El deportivismo no está acostumbrado a celebrar demasiadas victorias en batallas que se juegan en los despachos, entre llamadas y burocracia. Y en A Coruña se empieza a convertir en tradición un particular juego de la oca con Yeremay como ficha principal. “De convocatoria en convocatoria y tiro porque me toca”.
Mañana, como en un déjà vu que ya ni sorprende, la selección sub-21 anunciará su lista de convocados. Y ahí estaremos todos los deportivistas, con el F5 echando humo, esperando saber si Yeremay aparece en la dichosa lista. Si está, el Dépor tendrá que volver a hacer malabares para retenerlo de cara al partido contra el Castellón que se juega el lunes. Ya sucedió en la primera vuelta contra el Eibar: el ‘10’ pudo jugar, sí, pero con un permiso que llegó con la misma puntualidad de un tren de Renfe. Cuando se certificó la posibilidad de contar con Yeremay, el vuelo que tenía que haber cogido, ya había salido. Una especie de paradoja temporal que el Dépor manejó con paciencia para poder contar con su estrella.
Es un orgullo que un jugador del Dépor tenga nivel para la sub-21, pero esta gestión entre la Federación, los clubes y unos plazos que parecen improvisados sobre la marcha. Y todo esto, ¿para qué? Para que se juegue un partido el lunes, el día menos pensado para el fútbol, en una competición que se obsesiona con ser un negocio mientras pone trabas para que los equipos cuenten con sus jugadores más vistosos. Es la paradoja perfecta: vender espectáculo sin preocuparse por que las estrellas estén en el campo.