Hace pocos días, hablando con una amiga, ésta me decía que a ella el fútbol le traía un poco sin cuidado. Sigue al Deportivo, por supuesto, y en estas fechas a la selección. Y me recordaba como ella, en el ya lejano Mundial de Argentina de 1978 iba con Holanda porque le gustaban mucho los gemelos Van de Kerkhof y que luego en el Mundial de España de 1982 iba con Italia porque el que le gustaba entonces era Paolo Rossi, pero no por ningún motivo futbolístico, que eso le daba igual, sino que porque eran guapos. Y todo ello, por supuesto, después de que España fuese eliminada. Hasta ese momento lo que imperaba era el sentimiento patrio. Faltaría más.
Y me pongo a pensar y, efectivamente, todos tenemos siempre una selección de “reserva” o incluso más de una para cuando eliminan a la selección española y tenemos que seguir el campeonato que sea, Mundial o Eurocopa, por la sencilla razón de que nos apasiona el fútbol y eso de verlo sin más no va con nosotros. Hay que tomar partido por alguien siempre.
Y recuerdo que en ese Mundial de 1982 yo empecé a ir con Polonia por la sencilla razón de que había jugado la primera fase aquí en Coruña. Luego la eliminaron en semifinales y me hice de Alemania en la final, que también perdió. Fracaso absoluto el mío.
Una cosa parecida me sucedió en 1986, que iba otra vez con Alemania en la final y volvió a perder. Al menos en 1990 ganó, aunque en aquel Mundial todos íbamos con Camerún hasta que cayó en cuartos de final. En cambio, en 1994 mi favorito fue Brasil y ganó. ¿El motivo? Pues muy obvio, la presencia de Bebeto y Mauro en el equipo titular. Dos campeones del mundo en el Deportivo. Lo nunca soñado. Y más en el año que nos dejamos la liga con el penalti de Djukic.
El caso es que echo la vista atrás y se puede decir que de las selecciones grandes he ido muchas veces con Alemania, aunque no siempre. En la Eurocopa de 1988 prefería a la Holanda de Gullit, Van Basten, Koeman o Van Breukelen que a la propia Alemania. Con Inglaterra no creo que vaya jamás. Con Francia sólo iría si es contra Inglaterra. Con Italia he ido alguna que otra vez, sobre todo en la final de 2006 y en la Eurocopa 2021 contra Inglaterra en Wembley (y eso que nos había eliminado en semifinales). Y de las sudamericanas solo he ido con Brasil en 1994 y de Argentina sólo me alegré en el Mundial pasado por Scaloni, pero por nadie más. Y del Mundial anterior prefería a Croacia antes que a Francia, por supuesto. Y del alegrón de ver a Portugal ganándole a Francia la Eurocopa en su casa en 2016 ya ni les cuento.
Generalmente, y no sé por qué, no suelo ir con el anfitrión si éste llega lejos en la competición que sea. Debe ser por compasión hacia el rival de turno que tiene a toda la afición en contra. Tampoco me importó que Portugal perdiera con Grecia en la Eurocopa que organizó en 2004. Aunque hoy no sé si pensaría lo mismo, sinceramente.
Han sido muchos años viendo fútbol y, quitando los años gloriosos de 2008 a 2012 y la anterior Eurocopa que caímos en semifinales, siempre hemos buscado alguna selección con la que identificarnos el resto de la competición.
Si caíamos en cuartos de final había que darse prisa y elegir una de las cuatro semifinalistas. Y si caíamos en octavos o en la fase de grupos teníamos un amplio abanico de naciones para elegir. O, por lo menos, señalar las que queremos que pierdan. Que de eso también somos especialistas, en escoger la que no queremos que gane ni en pintura.
Y por lo que respecta a esta Eurocopa, de momento va todo muy bien. Que no tengamos que elegir a nadie, por favor..