Sigue el Deportivo pendiente de encontrar el camino de la regularidad. La temporada de regreso al fútbol profesional está siendo de lo más parecido a una montaña rusa. La racha más duradera en lo que va de curso fueron los cinco partidos sin ganar que costaron su cargo a Imanol Idiakez. Los blanquiazules han perdido dos partidos consecutivos en tres ocasiones. Lograron dos victorias seguidas en una sola ocasión –los dos primeros encuentros de Óscar Gilsanz– y empataron tres encuentros consecutivos en el principio del fin del técnico vasco. El Deportivo llevaba dos partidos sin ver puerta cuando de golpe y porrazo salió del Carlos Belmonte con una de las mayores victorias a domicilio de su historia (2-5). Y después, vuelta la burra al trigo. Nuevamente dos jornadas seguidas, ante Málaga y Elche, sin marcar. En estos resultados, en todos estos vaivenes, se traducen todas las señales negativas que ha transmitido el equipo durante los partidos. La única positiva es que desde el empate ante el Eldense, el Dépor acumula siete partidos consecutivos anotando. Marcar, qué duda cabe, siempre te deja más cerca de sumar. Aunque en este caso el balance no sea para echar cohetes: once goles para ocho puntos en siete partidos.

El reto continúa pendiente y continúa habiendo tiempo suficiente por delante para completarlo. Desde la llegada de Gilsanz, más allá del juego, la sensación es que el equipo se ha vuelto más competitivo. Tras las dos victorias, lo demostró aun perdiendo en Almería, frente a un rival que ya vemos como se las gasta, que le pregunten al Córdoba. Y frente ante el Sporting en un choque que, a los puntos, mereció llevarse el conjunto asturiano y el Dépor arañó un punto.