La excursión a Tenerife ha dejado al Deportivo con un partido menos y sobre todo en un puesto feo en la clasificación. Resulta que todos aprietan. Y lo harán aún más a medida que avance la competición, por más que el Racing arrollador el fin de semana en Gijón se haya quedado a remojo tras el repaso del Almería en la jornada intersemanal. En esta tesitura llegan además dos partidos consecutivos en Riazor, algo así como una tortura en lo que va de campeonato porque el equipo no acaba de encontrar la llave que le abra los partidos que disputa como local.

El Deportivo tiene mucho por arreglar. Lo primero y principal pasa por encontrar las herramientas que le lleven a sumar seis puntos entre los cuatro próximos días, detalle que ayudaría a pasar la Navidad con más sosiego. Pero lo siguiente, e inmediato, es reforzar la plantilla y minimizar los errores cometidos en su confección el pasado verano.

Que hay tachas es evidente: no hay más que observar la aportación que, con generosidad, puede calificarse como testimonial de futbolistas que ni contaron ni cuentan para los dos técnicos que han pasado por el equipo. Que deben incorporarse piezas no lo oculta nadie en el club. Y se apunta a que los retoques afectan a puestos clave: un delantero de área, un centrocampista con recorrido y criterio a la hora de generar juego y, si se pone a tiro, un zaguero que domine el juego aéreo. Si nos detenemos en los dos primeros anhelos también podemos colegir que esa necesidad ya se tenía en verano cuando en la recta final del mercado se hicieron sendas apuestas con contratos de larga duración por Mohamed Bouldini y Charlie Patiño, jugadores sin apenas dictado en el equipo. Y sin embargo las penurias ahí siguen sin resolverse.

Atinar en esas dos posiciones resulta clave para conformar el sudoku de un once tipo que pueda ayudar a escalar posiciones. Se haría además en un contexto grato, con cualquier atisbo de contestación social anestesiada y una afición que mayoritariamente asume que esta temporada el objetivo es no volver a caer al pozo de Primera RFEF.

Y aún así el equipo tiene una base sobre la que poder crecer. El portero es excelente, un meta que engaña porque por su estampa parece peor en lo que más domina, que es la respuesta bajo palos, y menos solvente en lo que se le supone a un portero de casi dos metros de altura, el dominio del juego aéreo. En todo caso, irreprochable Helton Leite. En los laterales hay una interesante mezcla de experiencia y juventud y en la línea de tres cuartos cualquier equipo de la categoría desearía a cualquiera de las cartas del póker que tiene Gilsanz en la mano.

Restan dos, tres piezas para dar el salto de calidad que precisa el equipo. Igual el ajuste necesario es más fino de lo que parece. Y en una competición tan larga y tortuosa como la Segunda División, abierta siempre al éxito incluso del sexto clasificado, siempre hay tiempo para soñar.