No es que sea mayor pero en los años de profesión todo ha cambiado en el mundo de la comunicación. Seguro que se ha mejorado mucho, hay más canales de información y también cambiaron las formas. Recuerdo que en mis inicios cubrir la información del Deportivo o de cualquier otra disciplina se hacía desde el trato personal, cercano. Había tanto o más interés que ahora por el deporte en general.
El maldito coronavirus empeoró la situación para el periodista, al igual que para otros sectores. Pero ahora lo de los clubes profesionales de fútbol es un escándalo, un asco. Hablemos claro.
La Liga de Fútbol Profesional, liderada incomprensiblemente por Javier Tebas, antes de la pandemia ya había impuesto normas y directrices a sus clubes asociados con el objetivo de controlar la información. Una salvajada que las empresas tengan que pagar para informar, pero ya es una medida aceptada y ahí poco se puede hacer. Hoy entrevistar a un futbolista es más difícil que hacerlo al presidente de un gobierno. Son ‘semi dioses’. En otros tiempos, cuando el dinero no inundaba el balompié español, entrabas en los propios vestuarios para hablar con los protagonistas. “Neno espera a que me poña os calzóns”, llegó a decirme Arsenio Iglesias. Era otra época.
Cierto que antes los periodistas no éramos legión como ahora, pero viajabas con el equipo e incluso con los jugadores echabas alguna partidilla a las cartas en el hall del hotel de concentración. Entiendo que haya control, pero hoy cualquier club de medio pelo tiene su propio gabinete prensa. Ellos son los que te dicen cuando te conceden la entrevista y, lo que es peor, que le pases las preguntas y ya te remiten la respuesta en formato escrito o por voz del protagonista.
La pandemia lo agravó todo. Es cierto que hemos perdido ese contacto directo y buscamos nuevas vías de información. Viendo los datos propios de la LFP, por mucho que lo maquillen, la falta de cercanía de los futbolistas con sus aficionados hace que los clubes cada día tengan menos abonados. Para hacérselo mirar.