Hay que dar por bueno el punto sumado por el Dépor en el Heliodoro Rodríguez. Considerémoslo un mal menor. Uno de los equipos en peor situación clasificatoria no recorta puntos ni revive. Visto lo visto, hay que darse con un canto en los dientes. Hay que ser positivos. ¿Motivos? Los hay, al menos estadísticamente hablando. Segundo encuentro seguido a domicilio dejando la portería a cero, después del triunfo en El Plantío. Cuarto partido consecutivo lejos de Riazor sumando: victorias en Cádiz y Burgos y empates en Málaga y Tenerife. No está mal y tampoco es nada nuevo. Los blanquiazules siguen haciendo caja a la intemperie, sin la protección del paraguas de su parroquia. Y menos mal, porque si fuese por los puntos en casa, el Deportivo estaría pegadito al Tenerife.

El equipo transmitió buenas vibraciones en la primera parte. Con Mella y Yeremay llegando. Con muchas recuperaciones en la mitad contraria. Y José Ángel llevando peligro a balón parado. Hasta que el penalti desperdiciado por Yeremay las borró de un plumazo. Los deportivistas rondaron hasta ese instante la exuberancia, que desapareció a partir del cañonazo del grancanario al travesaño. ¿Hubo opciones de ganar? Tampoco demasiadas, aunque sí algunas más que las que dispuso un Tenerife que desprende un intenso olor a Primera RFEF. El domingo toca Ipurua, con el Eibar tres puntos por encima. Oportunidad para dar caza a los armeros, de dar un estirón, alejar el peligro y enviar los fantasmas a otras latitudes. Y toca esperar que el Twitter del Dépor nos ofrezca alguna nueva esperanza.