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QQuerámoslo o no, el Depor es un subgénero de cine de terror. Salvo en la etapa gloriosa que se inicia con el ascenso en 1991, logra su esplendor con el título de Liga y comienza su decadencia tras la derrota en semifinales de la Champions League, el equipo ha sufrido derrotas tan dolorosas que rozan la tragedia griega. La última –como las anteriores– ha provocado un ejercicio de autocrítica en la plaza de Pontevedra y un reseteo institucional que puede afectar a todas las esferas del club.
 

La realidad es que el RCD acomete una cuarta temporada en la tercera división de la que se conjuró en salir de forma inmediata. El primer plan no funcionó, pero tampoco el segundo y tercero. Los tres tenían dos denominadores comunes: el equipo estaba en manos de un entrenador en cuya trayectoria había un ascenso de categoría, y, en segundo lugar, el proyecto estaba preñado de una exagerada ansiedad por subir de categoría en las cinco primeras jornadas de competición. Esas urgencias no contribuyeron a conseguir el objetivo inicial mientras que, de alguna manera, se olvidaban los fines que deberían guiar la gestión: contener la deuda y consolidar un modelo deportivo.
 

Sin renunciar al ascenso -prioridad inmediata- no sería malo revisar las herramientas necesarias para conseguirlo. Cualquier esfuerzo que se invierta en consolidar un modelo deportivo compacto y sostenible será beneficioso a medio plazo y los resultados no se harán esperar. Mientras las urgencias dirijan el destino del Dépor estará obligado a repetir de nuevo los errores que se están pagando año tras año.
 

Lo conveniente sería diseñar una estrategia de gestión capaz de reducir y coordinar un staff desproporcionadamente amplio para la primera RFEF -bueno sería aligerar de personal el Club para hacerlo más ágil-, donde los encargados de cada una de las parcelas fueran responsables de su trabajo y rindieran cuentas de sus actuaciones. Donde todas las categorías apostaran por un patrón de juego común, donde se cuide el talento criado en Abegondo -que lo hay- para que continúe una formación que pueda llevarlo al primer equipo, donde la captación de jóvenes futbolistas tenga un rendimiento mayor y evite acudir al mercado a fichar medianías de otros clubes que apenas cuentan en la plantilla. En definitiva, compactar un modelo deportivo y optimizar los recursos. 
 

Resulta muy difícil escuchar una voz autorizada en el RCD que explique el proyecto más allá de la urgencia del ascenso, que se responsabilice de sus decisiones, que responda del trabajo de los empleados -insisto en que hay muchos que apenas sabemos su función y mucho menos sus resultados- y que sea capaz de coordinar todas las esferas de una institución llamada a metas más elevadas.
 

Por último, el Consejo de Administración podría tener una orientación más ejecutiva y estar integrada por personas con un mayor conocimiento del negocio futbolístico. No estaría de más aligerar su composición y mostrarse públicamente ante el deportivismo como cabeza visible del proyecto, no sólo como simple órgano que designa a los responsables de cada sección y rinde cuentas ante el propietario. En resumen, un Consejo con liderazgo y compromiso
 

Mientras no se corrijan errores pasados, volveremos a ver un desfile de entrenadores, directores deportivos, jugadores, consejeros y demás personas que apenas han dejado huella en el club.

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