Abegondo ha sido más que digno. El San Tirso mola.