No está acostumbrado el deportivismo a vagar por la mitad de la tabla. Atravesar la tierra de nadie no es un trayecto habitual en la existencia blanquiazul. Estamos acostumbrados a la acción hasta el último segundo de la última jornada o, como mínimo, a alcanzar el objetivo por arriba o quedar sentenciados por abajo con un par de semanas de antelación. ¿Cuántas últimas jornadas recuerda haber vivido usted con tranquilidad desde que empezó a ir a Riazor a comienzos de los años 80? ¿Y tú, chaval, te acuerdas alguna jornada final sin estar de los nervios en los últimos años?
Quedan seis partidos y el trabajo está finiquitado. Efectivamente, en el fútbol de hoy en día no es lo mismo ser octavo que decimoquinto. Aunque en Segunda lo es menos que en Primera. Quizá esa diferencia de posiciones suponga algo menos de un millón de euros en el reparto del pastel de los derechos televisivos. Migajas si lo comparamos, por ejemplo, con los ingresos por firmar el acuerdo con el fondo de inversión británico CVC.
Las matemáticas nunca mienten. Y en el caso del Deportivo dicen que con 18 puntos por jugar está 11 por encima del primer puesto de descenso y 8 por debajo de la sexta plaza, la primera que da acceso al playoff. Blanco y en botella. Porque el partido ante el Tenerife, además, ofreció claros síntomas de que nadie en el vestuario piensa en cotas más altas. La segunda parte fue un claro reflejo de que incluso una derrota se habría dado por buena, pese a que el arreón final de los blanquiazules dejó evidencias de la diferencia entre uno y otro equipo. El Tenerife no pudo y el Dépor no quiso. Aún así, los deseados 50 puntos ya están en la saca.