Hay personas que son esenciales para que la rueda del deporte siga girando. No a todos se les tiene en cuenta hasta que salen de un escenario en el que se ubican con discreción. Ahí se les echa de menos porque sin ellos sencillamente no hay deporte.
Lo que nos faltaba en esta deportiva ciudad es cerrar durante un fin de semana la mayor parte de las instalaciones que acogen a millares de personas. En esta tesitura es preciso poner el foco en resolver una situación injusta, pero en un segundo momento convendría no despistarnos de otra realidad: la de la escasez de infraestructuras deportivas y el estado de las existentes, la triste comparación entre las canchas de la ciudad (sin entrar en si son de titularidad municipal o autonómica) con las de otros concellos con menos medios.
A Coruña es una ciudad deportivamente masificada en la que señalar un partido (y ya no digamos llevar a cabo una competición en determinadas modalidades que no están calendarizados) es una epopeya. Por eso situaciones como la de este fin de semana deberían haberse evitado. De fondo resuenan las promesas de los políticos, que en tiempo electoral aluden a nuevas ciudades deportivas que jamás verán la luz o a loables iniciativas para activar pistas infrautilizadas, por ejemplo en colegios. Todo se esfuma. Y en la superficie se observan situaciones sin resolver que propician que los trabajadores tengan que recurrir a la opción que han tomado y que a todos, también a ellos, les daña. Un portavoz de los trabajadores puso el necesario acento en el escaño ciudadano del pleno municipal hace unos días. “Señora alcaldesa, usted dice que es un problema entre empresa y trabajadores. Pero la dueña del cortijo es usted”.