L a novedad de estas fechas prenavideñas en el deporte va a ser esa medida que han consensuado la Liga de Fútbol Profesional y la Federación Española de Fútbol para que los aficionados puedan escuchar los diálogos entre los árbitros de campo y los que manejan el VAR. En sustancia, nada importante porque se trata de una medida de cara a la galería y que no vendrá a solucionar ninguna polémica sino que incluso puede abrir alguna otra.
La salida del casi olvidado Rubiales ha permitido a su eterno rival Tebas llegar con más facilidad a acuerdos con los federativos. Aunque el omnipresente presidente de ‘LaLiga’ tiene otras batallas abiertas, principalmente con el Real Madrid y el Barcelona, a costa de la tan cacareada Superliga, de la que los dos ‘grandes’ españoles se han situado casi contra todos los clubes europeos.
Pero la auténtica novedad ha sido el fallo emitido por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que permite la ‘libertad de competición’, o sea, que se pueden organizar torneos fuera del ‘manto protector’ de FIFA y UEFA, lo que en la práctica da vía libre a la Superliga europea, aunque ello no quiera decir que sea posible organizarla inmediatamente. Lo primero sería, naturalmente, contar con los clubes europeos y, hoy por hoy, no están por la labor.
La fuerza de la FIFA y de la UEFA es grande en los últimos tiempos. Lo tienen todo controlado, incluso la capacidad de reacción de los que les llevan la contraria. Y los que trataban de desviarse de las líneas marcadas corrían el riesgo de quedarse solos. Pero se acabó el monopolio de estos organismos –que tanto abusaron y abusan de su poder- y se abre un futuro distinto, pero incierto.
Y, hablando de la FIFA, estos días se está celebrando la antigua Copa Intercontinental con el raro formato actual. Hoy mismo se juega la final, un teóricamente atractivo partido entre el Manchester City y el Fluminense. Pues, salvo los muy acérrimos seguidores del fútbol internacional, nadie se está enterando del desarrollo de este torneo.
Y pensamos que una de las principales razones es el desequilibrio entre los participantes, que anticipa que los aficionados pronostiquen de antemano cuál va a ser la final (y acierten). No contentos con esto, los dirigentes de la FIFA ya preparan para la edición del próximo año una competición de treinta o treinta y tantos clubes. Sólo algo está claro: la sede y el dinero serán árabes.
En fin, estamos en unas fechas señaladas y, por eso, deseamos unas felices Navidades a nuestros lectores.