El remate de Marí
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El remate de Marí


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Soy nefasto con los pronósticos (jamás hubiera acertado que algún día escribiría en este espacio), pero igual de tanto insistir alguna quiniela empieza a caer. Al día siguiente de aquella derrota del Deportivo en Mallorca, mustio y meditabundo, se me pasó un pensamiento por la cabeza y se lo dije a quien tenía a mi lado: “Tardaremos muchos años en recuperarnos de lo de anoche”. “Y recalqué. “Muchos años. Quizás ocho o nueve”.


Han pasado cinco años y de alguna manera hemos vuelto al punto de partida. No del todo, aún. El Deportivo no empezará la próxima temporada como un indiscutible favorito al ascenso, tal y como lo hizo en aquella volcánica campaña que se llevó por delante al capitán, al entrenador, a todo el Consejo de Administración y dejó tocado al director deportivo. Aún así, entre tanta demolición, el éxito estuvo tan cerca como aquel remate de Pablo Marí que de manera inverosimil viró del lado del palo que no debía. Así de complicado resulta gobernar la pelota.


Es imposible escribir sobre la sucedido aquella noche sin hacerlo desde las tripas. Aquel 24 de junio iba a empezar casi al alba con la rúa más inolvidable de la historia de nuestra ciudad, con el equipo envuelto en lume, acorde al lema que desde la dirección de comunicación se había acuñado para acompañarnos en una temporada que parecía guionizada para desembocar en el arenal del Orzán al abrigo del fuego purificador.


Se rebelaron las meigas, que saben latín y no se dejan domesticar. El Mallorca se fue a Primera, han estabilizado al equipo entre los grandes, se quedaron a once metros de ganar la Copa y se aprestan a viajar a Arabia para exhibirse en la Supercopa. El Deportivo se sumió en una crisis institucional, deportiva y social que le abocó a un cambio de modelo societario. En Coruña penamos cuatro años en el purgatorio de Primera RFEF, lo hicieron las 99 almas que este periódico presentó hace una semana en la portada de su edición en papel, pero en realidad en esa instantánea estábamos todos. 


Aquel remate de Pablo Marí lo hubiera firmado Paul Auster, maestro en la descripción de lo casual y lo aleatorio. Con todo, una enseñanza subyace de todo este costoso peaje: cuando el azar, la mala suerte o, sin más, los errores propios te castigan no hay medicina mejor que apretar los dientes, trabajar y, sobre todo, hacerlo todos en la misma dirección. Ahora a esa receta maestra se le llama piña. 


El otro día encontré una en un cajón de la Redacción del DXT y la puse, sin mayor pompa presidiendo nuestro centro de trabajo, así que si alguna vez, como Marí, rematamos cerca del palo seguiremos hasta que la pelota llegue a la red. 
 

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