Me gustan los buenos...
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Me gustan los buenos...


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Que no se entienda en las próximas líneas nada que se parezca a defender la dureza y mucho menos la violencia en el fútbol. O en cualquier deporte.


Antaño había un jugador que driblaba, gambeteaba, tiraba caños y hacía mil diabluras hasta que llegaba un leñador, le daba una patada y lo lesionaba para un mes.


Pero lo que si tengo claro es que hay que “echar más ganas” a lo que se hace. No digo tampoco, ni por un asomo, que el Deportivo no le eche ganas pero a veces a su puesta en escena en los rectángulos de juego parece que le falta algo.


Mi gusto en materia futbolística arranca desde mediados de los años 70. Las pocas noticias y menos retransmisiones que llegaban a “provincias”  nos mostraban a arquitectos del fútbol: Del Bosque, Luis Aragonés, Cruyff, Landáburu, Manolo Velázquez, Adelardo, etc... Para mí, esos eran “los buenos”.

 

Goleadores aparte. Posteriormente hubo hasta ahora muchísimos jugadores de los denominados “buenos”. Sin ir más lejos en el Deportivo siempre estuve fascinado por el juego de Fran, de José Luis, de Aldana, de Djalminha. 


Ahora mismo e intentando ser muy claro y fiel con lo que me gusta, mi jugador favorito es Rodrigo Hernández Cascante, madrileño de 28 años que deportivamente atiende por Rodri. Las grabaciones de mis últimas retransmisiones están ahí. Subí a las ondas mi entusiasmo y admiración por este jugador cuando con 22 años nos amargaba la vida jugando y haciendo jugar a sus compañeros del Villarreal. Valiosos son todos, desde el portero al delantero, pero el que lleva la manija, eso: juega y hace jugar.


Una vez hecha esta exposición voy al objeto del comentario. El de no abogar por la violencia pero si pedir un poco más de entrega. No creo en eso de los “bemoles”. Eso es para los grupos más recalcitrantes que cuando su equipo va perdiendo ante uno mejor que los suyos, comienza a gritar el nombre del club adjuntando lo de “échale bemoles”.


No creo en ese tipo de jugadores, salvo en el caso de los defensas centrales, que físicamente son un portento aunque técnicamente no le pegan a un balón de playa y que son admirados por una parte de la afición.


Además, si tienes delante a uno de esos, cualquiera puede hacer lo mismo que ellos. Lo difícil es igualar el talento. Y si además de “ser bueno” trabajas pues te conviertes en un jugador insuperable. Recuerdo a Messi driblando jugadores blanquiazules, dando pases de gol o marcando. En una ocasión, tomando algo, le pregunté a Fran: “¿pero por qué no le hacéis falta?”. Inmediatamente me contestó: “baja tú a jugar y a ver si lo pillas”. De los mejores de mundo, el argentino, que además trabajaba como el primero. Y si de vez en cuando estaba medio pasivo unos minutos, prepárate porque en un instante va a dar una asistencia o meter un gol que va a decidir el partido.


No soy muy amigo de las estadísticas pero al final hay que convenir que aunque no son decisivas, sí marcan una “tendencia”.


Veo las del Deportivo en estos partidos que llevamos de temporada. Parto de la base inequívoca de que la categoría en la que militamos es una división con un gran componente de “ardor guerrero”. De fuerza, de lucha, de meter el pie, de dar alguna patada… Categoría en la que hay más equipos como Burgos, Mirandés y Cartagena que conjuntos que parece que dejan jugar algo más como Zaragoza, Levante o Málaga.


En la primera jornada contra Oviedo en Riazor hicimos siete faltas. Ellos cometieron 17. Contra el Huesca nos pitaron en contra cinco. Los aragoneses hicieron 13. Vinieron los vecinos de Ferrol e hicieron diez faltas y nosotros catorce. En Granada fue justo al revés. Cometieron catorce y el Dépor diez. Y ante el Córdoba las cifras más rotundas. El equipo de Idiakez cometió en 94 minutos cinco faltas y el rival, el Córdoba, nos hizo ¡18 faltas!


Cometer más faltas que el rival no es sinónimo de ganar el partido. Es, como apuntábamos antes, una “tendencia”. En el caso del Deportivo y hasta la jornada quinta se está cumpliendo. No queremos hacer faltas, la dureza, la violencia… pero suele ser una demostración clara de estar más en el partido. Más concentrado. Más convencido de que ese rival no pasa por aquí.


No defiendo a esos equipos que a la primera de cambio sus jugadores demuestran su “hombría” tirando una tarascada. Me horroriza recordar a  Goikoetxea lesionando a Maradona. Es de lo más lamentable que he visto en este honorable deporte. Pero sin llegar a ese extremo las faltas demuestran sin duda que un equipo está más “intenso” que el otro.


Queremos fútbol. Ni más ni menos que fútbol. Y el Deportivo parece que intenta hacer buen fútbol. Pero es que hacer buen fútbol tiene goles, asistencias, caños, driblings, carreras a todo lo que te dan las piernas… y (aunque no aboguemos por ellas) también faltas.


Resumen. En lo que llevamos de temporada hemos cometido 41 faltas y nos han hecho 72. Son números. Matemáticas. Una cosa es jugar mejor y hacer menos faltas y otra muy distinta que exista una diferencia tan grande entre las realizadas y las recibidas. Digo yo.

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