Nos quedó el regusto de lo vivido con los chavales de Manuel Pablo. Viendo el duelo por la tele parecía que estábamos presenciando un partido de Primera División. Una sensación que ayer se comentaba en las tertulias y que, sinceramente, hacía mucho tiempo que no se debatía en la pandilla.
Coincidíamos que sería una jornada redonda si los blanquiazules no hubieran perdido a un jugador por expulsión, seguro que el Depor tendría muchas más opciones, pero a pesar de ello han sabido sufrir y ganarse el respeto de su público. Los penaltis son una lotería y ahí, hay que reconocerlo, los del Kiev fueron mejores.
Hay que quedarse con lo positivo, la entrega de unos jóvenes que deberán seguir trabajando mucho para alcanzar su sueño, la de formar parte de un equipo profesional.
Mención aparte merece lo vivido en las gradas. Un conocido, desplazado a nuestra ciudad por motivos profesionales, asistió al partido acompañado por su hija menor. Fue uno de los invitados de un amigo en común que es socio. Contaba durante el almuerzo de ayer que al llegar a casa entró en la página del Depor para hacerse abonado junto a su hija de ocho años, que salió tan ‘enganchada’ del ambiente que a la chavala ya se le hace tarde volver a Riazor.
La manifestación de deportivismo de la noche del miércoles fue increíble, casi histórica. Más de veinte mil almas viviendo en directo un duelo de juveniles y que sirvió para demostrar, una vez más, el verdadero potencial de la afición del club más laureado del fútbol gallego. Por ello, entiendo que desde más allá de A Coruña haya ciertas críticas por el tema de las invitaciones del club deportivista. No hay que darle más importancia, vienen de equipos que están en Primera y no son capaces de llegar a cifras como las de Riazor, aunque sean juveniles. Es comprensible una cierta pelusilla.
Y ahora a centrarse con el primer equipo que el domingo visita de mañana al Logroñés, un duelo complicado y con el objetivo de recuperar los tres puntos que se escaparon con la primera derrota en casa.